¿Un centro de alto rendimiento creativo gastronómico?
La prensa, las redes sociales, la sociedad civil y las administraciones locales —la sociedad en general—, de un tiempo a esta parte habla cada vez más alto y con más argumentos de la importancia de la cultura como herramienta de desarrollo. No sólo como su innegable aporte hedónico, sino como su capacidad de aporte en términos de riqueza económica (contribución al PIB), de generación de empleo y de mejora de las herramientas laborales y sociales de las personas.
Un signo de los tiempos es la creciente atención a la economía creativa, que en Bolivia puede verse estos días en el foro Pulso Naranja en Cochabamba, en la creación de un observatorio de economía creativa en Santa Cruz, en el reconocimiento de Casazola y Kespi por parte del Ministerio de Culturas como parte de sus reconocimientos nacionales, con el desarrollo de planes de desarrollo local en la Chiquitanía, con la activación de Toro Toro como espacio de interpretación, con las propuestas de reformas legales e institucionales desde el colectivo de gestores culturales Telartes, y así podríamos estar varios minutos citando llamados de atención que han sucedido en este 2017.
Aun así, con toda esa buena salud y vitalidad, todavía se necesita abordar el tema de una forma más científica, apoyada más en datos, en sistematizaciones y en evidencia empírica, sobre todo desde el mundo académico, desde la perspectiva técnica aplicada y desde el conocimiento sistematizado por aquellas personas involucradas en proyectos desde el campo de batalla.
A veces esta conversación suena contradictoria y hasta paradójica, puesto que la importancia del hecho cultural y creativo radica en el elemento intangible, muy difícilmente valorable en unidades monetarias. Lo que sí puede intuirse, en esos intentos de cuantificaciones parciales, es la importancia del sector en términos de impacto socioeconómico, lo que facilita a darse cuenta de que vale la pena.
Más fácil todavía es imaginar y proyectar territorios ideales. En este ejercicio, puesto que mi escuela vital viene del mundo deportivo, he comenzado a imaginar las ciudades como centros de alto rendimiento creativo, asunto en el que profundicé hace unas semanas en el evento TEDxPlazuelaCallejas sucedido en Santa Cruz.
Aunque algunos colegas me han increpado en lo idealista --y casi naif-- de la propuesta del centro de alto rendimiento creativo, lo cierto es que el estudio del desarrollo económico local, y más específicamente desde el campo del estudio de análisis geoespacial y de distritos industriales (Palander, Beccatinni, Porter, etc.), y últimamente desde el enfoque de los distritos de innovación y los hubs creativos (Katz), se han logrado avances importantes.
A veces al imaginar un pomposo proyecto de distritos creativos perdemos el foco en gran infraestructura. O pensamos que las ciudades creativas obligatoriamente contienen grandes museos, y avenidas, mucho glamour. Nos llenamos la cabeza de mitos. Igual que con el mito del deportista de élite, el campeón que entrena prácticamente en laboratorios con máquinas, desde la cuna. Eso no es del todo cierto. En Cuba y Kenia te lo dirán, la diferencia es que allí se acumula capital humano –conocimiento de la técnica–, pero también la forma más básica de aprendizaje: la imitación y la fe en lo posible, por supuesto además de pasión y sacrificio.
En Buenos Aires existe el ejemplo tangible de los distritos económicos creativos, que engloban cinco barrios con enfoques productivos temáticos –el tecnológico, el audiovisual, el de diseño, el de las artes y el del deporte.
Estas iniciativas en Argentina, comenzaron con crecimientos orgánicos, que eventualmente fueron hipertrofiados con el poder de las políticas públicas de planificación productiva local.
En Cochabamba, por lo pronto, podemos aprovechar la condición de hub creativo gastronómico. Se puede empezar comprometiendo el nivel político desde una candidatura a la Red de Ciudades Creativas de Unesco, para jugar ya en ligas competitivas y compararnos con otras ciudades que están en la misma búsqueda. Pero sobre todo se puede comenzar exigiendo a nuestras autoridades potenciar, al menos nuestras mejores cualidades. Por qué no comenzar con un platito de la tarde, para llegar a tener un centro de alto rendimiento creativo gastronómico.
El autor es gestor cultural y exatleta olímpico
@fadriquei
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