Antagonismos autoritarios
No hay un solo tema –por terrible y profundo que sea– que no se banalice a partir del discurso polarizado que estos días caracteriza al espectro político boliviano. Ni siquiera se salva la pandemia que otra vez está bordeando un pico incontrolable con hospitales colapsados, vacunas que no abastecen, población irresponsable y la muerte rondando en cada esquina. ¿Y de qué se ocupan las autoridades, los militantes-soldados partidarios y/o fanáticos en general? De su guerra sucia, de sacarse los pelos por las tajadas del botín de la gestión pública, de anhelar y aplaudir que el adversario político haga las trastadas de turno, aunque las trastadas cobren la vida de ciudadanos/as.
Otro buen ejemplo es lo que sucede en Colombia, hoy escenario de una insurrección popular ante un Estado históricamente abusivo y con la consiguiente contraparte de masacres y aterradora violencia militar, policial y paramilitar. ¿Y cómo reaccionan los politiqueros, militantes-soldados y/o fanáticos en general? Simplifican las complejidades históricas y especificidades nacionales y coyunturales propias de Colombia y las trasladan a la gastada y mecánica dicotomía “masistas”/“pititas” como si el orbe girara en torno a la politiquería boliviana.
No obstante, no es nuevo ese maniqueísmo que reduce cualquier fenómeno de la realidad a los dictámenes de consignas y cuatro medias verdades cacareadas por ideólogos caudillistas. En realidad, tal parece que el mundo revive una especie de nueva “Guerra Fría” encabezada por grupos ultra reaccionarios y conservadores que se sienten agredidos por una liberación femenina y sexual cada vez más empoderada, sin contar que el racismo, el clasismo, el machismo, etc., se van consolidando como cabizbajas piezas del museo de la vergüenza. Entonces, no falta la reacción conservadora que tiene manifestación política en doctrinas “anticomunistas”, “antifeministas”, “antiprogresistas”, que parecen sacadas de la genial sátira de Kubrick –Dr. Strangelove– por su maniqueísmo ignorante.
La pregunta es si los fanáticos “anticomunistas” bolivianos tienen alguna remota idea de teoría política, de lo básico de la historia de la región y/o qué significa el “socialismo” y “comunismo” que tanto defenestran. Recordemos los raros episodios de cuando se colocó la canción El pueblo unido jamás será vencido de Quilapayún nada más y nada menos que en nombre de la lucha “contra el comunismo”, cuando esa canción se compuso para apoyar al gobierno de la Unidad Popular en Chile, un gobierno “comunista” que fue depuesto por los ídolos del anticomunismo mundial.
Al otro lado del espectro político fanático boliviano, se encuentran los que monopolizan autoritariamente el nombre y los simbolismos de la izquierda, cuando su práctica política es inconsecuente, incoherente y (para variar) conservadora, al punto que en cuatro periodos de gobierno “socialista” no se haya avanzado un ápice contra el extractivismo, el militarismo, el centralismo o el abuso de poder, al contrario. ¿Tendrá que ver con ello la esforzada formación política que dan a sus militantes al punto que definen al “socialismo” como “ser sociable”? ¿Qué hay de los progresistas organizadores del “Miss MAS IPSP” nada más y nada menos que para el 1ro de mayo? ¿Qué intereses hay detrás de una militancia a la que no se le da formación política mínima para que sepan de qué trata el sistema político por el que se les pide que den la vida?
En suma, ya aburre el disco rayado de una polarización con mismo fondo: conservadurismo autoritario, y que suele desestimar cualquier expresión de libre pensamiento alternativo, rebelde e informado.
La autora es socióloga
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA