De las carreras de autos a las soluciones estratégicas
El Dakar 2017, que pasó por Bolivia (…) generó ingresos por 140 millones de dólares, (y) un flujo de 323 mil turistas, nacionales e internacionales”, informaba el 18 de enero la agencia oficial (ABI), haciéndose eco de lo dicho por el anterior Ministro de Culturas. Las cifras no parecen muy realistas, ya que el gasto por día de tal turismo duplicaría, o más, el gasto promedio de cada persona, según las propias estadísticas del país. Pero obviemos eso ahora y detengámonos en el significado que entraña la noticia para la economía del país y que la desaceleración siga avanzando.
La información sobre el brote turístico de inicios de año contiene claves para un enfoque diferente e indispensable para abordar la crisis económica y rediseñar la agenda gubernamental 2025, destinada a fracasar y a acelerar las dificultades, creando nuevos problemas desastrosos en lo social y ambiental, y elevando las tensiones y choques internos.
Lo que enseña la experiencia --y el equipo de Gobierno lo sabría si revisara sus propios documentos-- es que los 700 millones de dólares que obtuvimos por turismo en 2015 ( 4.631 millones en los 10 últimos años) representan --según esos papeles oficiales-- la primera fuente de ingresos nacional, considerada como exportación con valor agregado, la segunda vista como exportación no tradicional y la quinta comparada con todas las demás. Eso significa que las cifras del turismo pueden, si las incrementamos, sustituir los ingresos, ahora en caída, de las exportaciones, en el plazo más breve, con la oferta más amplia de empleo y con una inversión muy reducida, comparada con los descomunales desembolsos, y deudas que traería la agenda 2025.
Ejemplo: si en vez de gastar 7.000 millones de dólares en la represa del Chepete se invierte, digamos, 5 por ciento de esa suma en mejorar las condiciones de acceso a la zona del Madidi y ampliar su infraestructura general, se podría multiplicar por 15 o 20 la cantidad de turistas que visitan esta joya mundial de biodiversidad, con el ingreso casi inmediato de divisas frescas. La represa del Chepete, que tardaría de 10 a 12 años en construirse, recién podría generar ingresos al cabo de ese tiempo (siempre que aparezca quién compre electricidad a los precios que pretendemos), pero hasta mientras nos generaría una deuda asfixiante, agravando la estrechez de ingresos.
Eso, para no referirnos a que la represa se convertiría en una monstruosa laguna de oxidación (una cloaca más bien) de los desechos generados en La Paz y otras poblaciones, del mercurio lanzado por la minería aurífera y que al secuestrar los sedimentos minerales, detenidos en el embalse, esterilizaría la cuenca del río, aniquilaría gran parte de la vida acuática por secuestro de O2, afectaría la biodiversidad y anegaría bosques, tanto como territorios y poblaciones de pueblos indígenas y no indígenas.
Todo lo anterior se desprende de la lectura del informe de Geodata (oficialmente oculto hasta ahora) y puede aplicarse, en general, a la mayor parte de los 27.000 millones de dólares que se pretende invertir en grandes represas para exportar electricidad en condiciones completamente inciertas y especulativas, ignorando cómo prácticamente todos nuestros vecinos están planificando autoabastecerse de energía, usando fuentes limpias (sol y viento, principalmente) y propias, sin recurrir a vecinos. Brasil ha reiterado que sólo le interesa una hidroeléctrica (Riberao, a construirse binacionalmente en la frontera).
Perú capta anualmente 3,7 millones de turistas, Brasil y Argentina cerca de seis; Chile, unos cinco, mientras que nosotros con Paraguay rondamos apenas el millón. Los ingresos por turismo son mejores y sustentables para reemplazar la disminución de exportaciones del gas y minerales, para diversificar la economía, disminuir nuestra dependencia de materias primas sin afectar implacable e irreversiblemente a la naturaleza, como lo hará la construcción de megarepresas o la constante expansión de otras actividades extractivistas (minería, hidrocarburos, monocultivos a gran escala).
Si pensamos en el país, en vez de obsesionarnos en reelegir a “irremplazables” o conseguir comisiones, encontraremos una ruta real para que el segundo centenario nos encuentre más unidos y en mejores condiciones de enfrentar condiciones externas, que son cada vez más desafiantes y riesgosas, aunque el Vice crea que la elección de Trump representa la mejor chance para reanudar relaciones.
El autor es investigador y director del Instituto Alternativo.
Columnas de RÓGER CORTEZ HURTADO