Los patrones que desencadenan en feminicidio
En la antigua Roma, el padre de familia tenía poder de decisión sobre la vida y la muerte de sus hijos, esposa y esclavos. Si se le ocurría, podía matarlos o bien ordenar su muerte. Y nadie podía increparle nada, era un derecho plenamente reconocido por el Estado.
¿Sigue hoy vigente esa potestad? El Estado boliviano no sólo no hace nada para frenar los feminicidios, sino que deja impunes a los feminicidas, es como si implícitamente el Estado reconociera que esa potestad sobre la vida y la muerte de la mujer está vigente. Basta ver cifras: 270 casos de feminicidios en Bolivia entre marzo de 2013 a octubre de 2015 (Cidem).
¿Qué es el feminicidio? Es el asesinato de la mujer por hecho de serlo. La organización Sisma Mujer nos dice que no es algo que se da de un día para el otro, sino que sigue un largo proceso que tiene cuatro patrones identificables:
El primer patrón se expresa en un historial de violencia física y psicológica del hombre hacia la mujer, del cual el entorno cercano —amigas y familiares— están al tanto. Incluso saben hasta los vecinos, por los gritos, llantos, golpizas que llegan a escuchar periódicamente. Además se identifica la pasividad del Estado ante la denuncia de la mujer que ha sido pegada y lesionada. Puede darse que la mujer solicitó protección, quiso reportar las agresiones, y las autoridades fallaron al punto incluso de disuadir a la mujer de sentar denuncia de maltrato. Casi una complicidad estatal con lo que se avecina.
El segundo patrón que permite vislumbrar el futuro feminicidio son las relaciones de poder que el agresor ejerce sobre la víctima. Si es una mujer que asume el trabajo doméstico del hogar, la postergación y la falta de independencia económica, la exponen a la violencia de su pareja. Si es una mujer que trabaja y tiene independencia, las agresiones se pueden realizar en el control de llamadas y mensajes que ella recibe, las amistades que tiene o deja de tener.
En el tercer patrón, se tiene a la mujer que al tratar de terminar esa tóxica relación es asesinada, al ser la mujer concebida como un objeto, una cosa de su propiedad. Los agresores ejercen una suerte de castigo, una especie de un legítimo ejercicio de uso y dominio sobre la mujer y por eso les quitan la vida.
Como cuarto patrón, es frecuente observar que el caso queda en la impunidad. Debido a que permaneció demasiado tiempo la averiguación del hecho y luego renunciar a la investigación exhaustiva, el Estado cierra el proceso. O puede presentarse una modalidad de impunidad peor, al recibir el agresor una sanción parcial, con una pena semejante a la de un hurto. Peor aún, de ser excluido de toda responsabilidad.
Se puede combatir el feminicidio entrenando a la Policía, jueces, incluso a los médicos forenses a reconocer los patrones que desencadenan en un feminicidio y actuar desde una fase temprana. Si la mujer va a sentar su denuncia, que un visitador indague el historial de violencia en el entorno familiar. Si la mujer quiere terminar esa relación toxica, entrenar a los jueces a que no insistan en conciliación o terapia, que no ordenen que el esposo siga bajo el mismo techo, sino imponiendo orden de desalojo.
En resumen, el feminicidio no se da de un día para otro, sigue estas fases ya descritas que se pueden detectar desde sus inicios. Roma fue cosa de una época. Hoy tienen que soplar otros tiempos.
El autor es ingeniero.
Columnas de DIEGO ALFONSO ROJAS CASTRO