Más que un día
Es posible prever que hoy la gente se volcará a las calles para pasear, andar en bicicleta, comer, observar uno que otro espectáculo organizado para amenizar el paseo, actividades impulsadas por los gobiernos departamental y municipal, iglesias, organizaciones no gubernamentales dedicadas a la defensa del medio ambiente, y también hay un largo etcétera que se convierte en un infierno para quien quiere sólo pasear y disfrutar de un día libre de motorizados.
Sin duda, el día del peatón tiene muchos adeptos, aunque, se debe reconocer, aumentan quienes están en contra, y razones no les faltan. Más allá de las evidentes incomodidades que provoca la ausencia de motorizados para el traslado de la gente, particularmente en casos de viaje o salud, el objetivo central del día del peatón, que es reducir la contaminación ambiental, es violentado por otro tipo de contaminantes. El incremento de la basura es el principal. Contradictoriamente, buena parte de la gente que sale a las calles no respeta una mínima norma de convivencia urbana que es no convertir las calles en basurales.
Le sigue la contaminación acústica que no sólo se debe a los espectáculos que se organizan, sino a que, debido a que las calles y plazas son convertidas en gigantescos comedores donde, sin respetar básicas normas de higiene, se elabora y vende comida, con todo lo que ese proceso implica: olores, basura, aceites que se echan en el pavimento, etc., etc., y usan gigantescos parlantes para promocionar las ofertas culinarias
Ni qué decir del comercio. En la medida en que las avenidas y calles se transforman también en centros comerciales, donde se vende de todo, la propaganda mediante altavoces hace temblar cuerpos y estructuras.
Obviamente, las propuestas de suspender los días del peatón podrían ser comprensibles; sin embargo, no atacan el problema de fondo que es la elevada contaminación que registra Cochabamba y que cada día alcanza mayores grados de gravedad. Los días del peatón, en ese sentido, son paliativos, pero totalmente insuficientes.
De ahí que, además de establecer jornadas para reducir la polución, es preciso organizar un sistema de permanentes campañas de educación urbana y medioambiental, ayudando a crear una renovada cultura urbana. Ninguna de estas actividades es fácil.
En el primer caso se requiere de una voluntad de hierro dirigida a evitar que se aproveche estos días para contaminar de otra manera el ambiente. Como en los corsos, las entradas y cuanta actividad al aire libre se organiza hay un sector informal voraz y masivo que se apropia del espacio público para generar nuevos ingresos. Se trata de un sector con poder económico y político ante el que las autoridades tiemblan, pues no sólo ofrecen votos contantes y sonantes, sino que tienen la capacidad de alterar o no una pacífica relación cotidiana.
Además, organizar una jornada como ésta, que cubre todo el territorio, es una difícil tarea que, por la experiencia, supera de lejos la capacidad de las instituciones, tanto del Estado como de la sociedad, más aún si hay una total resistencia a coordinar esfuerzos.
Si es difícil organizar una jornada, cuanto más complicado es impulsar una campaña permanente de educación urbana, más aún si siempre está lista a obstaculizarla la tentación de convertirla en centro de un proselitismo sectario.
Por eso mismo hay mucho que hacer para que los días del peatón sean la extensión natural de un proceso de educación urbana cuyos pilares fundamentales sean el respeto al espacio público y al otro ciudadano, porque estamos convencidos de que es la única manera de convivir en forma pacífica, democrática y cada vez mejor.
El autor fue director de Los Tiempos
Columnas de JUAN CRISTÓBAL SORUCO QUIROGA