¿Marca Cochabamba o patinódromo?
El consultor contratado para la creación de “Marca Cochabamba”, informaba (publicación del periódico Los Tiempos), que nuestra ciudad, al margen de las pocas cualidades identificadas, muestra debilidades estructurales, como la falta de agua, la conducta social respecto de la basura, el crecimiento desordenado del comercio, “el abandono de la vocación ambiental”, la falta de manejo de residuos sólidos, la falta de empleo certificado, los bloqueos, y la mala calidad de los servicios de salud y educación.
Creo que le faltó indicar el desconocimiento que tienen las autoridades sobre la gestión urbana, su falta de visión para hacer ciudad y su confusión sobre la diferencia entre obrismo y planificación. Tampoco hace referencia (no tenía porqué hacerlo) a que las autoridades no buscan el bienestar público, buscan el rédito político, mientras que el ciudadano reclama su derecho a la ciudad y la calidad de vida. A vivir bien.
El diagnóstico resulta importante, porque para lograr una Marca no es suficiente ni la imagen ni el maquillaje, ni la simple etiqueta. Por el contrario, la ciudad es primero para los ciudadanos y después para la exportación.
Una lección que ojalá sirva de reflexión a los exitistas mediáticos, maquilladores de la ciudad y destructores de nuestro patrimonio urbano, que intentan privar al ciudadano del derecho que tiene de opinar y en su caso disentir con la visión que tiene la autoridad sobre la ciudad.
A pesar de las observaciones sobre “el abandono de la vocación ambiental”, y a la oposición de vecinos y agrupaciones ciudadanas, se construirá un patinódromo en la laguna de Coña Coña, al margen de cualquier criterio técnico, social y ambiental que lo sostenga, y a pesar de que estos cuerpos de agua son fundamentales para restablecer el equilibrio ambiental, preservar un ecosistema urbano apropiado para la conservación de la biodiversidad y que aportan al bienestar y desarrollo bio-psicológico de los habitantes de la ciudad.
Así no se construye marca, y tampoco, un patinódromo abre ventanas al mundo, como asegura un confundido funcionario municipal.
Nadie se opone a la construcción de infraestructura deportiva, lo que es cuestionable es que los obristas ocupen las pocas áreas verdes y espacio público de la ciudad para esas construcciones, que en el fondo no aportan al desarrollo del sector y serán poco útiles por la falta de políticas e inversiones para el desarrollo del deporte.
Es importante que las autoridades entiendan que el interés que tiene el ciudadano sobre la preservación de las lagunas Alalay y Coña-Coña y del espacio público, no es otro que el de velar por la relación que debe existir entre el crecimiento de la ciudad y los ecosistemas existentes.
También debe entender que el objetivo de todo municipio debe ser el de lograr un equilibrio medioambiental urbano que asegure a sus habitantes mejores condiciones de vida y avanzar hacia la construcción de una cultura democrática que permita abrir espacios para el intercambio de opiniones, en lugar de descalificar a vecinos y movimientos ciudadanos que se oponen a sus aberrantes proyectos urbanos, que no hacen otra cosa que degradar el espacio público y privarnos de nuestro derecho a la ciudad.
Los ciudadanos tenemos la obligación de reflexionar sobre la problemática urbana y apoyar estos movimientos que desafían al poder político, en el propósito de construir una ciudad justa, democrática humanizada y sostenible. Una ciudad en la que el hombre y no el cemento, sea el protagonista.
El autor es arquitecto, docente de la FACH-UMSS
