De Kocha Pampa a pampa a secas
La escasa demanda de espacios públicos y áreas verdes dignas, tampoco presiona mucho a quienes toman decisiones. En Bolivia apenas el 18% de los habitantes de las tres áreas metropolitanas más importantes de Bolivia —el 40% de la población nacional— usa el espacio público de encuentro social de forma regular, según el PNUD
De chicos, mi hermana y yo éramos muy aficionados a pasar el tiempo en el espacio público, y más todavía si era con agua y árboles de por medio.
Mi madre nos daba pábulo y era común que nos llevara a la plaza Colón —al lado de casa— o al parque La Torre habitualmente. Con esos dos espacios estábamos más que a gusto. Cuando nos quería premiar por algo, algo así como una vez al mes, nos montábamos en la Brasilia de mis padres y llegábamos hasta Parotani y nos dábamos un chapuzón en el agua de vertiente de La Cabaña, pues más cerca de la ciudad la oferta de lagunas y ríos donde bañarse era un bien extremadamente escaso, aun cuando el nombre de la ciudad proviene de las palabras “laguna” (Kocha) y “pampa”.
Cuando fui creciendo los espacios de recreo pasaron a ser las escasas canchas de fulbito repartidas por la ciudad, pues campos de fútbol de tamaño reglamentario había muy pocos más allá del estadio Capriles, Cala Cala y la UMSS. No podíamos ser demasiado creativos a la hora de escogerlos, pues la oferta, nuevamente era limitada.
Con los años, estar en espacios públicos, parques, canchitas y lagunas se me hizo más adictivo. Allí corría, iba y venía, pero llegó un momento en que me aburrí de circular por los mismos lugares. De hecho, además de la laguna Alalay, no existía, ni existe aún, otro espacio público abierto con un circuito continuo de al menos 1 km lineal por donde correr o caminar sin ser interrumpido por los autos o el cemento. Y las pocas manchas verdes urbanas dan preferencia a velódromos o estadios. Inclusive, tenemos una tradición especial por liquidar lagunas y espacios verdes, para cubrirlos de cemento, para muestra de ello la laguna Cuéllar, y esperemos que no, Coña Coña.
Ahora bien, la escasa demanda de espacios públicos y áreas verdes dignas, tampoco presiona mucho a quienes toman decisiones. En Bolivia apenas el 18 por ciento de los habitantes de las tres áreas metropolitanas más importantes de Bolivia —el 40 por ciento de la población nacional— usa el espacio público de encuentro social de forma regular, según el PNUD. La evidencia demuestra que hay un gran margen de mejora, sobre todo si hablamos de la importancia y comenzamos a disfrutar de estos sitios de recreo.
A todos nos interesa vivir en ciudades más atractivas, dinámicas, abiertas, modernas, tolerantes, inclusivas, en las que la gente comparte y disfruta de sus ocurrencias, donde parques y plazuelas son seguras, limpias y agradables. A todos nos gusta sacar a pasear a nuestros niños, abuelos y novias. A todos nos beneficia la interacción entre ingenieros, jubilados, obreros, intelectuales, chefs y ciudadanos comunes, en espacios seguros y en el marco del respeto.
Los urbanistas nos dicen que las ciudades para tener éxito deben ser sostenibles, competitivas, inclusivas y gobernables. Todos esos conceptos ya desgastados por su exceso de uso, son mucho más cotidianos de lo que creemos, pues cuando hablamos de bibliotecas y bibliovagones, cafés, chicherías, plazas y parques… estamos hablando también de competitividad (bibliotecas), de inclusividad (chicherías y cafés), de gobernabilidad (plazas), y sostenibilidad (parques).
Vamos más a la calle, disfrutemos más de nuestro clima y defendamos más nuestras pocas lagunas y áreas verdes, haciendo honor al nombre de nuestro terruño, para que mañana Cochabamba no sea sólo la pampa, a secas.
El autor es gestor cultural
@fadriquei
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