Componendas sobre el litio
Lo confieso: estaba deseando un caso de viruela del mono para uno que manda detrás de bastidores, después de olvidar otro quehacer debido a un pariente alemán o lo que fuere, que me tiene en medio de mi cuarto sin saber a qué fui o qué buscaba. Decidí tratar otro tropezón ‘originario´ que alerta el redoble de mi tambor: el litio.
Había recibido un artículo de El País, de Madrid tratando la ruleta corrupta de seleccionar una firma extranjera para fabricar algo menos salado, o de mayores réditos, por la empresa nacional formada con una varita mágica con bombos y platillos, y solo habían dado con la fórmula de producir salmuera.
Sea lo que fuera, días después, Los Tiempos de Cochabamba publicó una nota, con foto y todo, de un hijo sonriente del presidente Arce, acompañado de un par de ensacados teutones, quizá al que había que apostar a ganador en la puja, que aunque implicaba pujar, no era coprológica y tal vez dependía de quién daba más para el bolsillo, ¿o petaca?, del gestor. The Economis, publicación que tiene el stiff upper lip de los ingleses y que no cuenta chistes, habló de una subasta tipo Sotheby’s como si fuera una antigualla el antiguo mar de sal de Uyuni.
¿Será que los mandamases, sus familiares y sus ‘chupa-tetillas’ prefieren la ‘coimatología’ a la geología? ¿O será que me he vuelto desconfiado? Me voy por la segunda opción, después de Bakovic y los emails de alguna repartija en Caminos, de enterarme de cuentas bancarias de ‘picarones originarios’ del Fondioc, y quizá olisquear el buqué (la parte delantera, aclaro) de los calzoncitos Victoria Secret de alguna intermediaria de los chinos.
La cosa es que parece haberse desatado una fiebre mundial sobre el litio. Pronto el planeta respirará CO2 y los escarabajos peloteros (ninguna alusión a nuestros invictos patea-pelotas) no tendrán caca de elefantes para rodar en bolas a sus madrigueras, porque los paquidermos se han extinguido para cortarles los colmillos de marfil.
Chile y Argentina, con salares de tamaño estampilla comparados con el salar de Uyuni, están punteando en la carrera. Hasta Portugal está más adelantado. Bolivia parece optar por buscar el vellocino de dólares en el monte de Venus de alguna cholita. El cínico poder detrás del trono despotrica contra la corrupción, como si su ‘dedazo’ fuera escuálido como el de la Madre Teresa. Se habla del fin del auge del litio, pero la banca internacional se opone; los celulares, las laptop y los autos eléctricos lo necesitan.
La otra noche, arrebujado en dos chompas, calcetines, buzos, tres colchas y dos sacos de dormir, tiritaba como un explorador valiente que atravesaba nieves y helados glaciares sacando piezas de su laptop para sortear grietas y encender fogatas con sus componentes de litio. Mentira que no probó bocado, ya que en el permafrost siberiano hasta hallaron carne congelada de mamut. Mala noticia para los ganaderos del Beni, ya que con su ADN (tranquilos, cocaleros del MAS, Banzer ya murió…) revivirán las bestias enormes de la Edad de Hielo para solaz de los golosos de la hamburguesa y del trancapecho.
Menos mal que los antropólogos comen hasta anticuchos de víbora y guisados de sapo. Extrañaré a mis amigos alfabetizadores con los cuales escapábamos a una quebrada solitaria a comer sardinas en lata con cebolla y tomate picados: no alcanzaba para toda la aldea altiplánica. Pero la agresión rusa a Ucrania no deja exportar trigo, y a los muertos de hambre africanos no les alcanza un ‘tutumazo’ de maíz.
La hambruna se cierne sobre el mundo y los gobiernos están prohibiendo el desperdicio de comida, salvo para los turistas del Cancún mexicano, la Costa del Sol española y la Riviera francesa. Vuelvo a revolcarme en los tres millones de niños africanos muertos de inanición al año; el agua contaminada de un lejano arroyo donde baldean su diaria dosis para inducir chorros de diarrea; cuántos muertos y mutilados por explosiones rusas en Ucrania.
Reflexiono sobre el contraste de Mozart, Beethoven y Brahms, mientras tarareo La Marsellesa del final a la sombra de la torre Eiffel del Concierto de París, y me repica el “París, París, París” de un coro angelical, mientras botes de goma sortean el Mediterráneo con su cuota de migrantes. Apenas pueda, iré al Correo a comprar postales de ojosos niños altiplánicos con su puñado de chuño seco.
¿Qué nos pasa?
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO