El mundo bajo la dictadura comercial de China

La rivalidad entre China y EEUU no solo es la de los novios tormentosos en eterna pulseta política e ideológica, se extiende hasta los vastos campos de la economía, la defensa, la cultura y, sobre todo, la tecnología.

Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, la cuerda se tensó mucho más y el distanciamiento y endurecimiento en sus relaciones bilaterales se hicieron casi intolerables. Ciertamente, el pretendido dominio de China sobre el comercio mundial no es reciente, data de hace muchos años. Un régimen paradójico y a veces contradictorio en su sistema administrativo. Porque, mientras en lo social ejerce un gobierno dictatorial que somete a su pueblo a restricciones de libertad absoluta, en lo económico, su estructura capitalista es cada vez más voraz y ambiciosa.

China, ejerce un sistema capitalista desde 1978. Su promedio de crecimiento es de un 9% anual y de lejos se ha convertido en la capital comercial del mundo y con una tendencia a posesionar lo asiático antes que lo occidental. Las grandes marcas europeas tienen su nido próspero en este país en el que gobierna el Partido Comunista. Esta es su carta de presentación que le permite proyectar un dominio absoluto sobre el comercio mundial, incluyendo a EEUU, se entiende. De hecho, el llamado “shock chino”, en EEUU, se presentó en forma de una gran oleada de desempleo y clausura de fábricas que obligó, como por arte de magia económica, a dar un giro de 180 grados a empresas estadounidenses que tuvieron que mudarse hasta territorio asiático para aprovechar el bajo costo de la mano de obra.

Pero la dictadura del gobierno chino no solo es social ni política, sino también económica. Esos empresarios estadounidenses denunciaron piratería informática y robo de secretos comerciales. Se estima que el valor de la propiedad intelectual robada por China en cuatro años bordea la cifra de 1,2 billones de dólares. Desde esa forma comercial de hecho, China, ha labrado, sistemáticamente, un régimen de dominio económico absoluto en casi todo el planeta. Ha crecido a un ritmo sin precedentes históricos y su economía se refleja en un gobierno acaparador, dictatorial y brutalmente controlador. Es el ombligo del mundo y no está dispuesto a ceder un centímetro.

Latinoamérica es un claro ejemplo de ese su desarrollo avasallador. China, aterrizó en esta parte del planeta hace mucho más de una década. Su impostura comercial hizo migas con la tristemente célebre Revolución Bolivariana que estuvo al mando del extinto comandante Hugo Chávez y los países satélite: Ecuador, Argentina, Cuba, Nicaragua y Bolivia.

El país, a lo largo de los 14 años de Gobierno evomasista corrupto y dictatorial, otorgó carta blanca al dictador Xi Jinping para imponer su poder comercial y hacer lo que le viniera en gana. Y claro que lo hizo: tráfico de colmillos de jaguar, pieles y otras partes de animales silvestres, explotación de minas, control total en proyectos, humillación a trabajadores bolivianos y una gran deuda que el huido contrajo sin asco ni dolor. Claro, a China y al fugado le importaron un “calajo” la soberanía y la dignidad, lo importante era la explotación de materias primas que se vendían a excelentes precios. Para los nuevos ricos y capitalistas del masismo, viajar a China para hacer jugosos business era como hacer un viaje interprovincial. El neocolonialismo impuesto por el gaucho adoptado tenía el sello made in China, lo demás era cuestión de meterle nomás.

China, ha mandado al tacho todos los conceptos y proyecciones económicas y políticas ortodoxas. Hay pues, una paradójica amalgama ideológica que no se logra entender: economía capitalista, mercados mixtos. Partido Comunista en el gobierno, dictadura brutal, miles de nuevos millonarios forjando su riqueza, una clase media altamente productiva y sectores sociales que aún viven en condiciones de semiesclavitud.

China, con una población de 1.395 millones de habitantes, ha institucionalizado el karoshi una palabra que no existe en castellano. Karoshi en japonés, gwarosa en coreano o guolaosi en chino que significa muerte por exceso de trabajo, más aún si viven en un régimen de control absoluto.

Por su puesto que todo esto marca con rojo la delgada línea que existe con occidente. EEUU sabe que China se ha convertido en un peligro inminente para su economía y, desde luego, para su política exterior que, de un tiempo a esta parte, se ha venido complicando. Si 2019 sirvió para que se librara una guerra comercial entre ambos países, 2020 ha desvelado un tenebroso esquema beligerante sin tácticas ni estrategias de guerra armada, tanto para EEUU, cuanto para el mundo.

Y de pronto, su deliciosa sopa wonton fue reemplazada por la nauseabunda sopa Wuhan. Muchos expertos aseguran que la Covid-19, que se cocinó en un laboratorio de Wuhan, salió accidentalmente y puso el planeta de cabeza. Más de 14,8 millones de infectados y más de 615.000 muertos en todo el mundo. Las cifras son aterradoras.

