Bajo la sombra del desconcierto
RICARDO POMA
Nadie se lo esperaba.
A todos nos agarró por sorpresa, ninguno pensó que nuestra casa pasaría a ser nuestro refugio y que cosas tan simples como el dar un abrazo serían imposibles.
Todos estábamos tranquilos, todos estábamos distraídos hasta que la corona se nos colocó, nos atemorizó, nos concentró y no sólo mentalmente, sino que socialmente también.
Tanto tiempo quejándonos de nuestro trabajo y, ahora, lo que daríamos por volver a trabajar. Nos quejábamos cuando íbamos y estudiábamos y ahora nos daría gusto el que no fuese desde la casa, vía virtual.
Nadie se lo esperaba, nadie.
Pero no todo es dolor, ya que hacía tiempo que no estábamos tan cerca de nuestros familiares sin que algún que otro horario interviniera. Hacía rato que no cenábamos todos a la misma hora, pues estábamos ocupados en nuestros tiempos, hacía rato que necesitábamos parar y no lo sabíamos. Y como por nuestra cuenta no lo íbamos a hacer, era de esperarse que algo nos obligara a hacerlo.
Nadie se lo esperaba, nadie.
Pero la enfermedad tampoco se lo esperaba, tampoco esperaba que aprovecháramos esta oportunidad para ser más solidarios y demostrar de que somos capaces, no se esperaba que continuáramos nuestros estudios, Incluso desde nuestros hogares. No se lo esperaba ni se lo ha de esperar, pues para siempre no durará esto.
Y justamente por eso es que, tarde o temprano, volveremos a nuestras calles, volveremos a abrazarnos, demostrarnos afecto y a seguir luchando por nuestros sueños imperfectos, no nos quedaremos aquí, justo cuando menos se lo espere.
Vamos a salir.
El autor es Estudiante de Ingeniería Química UCB - El Alto
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