Envidia
Estando por terminarse la Segunda Guerra Mundial, informaron a Stalin que un general aprovechaba de su situación para comportarse como un mujeriego castrense, correteando con éxito tras de doctoras, enfermeras y en general de toda mujer uniformada que pasase por su sector de mando. La queja consistía en que no era precisamente un ejemplo dentro de la disciplina militar. Stalin dijo que pensaría sobre ese asunto. Días después le preguntaron qué había pensado y su respuesta fue concisa: que quedaba envidiarlo. Luego obró con su rigor habitual: ordenó que la esposa del general lo acompañase para controlarlo y devolverlo a la disciplina.
Otra anécdota. Hace bastantes años visitó Cochabamba Alvin Toffler, ese de la era postindustrial. Un amigo, que entonces era vicerrector de San Simón, fue invitado a su disertación, con asiento en primera fila. Volvió de la conferencia lleno de admiración por Alvin Toffler, exclamando: “¡Que hombre; qué genio! La sala estaba llena, la entrada era de 50 dólares, dijo un montón de tonteras y todos salieron felices”.
Ahora me he propuesto leer a otro mono sabio, que es Yuval Noah Hariri, quien escribió Sapiens. Me han recomendado leerlo porque dicen que de su contenido puedo sacar alguna que otra idea. Dudo, pero sacaré de mis escasas fuerzas y leeré. Así que ruego a mis lectores que oren por mí, para que pueda leer hasta el final una obra que envidiaré porque de ella se han vendido millones de ejemplares. Y eso sí; creo en el poder de la oración.
Daré ejemplo. Hace décadas vinieron a visitarme un par de mormones. Como estaba tomando una taza de té, cortésmente les invité del mismo terrible brebaje, sabiendo que para ellos estaba prohibido. Su prédica se centró en mi pecadora costumbre de tomar té y se despidieron asegurándome que rezarían para que dejase tomarlo. Y ocurrió el milagro; dejé de tomar té y pasé a tomar café.
Comienza el libro Sapiens aseverando que hace muchisísimo tiempo hubo el big-bang, que es un artículo de fe para muchos astrofísicos. Al existir la materia, al resultado le llamamos física. Luego de un tiempito la materia se organizó en átomos y moléculas, resultado que llamamos química. Tras formarse la Tierra, hace unos pocos de miles de millones de años, se formaron los organismos. A eso le llamamos biología.
Tras este inicio inocuo, el autor entra en materia inicua en la primera página de su texto, afirmando que hace unos 70.000 años los Homo sapiens crearon las que denominamos culturas. Ya entramos en terreno firme y nuestro exitoso autor dice macanas. ¿La humanidad anterior a los sapiens no tenía culturas? Esto contradice lo que saben los prehistoriadores. ¿Entonces qué, la charlatanería reemplazará a la prehistoria, que es una ciencia?
De lo que sigue en la primera página, Hariri dice cosas con mejor sentido, pero su obra no deja de ser declamativa, hecha para gente que nunca ha leído un texto de prehistoria general. Lector poco cuidadoso, este autor hace mezcolanzas prehistóricas y afirmaciones al tenor de que al desarrollar el cerebro, la humanidad redujo su musculatura. Bien, bien; pero ¿qué pasa con el neandertal clásico, más sesudo que nosotros y a la vez mucho más musculoso y ágil?
El secreto del éxito está en la idiosincrasia. Por ejemplo; si uno escribía de estas cosas en un país de régimen comunista, era necesario hacer un popurrí de conocimientos con jerga marxista. Para tener éxito con el público norteamericano, ¿qué mejor que escribir idiosincráticamente? Efectivamente, Hariri selecciona en su bibliografía libros interesantes, escritos por norteamericanos para norteamericanos, pero, por ejemplo, excluyendo un libro de altura, el del norteamericano Marvin Harris titulado Nuestra especie”. No menciona ni un texto específico de prehistoria general. Para decirlo idiosincráticamente: Talk is cheap” (Hablar es barato).
El autor es escritor
Columnas de BERNARDO ELLEFSEN