Multiplicación de elefantes blancos
Un extenso y muy bien respaldado reportaje, publicado en la revista ¡OH! de este matutino el pasado domingo, ha puesto en el centro de la atención de la ciudadanía uno de los mayores desaciertos del gobierno del Movimiento al Socialismo. “Bolivia: un tour por los elefantes blancos” titula la investigación a la que nos referimos, y que da cuenta de la dimensión escandalosa que el despilfarro de dinero ha alcanzado en nuestro país durante los últimos 13 años.
Por supuesto, y tal como señala en la primera parte de su informe el periodista Rafael Sagárnaga, la historia de los “elefantes blancos” no empezó con el gobierno del MAS, como es fácil recordar por lo abundantes que son los ejemplos de inútiles obras faraónicas construidas en décadas pasadas. No es menos cierto, sin embargo, como lo confirman los datos presentados, que ese fenómeno se ha multiplicado durante los últimos años hasta alcanzar una magnitud injustificable.
Ejemplos de lo dicho abundan en todo el territorio nacional. Pero su presencia es más notoria en las zonas más pobres, pues ahí, además de su desproporcionado costo económico, resulta inocultable su condición de afrenta a la pobreza.
En el caso de Cochabamba, en medio de una muy larga lista que sigue creciendo, se destacan los casos del aeropuerto internacional de Chimoré y la sede de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Costaron casi 35 y 72 millones de dólares respectivamente y no cumplen ninguna función.
Decenas de estadios y coliseos deportivos abandonados son otros tantos ejemplos. Es tan extraordinario lo absurdo del caso, que quien más elocuentemente lo describió fue el presidente Evo Morales que, en un discurso autocrítico sobre el tema, dijo que esas obras sólo sirven “para que jueguen los ratones”.
La inverosímil cantidad de casos similares que se pueden encontrar en todo el país podría dar la impresión de que los reportes sobre el tema pecan de exagerados. Hasta se podría suponer que algo de razón tienen quienes defienden esas obras, desde las filas gubernamentales, con el argumento de que las denuncias responden a un exceso de suspicacia.
Sin embargo, son tan contundentes los hechos, las cifras y los resultados de cualquier evaluación sobre la relación entre el costo y el beneficio que dejan todas las obras merecedoras del calificativo de “elefantes blancos”, que no hay lugar a las dudas. Lejos de ello, se puede afirmar que el pésimo criterio con que se distribuyen los recursos de la inversión pública es uno de los puntos más débiles de la actual gestión gubernamental.