Cavilaciones de cuarentena
Transcurridos casi 14 años seguidos de inédita paz y estabilidad socio-económica en Bolivia (de la ascensión a la caída del poder de Evo Morales) los bolivianos, o la ciudadanía boliviana, si prefieren así, otra vez vive sumida en crisis.
Con crisis quiero decir merma, pérdida, o extinción incluso, de las “condiciones” (medios y recursos) que venían sosteniendo, tanto nuestros hábitos y rutinas diarias, como las metas que nos habíamos trazado en un futuro, más o menos mediato, a partir de aquellas condiciones, y a través de nuestro trabajo, claro.
Ampliando la cuestión de las “condiciones”, cabe recalcar que estas son de muy diversa índole y prácticamente infinitas debido a su cualidad mutable en el tiempo; basta decir que abarcan a la cultura del hombre y a la naturaleza en todas sus dimensiones. No obstante, y a fin de analizar la crisis, vamos a subrayar la estabilidad institucional del Estado, la estabilidad económica y la sostenibilidad de su crecimiento y de las oportunidades que brinda, la reproducción de nuestras costumbres morales o a su eventual ennoblecimiento.
El primer episodio de la zaga, comenzó con la crisis de Estado subsecuente al fraude del MAS en las elecciones generales de 2019, y cuyo desenlace acarreó la renuncia de Evo a la presidencia y su inmediato autodestierro. No podíamos saberlo, pero durante los bloqueos de octubre y noviembre de 2019, mayormente con pititas, y cual hecho premonitorio, tuvimos una suerte de ensayo para lo que vendría después y ahora sufrimos.
Evidentemente, las protestas contra Evo durante su caída, como expresiones de descontento político abarcaron a múltiples y diversos actores con intereses, móviles y anhelos muy diversos que, al margen del objetivo común, ¡tumbar a Evo!, abundaron en antagonismos mutuos, más que en la compatibilidad y la concordia.
No vamos a ahondar en eso ahora (o sea, en caracterizaciones de los actores). Entonces, la presidenta Jeanine Áñez, supo tomar las riendas del Poder Ejecutivo, ¿pero qué gobernabilidad le aguarda a los sucesores del actual Gobierno transitorio?, ¿cómo van a entenderse –en caso de no triunfar el MAS– con las seis federaciones del trópico cochabambino?, sean unos u otros, ¿qué pretenden hacer –si pretenden hacer algo o si realmente les preocupa– contra la corrupción endémica en todos los niveles institucionales del Estado, en especial, de los municipales y entidades autárquicas?
Sobre todo, y en lo concerniente al tercer interrogante, considerando que la corrupción en la administración pública, lejos de haber menguado durante la “era Evo”, parecería haber proliferado y haberse expandido hacia las mayorías antes excluidas, acaso ¿democratizado?, si bien con base en las mismas, o símiles, estructuras clientelares instituidas o galvanizadas en una revolución pasada…(En cuanto a la magnitud de la corrupción, no disponemos de los datos, ni de probas pericias técnicas, para cuantificarla).
Con el episodio II, irrumpe la frugalidad y posible colapso de las finanzas públicas y del aparato económico general, inherente a la precariedad actual de la producción gasífera y petrolífera del país, siendo ambas, la base de nuestra seguridad energética y el “sueldo” del país al mismo tiempo.
Como sea, qué nimio deviene aquello ante la emergencia sanitaria… La pandemia vuelve nuestro porvenir aún más incierto y sombrío, no obstante, la solidaridad y cooperación a la que su superación nos “obliga”, podría ensañarnos algo para componer el resto.
El autor es economista, llamadecristal@hotmail.com
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