Sínodo amazónico
Cuando el papa Francisco visitó Chile en noviembre de 2015, hubo críticas de los conservadores católicos porque recibió de buen grado no sé qué adornos que le obsequiaron los mapuches. Aclaro que ahora está de moda llamar mapuches a los araucanos. Los mapuches eran la nación o federación araucana norteña, en tierras aledañas a la actual ciudad de Santiago; éstos fueron conquistados por los incas. Más al sur vivían los picunches y más allá los huiliches.
Dejando a tantos chés, esa aceptación consciente del papa Francisco de símbolos del paganismo indoamericano, la acaba de repetir en el sínodo que presidió en la Amazonia. Allí, indígenas le obsequiaron dos imágenes femeninas de madera representando fuerzas y virtudes de la naturaleza. Una es de una mujer con cabello largo, en cuclillas y grávida, representada a la usanza de estos pueblos; se indicó que representa a la Pachamama. El caso es que en la Amazonía (con acento) peruana es fuerte la influencia del idioma quichua, por eso el uso de este nombre.
Llegado a Roma, el papa Francisco hizo poner ambas imágenes amazónicas en una iglesia. Pues fueron los fanáticos y las arrojaron al río Tiber, de donde han sido recogidas para ser guardadas. A esto, el Papa ha transmitido su comentario que el cristianismo triunfó amalgamando creencias de las sociedad romana con el evangelio. Como quien dice, creer o no en la Pachamama, como entidad espiritual o como símbolo, en nada altera al evangelio, así altere a los evangélicos.
Por ejemplo, en el Antiguo Testamento no hay referencia positiva a los cumpleaños. Empero, ¿es contrario a la enseñanza evangélica festejar cumpleaños? No tiene nada que ver. El Antiguo Testamento dice, como si fuera palabra directa del Padre Eterno, que los varones adherentes al pueblo de Israel deben circuncidarse. Primero, que Dios no habla, como tampoco habla la gallinita de Les Luthiers. Segundo, que los que no son israelitas no están obligados a circuncidarse. Jesús predicó contra las supersticiones, puestas en boca de la divinidad. Su enseñanza fue ética, aunque los teólogos cristianos hayan sostenido que la fe es lo que salva. Pero Jesús dijo, y está literalmente en los evangelios, que la fe sin caridad no vale nada, nada, nada. La fe da firmeza a las creencias, a las convicciones; pero es un instrumento y nada más. La caridad es la benevolencia y la corrección en las actitudes y en los hechos, no es dar moneditas para guardar las apariencias.
Jesús enseñó que se debe amar al prójimo como a sí mismo, tal como está dicho en el Deuteronomio y lo enseñó Confucio.
Cuando se dice que Jesús puso en entredicho la legislación del Antiguo Testamento, no es porque tuviese malquerencia con Dios Padre, sino porque sabía que las prescripciones veterotestamentarias son obras humanas. Lo que enseñó y sus seguidores no pudieron entender, por estar atrapados en una corriente de baja capacidad intelectual, es que no se debe acatar prescripciones éticas que no estén refrendadas por la razón.
Para que se comprenda lo dicho, haré una comparación con el confucianismo. Confucio alabó a no sé quién que, por la muerte de uno de sus progenitores, hizo duelo riguroso durante tres años. Un pensador de ese tiempo dijo que con sólo un año era suficiente, pero Confucio halló esto indecente. Tal duelo significaba no festejar, ni casarse, ni comer carne, ni tener nuevos hijos. Para quien trabajase, no comer carne era debilitarse en su mismo trabajo. ¿Qué pasaba si la mujer quedaba embarazada en el lapso del duelo? Abortaba o mataba a la criatura al nacer, para evitar evidenciar la “indecencia”. Lo que es indecente y contranatura es el rigorismo confuciano, como lo es la doctrina “provida” en la actualidad.
El autor es escritor
Columnas de BERNARDO ELLEFSEN