El derecho a la libre circulación
Uno de los derechos reconocidos por la Constitución Política del Estado es el de la libre circulación, por lo menos en el papel. Sin embargo, parece ser que en nuestra ciudad este derecho se vuelve poco a poco en un privilegio que cada vez cuesta más esfuerzo tener y mantener por distintos motivos, entre ellos el excesivo crecimiento del parque automotor, eventos como el Corso de Corsos, partidos de fútbol y vendedores ambulantes que ocasionan el cierre de las vías con todo desparpajo.
Este pasado miércoles 6 de julio queda como muestra de los niveles de caos y congestión vehicular a los que puede llegar nuestra ciudad. Y es así cada vez que hay algún partido de fútbol de mediana importancia que sólo interesa a los fanáticos de ese mal llamado deporte rey; la ciudad se convierte en un atolladero por el cierre de vías que las propias autoridades proceden a realizar.
Recordemos que la construcción del Estadio Félix Capriles se dio inicio en 1938, y fueron prisioneros paraguayos de la Guerra del Chaco los que iniciaron la excavación de los cimientos en lo que entonces eran las afueras de la ciudad. En un acto criminal lamentablemente se sacrificó la Laguna Cuéllar, llamada así por haber estado en predios de propiedad de la familia Cuéllar, ubicada en el sector sudoeste de lo que hoy es el Estadio, de superficie algo mayor a una hectárea y rodeada de parajes llenos de sauces y molles.
Las “Afueras de ciudad”, porque, para hacernos una idea de la percepción de las distancias de aquel entonces, cuando la gente “viajaba” en el ya desaparecido tranvía desde la Plaza Principal hacia Cala Cala, ¡los familiares iban a despedir a los viajeros con pañuelos en mano! Sin embargo, hoy en día esa infraestructura ha quedado en un lugar crítico para la circulación vehicular y peatonal como es la Av. Libertador Simón Bolívar.
Lo mismo pasa cada año con el Corso de Corsos y demostraciones previas. Si bien hace unos años se intentó mover dicho espectáculo a la Av. Beijing, sólo quedó en intentos por la sabia y férrea oposición de los vecinos de esa zona y sobre todo también por el asesinato a sangre fría que cometieron unos pandilleros delante de toda la gente que allí estaba.
Pero el suplicio no se limita a ese tipo de eventos de mediana envergadura. También cada fin de semana se cierran varias vías por vendedores ambulantes para instalar ferias. Y en la propia cancha, es una pena mirar aquella plazuela prisionera detrás de contundentes rejas de fierro forjado para evitar que sea avasallada por los vendedores. En la Cochabamba de hace 100 años, había un corregidor a caballo que con fusta en mano se encargaba de espantar a los vendedores que osaban poner puestos de venta en la acera, pero al ser cada vez más al final les asignaron el manzano del mercado Calatayud, con el consiguiente desborde del comercio informal que tenemos hoy.
Es hora de reflexionar y tomar acciones sobre el descontrolado aumento del parque automotor con autos de segunda mano que tanto contaminan la atmósfera y saturan las calles de nuestra ciudad. Igualmente, repensar dónde se puede trasladar tantas actividades en el espacio público como festividades que al realizarse en vías céntricas de la ciudad sólo perjudican la vida de la gente que nada tienen que ver con estas. Y finalmente, misión casi imposible, recuperar las calles de la ciudad para que Cochabamba deje de ser la “ciudad mercado” y podamos, por fin, ejercer plenamente nuestro derecho a la libre circulación.
El autor es ingeniero
Columnas de DIEGO ALFONSO ROJAS CASTRO