"Morning Glory": una mancha en el expediente del cine periodístico
Harrison Ford con pocas noticias que dar, Rachel McAdams presa de los nervios del directo y Diane Keaton bastante "off the record" se reparten los malos resultados de audiencia de "Morning Glory", desafortunada comedia de Roger Michell que llega ahora a las pantallas de todo el mundo.
Después de grandes películas sobre la prensa como "The front page", de Billy Wilder, "Deadline-USA", de Richard Brooks, y "Broadcast news", de James L. Brooks, era difícil superar el listón u ofrecer algo nuevo.
Pero de sobra es sabido que el trabajo bien hecho tiene solidez por sí mismo al margen de las novedades que conlleve, incluso cuando se habla de algo tan pendiente de la actualidad como es el periodismo.
Por desgracia, ni lo uno ni lo otro ofrece "Morning News" que, curiosamente, es la crónica, sin ironía ni crítica, sobre cómo la televisión matinal va tiñéndose de amarillo bastante chillón.
Los créditos del magacín que da título a la película pintaban muy bien: Ford demostró ser un estupendo comediante en "Working girl", si bien lleva dando palos de ciego en casi todos los géneros en la última década. En la película mantiene el tipo, pero poco más.
Rachel McAdams pedía a gritos, tras "Sherlock Holmes", un vehículo para su lucimiento... que o bien desperdicia o bien no era el adecuado.
Y, entre medias, Diane Keaton luce algo decadente y completa un conjunto que, pese a tanto relumbrón en el reparto, fallaba en sus cimientos: un guión que confunde el dinamismo con la histeria, una vocación comercial remarcada en cada canción de las muchas que circulan por "Morning Glory" y un mensaje muy confuso.
Sólo las muy episódicas apariciones de Jeff Goldblum y Patrick Wilson arrojan pequeñas luces a tan oscuro panorama.
¿Qué le pasa a "Morning Glory" para no funcionar pese a sus escasas ambiciones? Roger Michell, que había mostrado dominio absoluto de las convenciones en "Notting Hill" e incluso había destapado una inusitada sensibilidad en "Venus", esta vez yerra sin motivo aparente.
Y, aunque no se le pida reflexión a este tipo de películas, sí resulta como mínimo preocupante que el periodista serio acabe cocinando tortillas en directo a modo de redención y que la cadena mantenga el programa a costa de subir en una montaña rusa a sus redactores.
Si hubiera acidez, podría haber tenido sentido o incluso gracia.
Si se hubiera apostado por el drama, podría haber pasado por el retrato del declive de toda una profesión. Pero, aun consciente del panorama que pinta, "Morning Glory" muestra con desinhibición un espíritu de celebración con el que es muy difícil empatizar.