¿Frente a qué enemigo nos encontramos? La carta enviada por Taiwán a la Organización Mundial de la Salud en 2019 fue la chispa que encendió un entuerto sin respuestas. Taiwán reveló correos que envió a la OMS alertando sobre la Covid-19 mucho antes de que se propagará por el mundo.

El pasado 9 de abril, el gobierno de Taiwán exigió disculpas al director de la OMS, Tedros Adhanom, que acusó al gobierno de Taipei de promover ataques en contra del organismo internacional por su gestión de la pandemia. “Hace tres meses el ataque vino de Taiwán”, dijo Tedros en rueda de prensa virtual, aludiendo a “insultos y calumnias”. Estas palabras despertaron la cólera de Taiwán, que las calificó de “acusaciones sin fundamento”.

Steve Bannon, exestratega de la campaña presidencial de Trump, asegura que varios científicos del laboratorio de Wuhan desertaron y que ahora están trabajando con el FBI para desvelar la tragedia. Steve sostiene que el FBI avanza en una investigación sobre la base de que la pandemia fue provocada por una filtración del Instituto de Virología en Wuhan y que el encubrimiento posterior equivaldría al “asesinato premeditado” de miles de personas.

Los investigadores de EEUU, Europa y Reino Unido, con quienes colaboran los desertores, creen que el coronavirus se propagó como resultado de un accidente en el que se realizaron experimentos para desarrollar vacunas y fármacos terapéuticos para tratar los virus del tipo Sars.

El 28 de abril, la viróloga Li-Meng Yan hacía, desde Hong Kong a EEUU, el vuelo más importante de su vida, iba a revelar todo lo que sabía con respecto al virus y el directo involucramiento del Gobierno chino en la tragedia que hoy vive el mundo. La experta tiene temor, pero asegura que no puede mantenerse callada: “La razón por la que vine a los EEUU es porque traigo la verdad sobre la Covid-19”. Según Yan, si tratara de contar lo que sabe en China, “harían que desapareciera y fuera asesinada”. Acusa directamente a los altos cargos del Gobierno chino de controlar la información sobre el coronavirus. Yan también asegura que tanto Pekín como la OMS conocían los riesgos de la Covid-19, pero lo ocultaron y mintieron sobre su transmisión.

La afrenta del Gobierno chino hacia varios países que exigen una respuesta coherente sobre la pandemia ya es abierta e insultante: Australia, Reino Unido, EEUU, Alemania, Francia e Italia, recibieron respuestas amenazantes de parte del régimen de Beijing.

En junio pasado, el Gobierno chino aseguró que el salmón importado desde Noruega podría haber sido el origen del nuevo brote de Covid-19 en Beijing. Sin embargo, autoridades chinas y noruegas coincidieron en que eso era poco probable. El Gobierno chino mintió y el comercio de salmón noruego sufrió una pérdida catastrófica en el mercado internacional.

El pasado 10 de julio, el Gobierno chino apuntó a la importación de camarón de plantas ecuatorianas como posible transmisor de la Covid-19. Aunque se concluyó en que es extremadamente improbable que el virus se transmita a través de los alimentos, las importaciones fueron suspendidas. Casi paralelamente, China, cortó las importaciones de carne de un total de 23 plantas, entre ellas Brasil, Reino Unido, EEUU y Alemania.

¿Reitero, frente a qué enemigo nos enfrentamos?

¿Será descabellado pensar que China ha iniciado una verdadera guerra comercial en pos de un dominio absoluto del mundo? ¿Acaso la pandemia del coronavirus podría ser una base oscura y tenebrosa sobre la cual yace un régimen dictatorial que impone y destruye y de la cual se vale para nutrir más sus ambiciones?

Para los hongkoneses, amanecer de un día para otro en un sistema diametralmente opuesto al que siempre vivieron se ha convertido en su mayor pesadilla. La nueva ley de seguridad ciudadana aprobada y puesta en vigencia en la isla tiene como objetivo criminalizar la secesión, subversión y colusión con fuerzas extranjeras. Pero también restringe, de un solo plumazo, el derecho a las protestas y la libertad de expresión.

¡La “Revolución de los paraguas” tenía razón!

¿Es el fin de un país, dos sistemas?

Tal vez sea como dice el militar retirado estadounidense, Robert Spalding: “China es la amenaza existencial más consecuente desde el partido nazi en la Segunda Guerra Mundial. Creo que es una amenaza mucho mayor que la Unión Soviética”.

En su libro, Guerra furtiva: ¿Cómo China tomó el control mientras la élite de EEUU estaba dormida?, Spalding desvela los misterios y la verdadera cara del Gobierno chino.

Las investigaciones respecto a cómo China manejó el tema de la pandemia están avanzadas. ¡Es cuestión tiempo! Mientras tanto, al menos debemos suponer que toda esta tragedia tiene un origen claro y los culpables tendrán que rendir cuentas al mundo y asumir la responsabilidad de esta catástrofe social y económica.

El autor es comunicador social