El corso, un nuevo Atila
El Corso de Corsos, iniciativa en inicio feliz de Radio Centro, fue creciendo desde la década de los 70. La ruta se fue alargando. Aparecieron sillas, graderías, hasta que se hizo un emprendimiento privado. El corso se privatizó en algún momento. Todo el recorrido se volvió de propiedad de alguien que se “compra” espacios y lo revende de a centímetros a “clientes”. Puesto que se han “comprado” determinados trechos, entonces son de su propiedad por esos días. ¿Hay un árbol?, a mutilarlo. ¿Hay un jardín protegido por una cerca metálica?, a colocar encima las graderías. ¿Las calles?, a cerrarlas. ¿Basureros de los llamados trillizos?, a cortarlos. Esas son las acciones directas de los “dueños”. También hay las acciones multiplicadas de sus “clientes”, los espectadores del Corso de Corsos, que generan toneladas de basura, que se orinan y defecan en la vía pública, que vomitan de borrachos, que pisotean las flores, que quiebran las ramas de los árboles adolescentes, que aplastan las cercas metálicas y muchos otros daños al bien público.
Ya no es una festividad popular, de divertimento de todas las clases sociales, de una fantasía en que todos somos iguales, así sea por unos días. Ahora es un espectáculo en el que los “propietarios” forran de plástico sus toldos por la parte trasera, de tal manera que se impida que se observe gratis el paso de las fraternidades. “Pagas, miras”, es su consigna. Y cual Atilas redivivos, donde pisan, no crece la hierba. Por otro lado, los servicios a sus clientes son pésimos. El espacio que ocuparán los usuarios está pensado para esbeltos, y no regordetes que somos los cochabambinos en general. Tampoco brindan servicios higiénicos, eso es cuestión del cliente, que se desprende de las graderías y se las arregla en la parte trasera. Eso no incumbe al “propietario”, como tampoco la limpieza posterior.
Pasado el espectáculo, los “dueños”, obtenidas sus ganancias y repartido el botín con la alcaldía, se marchan con total impunidad. No hay eso de “rompes, pagas”. Rompen ellos, pagamos todos. Hacia el amanecer, ese sector de la ciudad es un gigantesco basural. Cibernautas oficiosos han filmado cómo quedan las calles: botellas y vasos de refresco, envases de comida, servilletas, latas de cerveza, botellas de vidrio, todo eso y mucho más revuelto con líquidos de toda índole. Comienza para las sacrificadas limpiadoras de la ciudad la ardua, la terrible labor de retirar toda esa montaña de basura tirada a lo largo de las calles. ¿Recibirán el salario normal o tendrán una paga extraordinaria? En todo caso, los “propietarios” no corren con ese gasto, eso no les atañe.
Vayamos ahora a la contaminación acústica. Pues ni modo, hay que soportar los elevados decibeles de la música que acompaña a las comparsas. Al fin y al cabo, música es música. Pero, incluso finalizado el espectáculo, hay la vocinglería de los borrachos. Se van retirando en medio de grescas. Se escuchan amenazas a gritos, alaridos de mujeres, carcajadas, llantos.
El aspecto más crispante de esta fiesta es que corta en dos a la ciudad. Toda la zona norte (gente que adora el corso o lo detesta con toda el alma) se ve impedida de movilizarse, de retornar a su domicilio ya desde el viernes y se hace más complicado en horas de la tarde y noche. Los “dueños” extienden sus cercas cerrando las calles. El vecindario del Prado queda con arresto domiciliario, tanto que no es posible cruzar a pie de una vía a otra. El resto de la gente en coche se ve obligada a realizar un enorme rodeo, en medio de un tráfico imposible.
Se habla del traslado del corso a otro lugar. Se menciona la Beijing o la Circunvalación. En todo caso, no debería obligarse a esos vecindarios a una imposición, sino que sean las OTB las que presenten sus postulaciones para ser el nuevo escenario. Probablemente, habrá OTB que estén interesadas en el negocio. Pero, no nos hagamos ilusiones: el consorcio malévolo de dueños de graderías y la Alcaldía están ahí para cuidar de la gallina de los huevos de oro.
La autora es comunicadora social
Columnas de SONIA CASTRO ESCALANTE