De embromatos, drogos y tontos
Además de tomar fotografías, huellas digitales, medir peso y estatura de cada conscripto, en países del primer mundo se ha estado obteniendo su coeficiente intelectual. Resulta que en Finlandia, en los últimos años se ha constatado un descenso del coeficiente intelectual promedio de los reclutas en relación al pasado. El mismo fenómeno se constató también en otros países escandinavos. Con esta llamada de atención se averiguó más y se tiene por cierto que este fenómeno se da también en otros países del primer mundo.
Lo indicado es una grave anomalía. Se espera que el coeficiente intelectual promedio suba por varios factores, pero fundamentalmente porque la difusión de la educación pública obliga a hacer trabajar la sabiola, y también porque la mejoría en la alimentación sustenta el buen funcionamiento del organismo, incluyendo el cerebro. Esto, además de otros factores; pero los indicados son de gran importancia.
Ante este hecho se ha buscado un culpable: los bromuros o bromatos serían los que embroman la vida. La glándula tiroidea necesita de yodo para fabricar bien sus hormonas, que a su vez inciden en el funcionamiento de las demás glándulas de secreción hormonal, incluyendo la pituitaria en la base del cerebro. Resulta que la tiroides tiene la capacidad de absorber bromo en lugar de yodo, con lo que falla su buena producción de hormona tiroidea. Fuente de bromo para el organismo es el contacto con PVC; ni qué decir del bromo que se agrega al pan común en Bolivia.
Absorbiendo bromo se tiene debilidad en las secreciones tiroideas y eso afecta al funcionamiento cerebral. Pero se ha demostrado que no es sólo eso. Por ejemplo, los cultivos en los que se usa insecticidas intensivamente, pueden exponer a los trabajadores del agro al contacto con químicos que afectan a la tiroides, como lo hace el bromo. Esto se ha demostrado en Estados Unidos con los trabajadores que recolectan productos agrícolas manualmente; los lugares donde viven quedan contaminados y sus hijos tienen dificultades para estudiar.
Sin poner en discusión lo de los químicos empleados masivamente en agricultura, salta la sospecha que no es el bromo lo que embroma tanto. ¿Nos van a venir con el cuento de que en Europa no se drogan? Solemos cerrar los ojos para no ver lo feo. Las drogas, de una o de otra forma, permean nuestras sociedades. Y no me refiero a los alcaloides más o menos inofensivos, como los que tomamos en el té o el café; me refiero a los psicotrópicos.
Aunque no sea original en mis opiniones, no tengo la menor duda que fumar marihuana entontece. De paso pacifica, bueno para ser hippie. Pero vuelve tonto; es cuestión de perseverar. Pasar a drogas mayores es el camino para males mayores.
Tras el descenso en los coeficientes de inteligencia de los finlandeses y de muchos, muchos otros pueblos, podemos sospechar no tanto la acción de bromuros y embromatos, como de las drogas recurrentes.
Que la marihuana pueda tener efectos terapéuticos, aceptado. Al fin de cuentas varias drogas potentes fueron creadas originalmente como analgésicos. No era lo mismo ser operado o ser amputado de un brazo o de una pierna gangrenada, a la antigua serruchando mientras el operado aullaba, que con el empleo de una fuerte droga anestésica. Pero estamos hablando del uso terapéutico, no de la drogadicción.
La drogadicción es un mal mayor, terrible. Una vez bien asentada la drogadicción, es prácticamente una enfermedad sin cura. No es irreversible tratándose de marihuana, que suele ser la puerta de entrada para adicciones mayores.
A propósito, tienen buen criterio en Uruguay donde las farmacias están autorizadas a expender marihuana a sus usuarios habituales. Para comprar, los adictos a la marihuana tienen que registrarse y ser supervisados por asistentes sociales; se los trata como lo que son, enfermos en algún grado.
En el siguiente artículo, continuaré con el tema y verán como este mal de la estupidización es mucho peor.
El autor es escritor
Columnas de BERNARDO ELLEFSEN