El emprendedurismo como herramienta diplomática
WASHINGTON – Armenia y Turquía están en conflicto desde hace mucho tiempo. Divididos por un pasado trágico, los países vecinos no tienen vínculos diplomáticos y su frontera permanece cerrada.
A pesar de esto, en noviembre de 2014, un grupo de turcos viajó a Armenia al Startup Weekend (Fin de Semana de las Nuevas Empresas), un evento donde aspirantes a emprendedores ponen a punto sus ideas y las exponen ante inversores y expertos. En equipos mixtos, jóvenes armenios y turcos trabajaron juntos para crear nuevos emprendimientos. “No estábamos pensando en si éramos armenios o turcos -sólo en ser los mejores”, observó un participante turco.
Ese sentimiento es exactamente lo que la gente que patrocinó el viaje -diplomáticos de Estados Unidos y la Unión Europea- anhelaba alcanzar. Durante décadas, se han esforzado por encontrar un terreno común para que armenios y turcos inicien un diálogo. Los tipos de personalidad, los valores y la determinación que tienen en común los emprendedores generaron una oportunidad.
El emprendedurismo se ha convertido en un catalizador para el progreso en situaciones igualmente espinosas a nivel mundial. El foco en la creación de empleo y de riqueza pasó a ser un “punto central” sobre el cual prácticamente todos los gobiernos pueden coincidir -o al menos encontrar pocas cosas con las cuales discrepar-. Eso lo convirtió en una herramienta útil para una nueva forma de diplomacia.
Ya sea en África, Asia, América Latina u Oriente Medio, el emprendedurismo ha mejorado la aptitud, la capacidad y la conectividad individual. Ha estimulado no sólo la actividad económica sino también la movilidad social. Un énfasis en el emprendedurismo pone en jaque al paradigma tradicional de la ayuda extranjera, porque se basa en la presunción de que el motor del desarrollo es el talento local, una clase de gente -distribuida en todo el mundo- con la capacidad de innovar y comercializar sus innovaciones.
En África, las plataformas de dinero móvil como M-Pesa en Kenia y Paga en Nigeria han resuelto un problema clave para millones de personas en sus respectivos países y en varios continentes: la falta de servicios financieros. A través de un simple mensaje de texto, cualquiera con un teléfono celular puede enviar y recibir dinero. Eso ha facilitado el desplazamiento del dinero. Más importante aún, ha dado a millones de individuos la oportunidad de iniciar sus propios negocios. Liberar la creatividad y la inventiva humanas es sacar a millones de personas de la pobreza y ayudar a mejorar la infraestructura nacional.
En tanto los combustibles fósiles contribuyen al calentamiento global, emprendedores en Asia, América Latina y Europa están siendo pioneros en una variedad de soluciones de energías alternativas. Empresas nuevas como Óptima Energía en México están utilizando el viento, el sol y los biocombustibles para ofrecer opciones de energía sustentable y escalable.
“Un emprendedor es una persona con la visión de ver un nuevo producto o proceso y la capacidad para que se haga realidad”, escribe Steven Koltai en su libro de próxima publicación “La paz a través del emprendedurismo”. Koltai, exfuncionario del Departamento de Estado norteamericano y creador del programa Global Entrepreneurship Program (GEP) en 2009, describe el emprendedurismo como una “máquina de generación de empleo”. Es la diferencia entre abrir un restaurante y reinventar la experiencia de comer. Los emprendedores crean cosas nuevas que a su vez generan una demanda de esas cosas por parte de los consumidores.
La semana pasada, el GEP, junto con la Fundación Ewing Marion Kauffman, la ONG brasileña ANDI y la ciudad de Medellín, organizaron el Congreso de Emprendedurismo Global en Medellín, Colombia. El encuentro reunió a emprendedores, inversores, investigadores y responsables de políticas de más de 160 países para compartir las mejores prácticas, trabajar para impulsar el crecimiento de las startups y construir los ecosistemas en los cuales operan. La ciudad de Medellín en sí está avocada a transformarse de una capital de la cocaína en un centro de nuevas empresas.
Silicon Valley sacó partido de este fenómeno hace un tiempo y les extendió la alfombra roja a líderes mundiales como el presidente de Indonesia, Joko Widodo, el primer ministro de la India, Narendra Modi, y el presidente de China, Xi Jinping. Estos líderes mundiales están en busca del secreto de Silicon Valley: los ingredientes mágicos que les permitan crear un ecosistema de innovación igualmente vibrante en sus países.
Sin embargo, los propios emprendedores no dependen de la innovación o la tecnología. Como señala Koltai, Starbucks creó una empresa enorme en torno de servir una taza de café, una bebida centenaria. Hoy Starbucks emplea aproximadamente 182.000 personas en todo el mundo -50.000 más que Facebook, Google y Apple juntas-. Un argentino, jordano, malasio o español que pueda visualizar y crear una demanda global pujante de un producto o servicio -como hizo Amancio Ortega de España con Zara- es tan emprendedor como el próximo Bill Gates.
Desde Lahore hasta Lagos, y de Ciudad de México hasta Mumbai, los Gobiernos ven a sus propias poblaciones como una cantera de talento a la espera de ser descubierto. Es hora de que los diplomáticos hagan lo mismo. Deberían respaldar y fomentar a los creadores de empleo y solucionadores de problemas, y convertir la asistencia para el desarrollo en inversiones. Deberían incluir el emprendedurismo en las políticas económicas y los acuerdos comerciales. Deberían obligar a los Gobiernos a que les permitan a los emprendedores desarrollar sus innovaciones como un componente de la prosperidad humana y como una fuente esencial de soluciones sustentables para problemas muchas veces intrincados como las enfermedades, el cambio climático, la migración y la guerra.
La autora es presidenta y CEO de New America.
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Columnas de ANNE-MARIE SLAUGHTER