Exportar conocimiento
La economía boliviana depende de la exportación de gas, minerales y pocos productos agrícolas, que por diversos factores están en caída libre. Según la Fundación Milenio, en 2003 el 55 por ciento del valor de las exportaciones de Bolivia correspondía a las actividades extractivas tradicionales. Para 2014 esa participación subió hasta el 82,2 por ciento. El Gobierno apostó a la explotación y venta de nuestros recursos naturales, en vez de potenciar la educación, la creatividad y la innovación, que también puede exportarse.
Andrés Oppenheimer, autor del libro Crear o morir, establece que la educación es clave en la economía del conocimiento, que las naciones que más crecen –y más reducen la pobreza– son las que producen innovaciones tecnológicas. La prosperidad depende menos de sus recursos naturales y cada vez más de sus sistemas educativos, sus científicos y sus innovadores. Los países exitosos no son los que tienen más gas o reservas de aguas, sino las que desarrollan las mejores mentes y exportan productos y servicios con mayor valor agregado.
Es necesario comprender que gran parte de nuestra sociedad destina cada vez más tiempo al consumo de elementos intangibles; a través de Internet, es posible jugar, ver películas o videos, pasar ratos de ocio y recreación, realizar turismo virtual, incluso el sexo toma otras dimensiones. Hemos pasado de ser consumidores de productos físicos, que hace unas décadas eran lo más importante en nuestros hogares (como por ejemplo el juego de mesa con cartas, el libro o el texto escolar impreso), para dar lugar a los productos intangibles a través Internet; ahora es posible jugar en grupo y en red (sin necesidad de estar juntos), leer libros en la computadora o el celular o escuchar música sin necesidad de grabar en un medio físico.
Internet se ha convertido en nuestra biblioteca personal, familiar e institucional, pese a que Bolivia tiene el servicio más caro y lento de Sudamérica, como establece la Cepal. Las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs), nos permiten encontrar infinidad de datos y ya no es importante saber mucho y de memoria, sino saber dónde encontrar la información de calidad, cómo organizarla, qué bibliotecas virtuales nos brindan mayor confiabilidad de datos y cómo presentarla. El reto de los centros educativos públicos, privados y no formales es aprovechar mejor todas las posibilidades que nos brindan las TICs.
Estamos en proceso de superar el trabajo manual, característica principal de las fábricas antiguas, para pasar al trabajo mental (que se puede realizar en casa) y eso implica modificar nuestro deficiente sistema de enseñanza desde los primeros años hasta la educación superior, evaluando su pertinencia y sobre todos los contenidos, que deberán ser reformulados en base a las nuevas realidades tecnológicas, culturales y sociales.
Podemos subirnos a la ola del desarrollo de las mentes o seguir exportando materias primas sin ningún valor agregado; depender cada vez más de las exportaciones del gas y minerales y seguir el ejemplo de Venezuela o facilitar la creación de empresas, el registro y protección de patentes y los derechos de propiedad. Podemos reducir de manera planificada la venta de nuestros recursos naturales e iniciar un verdadero proceso de cambio, destinado a exportar nuestras capacidades y fortalezas culturales, científicas, tecnológicas y patrimoniales a partir del potenciamiento de nuestros recursos humanos, y así dar lugar a la economía naranja o la ciudad del conocimiento.
El autor es arquitecto, docente y consultor independiente.
Columnas de GONZALO OROSCO ARCE