A 10 años de la muerte de Jorge Canelas Sáenz
En este mes se cumplen 10 años de la muerte de mi padre, el periodista Jorge Enrique Canelas Sáenz, reorganizador y director del extinto diario Última Hora, y fundador/director de La Razón, La Prensa y el desaparecido semanario Pulso.
Mi padre nació un 22 de julio de 1933 en La Paz, y murió el 12 de julio de 2006. Fue el hijo mayor del periodista Julio César Canelas y Elsa Sáenz, y tuvo solamente un hermano. Fue un niño sobreprotegido, y un alumno estrella en el colegio. Creció en una familia socialmente “reconocida”, pero económicamente inestable.
Contrariamente a lo que predecía su destino, tuvo, en su temprana juventud, una vida itinerante y abandonó sus estudios de arquitectura iniciados en Chile. Sin embargo, el periodismo lo llamó pronto, y acabó encontrando un trabajo en Chile como redactor y traductor para la Associated Press (AP). Esta organización lo destinó luego a La Paz, donde, en compañía de su eterno amigo, el pintor y también fallecido Enrique Arnal, conoció a mi madre.
Yo nací mucho después, cuando mis padres ya habían tenido tres hijos y mi hermana mayor estaba entrando en la adolescencia. Por eso, llegué a un estado de las cosas ya construido, y existe mucho que ignoro de la historia familiar.
En algún momento que quizás coincide con la crisis de los 40, mi padre decidió abandonar una exitosa carrera en la AP y regresar a Bolivia, desde Bogotá, para vivir el idilio en una exhacienda lechera cochabambina, heredada de mi tío abuelo, el también periodista Demetrio Canelas, quien no dejó descendientes directos y tuvo siempre una relación especial con mi padre.
Antes de volver, había invertido dinero en la creación de una fábrica de muebles en Cochabamba, a cargo de su amigo de infancia, Eduardo MacLean, y padre de la hoy reconocida diseñadora de muebles, Maya MacLean. La sociedad fracasó y mi padre se dedicó a la crianza de pollos en nuestra casa, con grandes dificultades para mantener a su familia. En medio de esto, nací yo.
No recuerdo mi infancia en Cochabamba, porque poco después nos mudamos a La Paz, dado que, alentado por una gran amiga de mis padres, Norah Claros, aceptó la oportunidad de retomar su oficio periodístico, como subdirector de Última Hora, en ese momento a cargo del fallecido Jorge Siles Salinas, y cuyo propietario era Mario Mercado.
El resto de su historia profesional es más conocida en Bolivia y sus últimos años los vivió nuevamente en nuestra casa de campo cochabambina, quizás con la idea de retomar algo que había dejado inconcluso hacía tiempo, y que nunca llegaría a cumplir por completo.
Mi padre poseía una personalidad templada y austera, amaba la contemplación de la naturaleza, y estaba dotado de una especial sensibilidad humana y religiosa. Amaba la música. Tenía amigos de todas las edades, era aficionado al buen vino, y tenía sentido del humor. Nunca demostró gran pasión por su oficio, pero su talento lo llevó a cosechar varios reconocimientos y éxitos. Contrario a lo que mucha gente pensaría, no nos empujó a seguir sus pasos en el periodismo. Creo que de no haber conocido a una mujer tan cautivante como debió ser mi madre (que se enamoró de un hombre introvertido y físicamente poco atractivo), hubiera sido monje.
No he conocido a nadie con una inteligencia tan aguda y que a la vez carezca de toda maldad. En general, las personas somos más mundanas y terrestres. Para mí fue difícil no poder encontrar la complicidad de mi padre en mis propias debilidades y pasiones. Sin embargo, fui terriblemente afortunado de ser su hijo, y de ser muy amado por él.
El autor es abogado.
Columnas de JOSÉ MANUEL CANELAS SCHÜTT