Requisito elemental del orden
Nos quejamos —con razón— del desorden e inseguridad crecientes en esta nuestra querida Bolivia, algo nada novedoso y que viene de mucho tiempo atrás. Cada día hay más vandalismo, más suciedad, más accidentes, más gente tirando basura en las calles, más borrachos al volante, mayor tasa de criminalidad, múltiples marchas y bloqueos que obstaculizan la actividad normal, etc.
En un marco democrático apelamos a la “conciencia ciudadana” u otros factores morales para disuadir o convencer, pero no pasa nada. ¿Saben por qué? Porque falta el elemento fundamental de la ciencia política, su ecuación básica, sin la cual ninguna sociedad resulta viable para la vida en común. Ese elemento no es otro que una función de la relación entre castigos (posibilidad concreta de cárcel, multas o sanciones) y obediencia. A mayor probabilidad de sanciones, la gente tenderá a obedecer por temor de la multa o sanción y será relativamente obediente ante la norma de turno. A menor probabilidad de ser penalizada, la gente hará lo que le venga en gana. Así de simple.
Con el tiempo, la relación entre castigos y obediencia puede transformarse en obediencia voluntaria en la medida en que la gente internalice ciertas pautas de conducta colectiva y las “legitime”, pero siempre tiene que estar presente la amenaza concreta de la sanción posible. Sin ello, ninguna sociedad funciona. Si japoneses, alemanes y suizos (por dar algunos ejemplos) son ordenados es porque bien saben que detrás de sus actividades subyace un aparato de castigos múltiples si no obedecen a la ley, sea ésta cual sea.
Y aquí es donde autoridades locales y nacionales bolivianas fallan. Si un día se imponen sanciones, al día siguiente se las abandona o se las deja de lado. No hay constancia en la aplicación de la fuerza legal como control de deterioros sociales en múltiples actividades: desde pagar impuestos hasta bloquear caminos o directamente en acciones criminales, puesto que asesinos, violadores y ladrones salen de la cárcel sin ningún problema. Así, sucesivamente, se suman los factores de un posible caos. Obviamente, la autoridad verá reducida la posibilidad de hacer que se obedezca continuamente y se viva con respeto mutuo.
Podrán haber mil campañas, pero si no se cumple el requisito esencial del uso continuo de la fuerza —vía cárcel, multas y sanciones diversas— todo lo que se intente será un fracaso. El requisito esencial del orden radica en el equilibrio entre aplicación de castigos y generación de obediencias. Ha sido así y será siempre así en todo grupo humano, sea una tribu primitiva o una comunidad contemporánea.
El autor es economista y politólogo, agustinsaavedraweise.com
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