Lecciones para aprender de Tiquipaya
Las lecciones aprendidas que nos deja el desastre en Tiquipaya son muchas, aunque haciendo un esfuerzo se podrían resumir en estas principales:
1.- Poco aprecio y entendimiento de la importancia y de los servicios ambientales que presta el Parque Nacional Tunari (PNT): si continúan los asentamientos ilegales –por lo tanto, su deforestación y destrucción– eventos como los de Tiquipaya serán recurrentes, no sólo en la zona ahora afectada, sino en Quillacollo, Colcapirhua, Cochabamba y Sacaba.
El PNT nos abastece de agua, absorbe el dióxido de carbono, asegura la humedad y preserva el clima de nuestra región. Su conservación asegura que esta gran montaña no se desprenda y se transforme en un gran alud de barro y piedras que llegue a los diferentes municipios del eje metropolitano, por tanto, nuestra armonía con este ecosistema es vital para nuestra sobrevivencia. En consecuencia, reglas y leyes claras entre los niveles nacionales (SERNAP), Gobernación y municipios son necesarias más que nunca. Hoy, por ejemplo, no se saben quiénes son los responsables de los asentamientos de más de 60.000 personas dentro del Parque en estos últimos años, además de haberles construido caminos y dotado de energía eléctrica.
2.- Mala planificación urbana y politización de decisiones técnicas: La planificación de una ciudad debe responder a lineamientos técnicos que tomen en cuenta la integralidad de los costos y beneficios que suponen, por ejemplo, la aprobación de una urbanización o el emplazamiento de una infraestructura cualquiera.
No se puede entender que el GAM de Tiquipaya haya aprobado asentamientos en pleno lecho de río sin haber asegurado mínimamente las franjas de seguridad de la torrentera de Taquiña. ¿Qué sucedió ahí exactamente?, habría que investigar para que no vuelva a suceder.
3.- Debilidad institucional e incentivos perversos: Una institución débil (sea ésta de cualquier nivel del Estado) no cuenta con los recursos técnico-legales para hacer defender sus decisiones técnicas y, en consecuencia, se somete fácilmente al poder político. La dotación de tierras por el INRA en el PNT o el solo haber “mirado al costado” es un ejemplo de la debilidad y apropiación política de esta institución. Además de lo anterior, es posible que incentivos económicos a las autoridades o políticos de turno hayan contribuido a esta catastrófica situación.
Lastimosamente, esto sucede en la mayoría de las organizaciones en nuestro país. Los factores antes mencionados, cuando combinados, generan un impacto exponencialmente catastrófico, como vimos el pasado fin de semana. La ciudadanía, las autoridades y todos quienes vivimos en esta ciudad debemos entender que no se puede tomar decisiones cortoplacistas o al calor de la presión de vecinos u otros grupos de interés y que para que nuestra metrópoli sea sostenible, debemos tomar en cuenta aspectos económicos, sociales, ambientales y de gobernanza que aseguraren que las decisiones sean las correctas en el mediano y largo plazo, y así podamos dejar a nuestros hijos un país viable y con futuro.
Es cierto que las acciones de prevención no generan rédito político, por tanto, las autoridades no las priorizan. La falta de acción hace que las autoridades jueguen a “cruzar los dedos” en cada época de lluvias y esto no puede seguir así. Tenemos la esperanza que estas lecciones sean internalizadas seriamente y que las decisiones técnicas se superpongan a los intereses políticos, brindando sostenibilidad y seguridad a nuestra población que somos todos los cochabambinos.
El autor es experto en desarrollo sostenible
Columnas de Eduardo Galindo Ávila