Crisis, ajuste fiscal y programas electorales
La bonanza exportadora ha terminado y empezamos a vivir la temporada de las vacas flacas. Tal vez muchos no sientan su llegada pues algo de la abundancia todavía queda en las cuentas y los almacenes. Pero las tendencias son muy claras y anticipan un periodo de estrechez y austeridad.
La variable síntesis es, en este momento, la que mide las Reservas Internacionales Netas. En ellas confluyen los resultados del comercio exterior, del endeudamiento y en parte también del desempeño del sector público. Cuando exportábamos más de lo que importábamos, y gastábamos menos de lo que ingresaban a las cuentas fiscales, las reservas aumentaban.
Eso ocurrió hasta Noviembre de 2014, cuando alcanzamos el nivel más alto de reservas de nuestra historia: 15 mil millones de dólares. Pero desde entonces han empezado a bajar y hoy ya están cerca de la mitad de esa cifra. Eso se debe a que las exportaciones han bajado, tanto debido a los precios en que se venden como a la menor cantidad disponible para exportar. Al mismo tiempo han seguido subiendo las importaciones y llevamos ya varios años de déficit comercial, que implica salidas netas de divisas.
Como la fuente principal de los ingresos fiscales son los recursos que provienen de las exportaciones, por impuestos y regalías, ellos también han caído. Pero el gasto fiscal no. Al contrario, ha seguido expandiéndose bajo la ilusión política que supone que ese gasto crea demanda y ésta a su vez estimula la producción. Pero lo que estimula es la oferta, que se compone en gran parte de importaciones, por lo que el problema no se resuelve sino que se agrava.
Con menos dólares en la economía y más demanda para usarlos en importaciones, se genera una fuerte presión sobre el tipo de cambio, cuya estabilidad depende cada vez más de decisiones políticas que de condiciones económicas.
En este preocupante panorama tienen lugar las elecciones, ya enturbiadas por la falta de respeto a la Constitución y al referendo del 21F. En ellas los candidatos compiten por atraer el apoyo de los ciudadanos, exhibiendo promesas de bienestar, y tratando de diferenciarse por la definición de bienestar y por las políticas que aplicarían para llegar a ese destino.
La probabilidad de una crisis y la necesidad de realizar ajustes que nos permitan superarla en corto tiempo son temas que, comprensiblemente, eluden los candidatos. ¡Nadie quiere hacer campaña en base a malas noticias! Eso es muy lógico y comprensible. Pero ignorar los problemas no los hace desaparecer.
Los programas electorales son, en este tema, claramente diferentes. Con distintos énfasis, todos admiten que se viene un periodo difícil, pero mientras el MÁS lo atribuye a factores externos, Comunidad Ciudadana pone de relieve la corrupción y el despilfarro, sugiriendo que la cuestión central radica en la gestión pública. La diferencia sustancial entre CC y Bolivia Dijo No surge a este respecto pues mientras CC propone un Estado más controlado, BdN propone menos intervención estatal.
Todos reconocen también que en el futuro es imprescindible aumentar las exportaciones y saben que la base exportadora fundamental que tenemos son los recursos naturales. Por ello, si bien coinciden en plantear la superación del modelo primario exportador, dejan entrever también que lograrlo no será fácil ni rápido.
También coinciden en que debe modificarse la composición de las importaciones. El MAS propone restablecer una política de “sustitución de importaciones”, olvidando que ella fracasó y causó enormes daños en las economías donde se la intentó aplicar. CC pone de relieve la lucha contra el contrabando para reducir las importaciones ilegales y, al igual que BdN, propone dar prioridad a importaciones de bienes de capital y tecnología.
Las mayores diferencias las encontramos en el tratamiento del déficit fiscal. El MAS propone una vaga meta de “sostenibilidad fiscal”, y ofrece seguir utilizando la política fiscal como instrumento redistributivo. CC dice que tratará de controlar el déficit en su gestión para empezar a reducirlo en la siguiente, y BdN avanza la propuesta más concreta: reducir el gasto fiscal hasta eliminar el déficit bajo una ley que establezca la obligación de mantener cierto equilibrio en gastos e ingresos, e impida superar límites preestablecidos a la deuda pública. Obviamente, esto implicará la reducción del aparato estatal con el consecuente cierre de reparticiones innecesarias y de empresas deficitarias. Esta alianza espera que una dinamización del sector privado de la economía genere los empleos e ingresos que hoy son subsidiados por el déficit fiscal. La reducción de impuestos y simplificación de trámites, que ya analizamos en otro artículo, sería el instrumento fundamental de política económica para alentar las inversiones.
Finalmente, la cuestión del tipo de cambio o el valor relativo de la moneda marca también una gran diferencia entre los partidos. En este tema el MÁS se limita a reivindicar la “estabilidad macroeconómica” con la implícita promesa de sostenerla, lo cual supone también que los mercados internacionales funcionarán como ya dejaron de hacerlo.
CC hace la promesa explícita de mantener el tipo de cambio para “apoyar a la industria nacional” (sic), pero al mismo tiempo ofrece un Banco Central despolitizado y técnico. Si se lograra esto, la política monetaria sería administrada con independencia del Poder Ejecutivo y, por tanto, no tendría valor la promesa inicial. Seguramente por ello, BdN enfatiza su propuesta de restablecer una administración independiente del BCB, que deberá encargarse de gestionar el valor y la estabilidad de la moneda.
Enfrentar la crisis que nos amenaza requiere un cambio de políticas. No basta formular nuevos objetivos si al mismo tiempo no se plantean nuevos medios para alcanzarlos. Los planes electorales abundan en objetivos (que son promesas) pero son escasos en plantear políticas o medios específicos. El debate debería centrarse en éstos. Ahí pueden identificarse mejor las alternativas. Ya sabemos que se viene un ajuste y que las promesas no serán suficientes para administrarlo. Incluso pueden terminar siendo un lastre que haga más costoso el futuro.
El autor es investigador de Ceres
Columnas de ROBERTO LASERNA