Misión quillacolleña: declarar patrimonio de la humanidad a Urkupiña
¡Nobleza obliga!, sentencia un aforismo popular, y en el presente caso, exige, con carácter de urgencia, la nominación a la Fiesta del “15 de Agosto”, como: “Festividad de la Virgen de Urkupiña: Patrimonio Intangible de Fe, de Cultura y de Integración de la Humanidad”.
Justificaciones para adjudicarse ese título, rebasan las consideraciones formales, las que generalmente remiten al recuento del pasado, abundantes explicaciones del presente y ensayos acerca de sus proyecciones. La Festividad de Urkupiña, superó marcadamente estas fases, y sólo resta el rol burocrático, para la consumación de ese propósito.
Los antiquísimas antecedentes de su manifestación, no se sustraen de la tradicional confusión acerca de sus orígenes históricos, sin embargo, algunos tanteos, señalan que su ocurrencia inicial se produjo en el Siglo XVII, y que, como las otras expresiones de esta naturaleza, su evolución, no cobró significativa notoriedad.
Hace aproximadamente medio siglo, la citada evolución encontró un singular despegue, a través del cooptamiento devocional y de una lógica multiplicación de su feligresía, quienes como actividad complementaria, se ocuparon de “reproducir” y diseminar la espiral de su manifestación en países, inclusive de escaza referencia geográfica
Las otras Advocaciones Marianas, se desmarcaron de la apresurada vorágine “urkupiñista” advertida, excepto un par de ellas, que lograron traspasar y con mucha demora, una de nuestras fronteras.
La Festividad de Urkupiña en la actualidad, después de atravesar lo estrictamente religioso, con solvencia y desenfrenada contundencia, comprende ámbitos, como: una destellante expresión folklórica, una característica expresión pagana (Calvario), sustentado por un aún incontrolable flujo turístico, una desafiante práctica comercial, una atípica dinámica de los quillacolleños en procura esencialmente de mejorar y ampliar los servicios.
Por otra parte, las autoridades regionales y municipales de la Región Metropolitana, reaccionan, aunque no sólo a un ritmo, con obras de bienestar colectivo, los medios masivos locales y nacionales, no sólo se limitan a la previa promoción, sino a su difusión durante los días festivos, Es decir, que la población estante y flotante para esos días y gradualmente en todo el año, se encuentra en permanente movilización para ratificar con mayor solidez, el justo título conquistado de fenómeno social y religioso.
En aproximadamente seis décadas la Festividad transitó de una manifestación religiosa muy focalizada, a un singular fenómeno social y económico internacional, alcanzando posicionamiento en varios sitios del orbe, como una especie de “transnacional”.
Consecuentemente, la imagen de la Virgen de Urkupiña, por su poder celestial y de omnipresencia, aglutinó irrefutablemente a los bolivianos SIN DISCRMINACIONES (con mayúscula). De manera simultánea, a bolivianos y no bolivianos en otros lugares del planeta, para comulgar en un sólo sentimiento de fe, cultura e integración de los hombres y de los pueblos.
Con el propósito de contribuir a las formalidades legales que se constituyen en requisitos para cumplir con las exigencias de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación Ciencia y Cultura (UNESCO), se cuenta con la Ley N° 2536 del 24 de octubre de 2003 promulgado por el presidente Carlos D. Mesa Gisbert, que la reconoció, como: “Patrimonio cultural de Bolivia a la festividad religiosa de la Virgen de Nuestra Señora de Urkupiña”.
Diez años después, la Ordenanza del Gobierno Autónomo Municipal de Quillacollo, la declaró: “Patrimonio Cultural y Municipal a la Festividad María de Urkupiña para el Municipio de Quillacollo”. A ello se sumó, la Ley 403 del 29 de octubre de 2013 de la Asamblea Legislativa Departamental, la declaró: “Festividad de la Virgen de Urkupiña Patrimonio Cultural Intangible del Departamento de Cochabamba”.
Apuntes muy escuetos, pero sirven de sustento para la pretensión de todo un pueblo, que clama y reclama para que se proclame la citada declaración por el organismo internacional, porque el final e inexcusablemente ¡nobleza obliga”.
Columnas de JOHNNY FERNÁNDEZ ROJAS