Desleal experimento
Camacho, con el 14% de la preferencia electoral radicada en Santa Cruz, se considera el líder de la protesta que derrocó a Morales, y representante de la renovación democrática.
Camacho no renunciara a su candidatura porque cree tener la misión de capturar el poder político por mandato regional. Percibe que crecerá más aspirando a desplazar a Mesa del segundo lugar, con el voto cruceño que será para él por afecto, no por “sentido común”. Renunciar significa su irrelevancia durante los próximos cinco años, entonces: ¿bajo qué lógica podemos esperar que renuncie? ¿No es paradójico que esta limitada visión política podría ser artífice del retorno de Morales?
Y, precisamente cuando la unidad política es imprescindible, su incoherencia fracciona el voto contribuyendo a que el MAS pueda alcanzar repudiadas mayorías parlamentarias. La contradicción está servida: si no se acepta hacer a Mesa Presidente, se prolonga el despotismo permitiendo la reelección del MAS para hundir más al país en la corrupción, la ineptitud y el avasallamiento institucional que dice combatir. Es la ética de la irresponsabilidad y de la inmoralidad. Evidencia así su traición al ciudadano, al automarginarse y desvirtuar la esencia del movimiento antimorales. Prefiere obtener una posición inmediatista irrelevante en el Parlamento que un deslumbrante en el futuro.
El deslegitimar el valor y los principios de la lucha ciudadana, es un ejemplo de como una conducta política corrompe una aspiración democrática. Camacho desprecia la necesidad de garantizar gobernabilidad y estabilidad política al futuro del Estado, que es de lo que se trata.
Por lo pronto, su partido se ha convertido en la fuerza política regional mayoritaria y tendrá incidencia en las elecciones locales y departamentales, pero si su pretensión es consolidar una fuerza política nacional aún no ha puesto el pie en el estribo. Enclaustrado, y con el impulso de sus militantes, confía en un vuelco mayoritario del voto de la derecha nacional, a su favor buscando erigirse en un outsider, pero comenzó muy tarde. Hace oídos sordos a quienes le alertan de su falta de racionalidad política, de su exagerado optimismo que le induce a sobrevalorar sus apoyos actuales y futuros.
En política se valora más la racionalidad e inteligencia política que la valentía. Bolivia no está para experimentos. Camacho, es un líder reconocido, pero no es suficiente. Un buen candidato debe cumplir con requisitos mínimos para ganar; el parece no ser consciente de sus carencias político-electorales y de su inviabilidad inmediata a nivel nacional, contar con el apoyo financiero de los empresarios privados y de los electores cruceños no es suficiente. Con unos pocos curules en el futuro Parlamento, fragmentado y con mayoría masista, no podrá gravitar en las decisiones ni en las leyes que se crearán. Podría sí ejercer de árbitro en el Legislativo; pero, si triunfa el MAS provocara su autoexilio.
El autor es abogado constitucionalista, Torresarmas1@hotmail.com
Columnas de WALDO TORRES ARMAS