Los efectos y no las causas
Se está haciendo costumbre en el país (me incluyo) el analizar los fenómenos gravísimos que nos suceden centrando la atención sólo en la epidermis de los hechos. Existe urgente necesidad de ir a las “causas”, ya no más simples recuentos, meras descripciones de sucesos que todo el mundo conoce.
Se tiene que centrar la atención en las “causas” que originan tanto fenómeno que asquea y espanta a la sociedad, pues se corre el riesgo de obtener un resultado verdaderamente malsano: el de acostumbrar a la opinión pública a ver, escuchar y leer todos los días sobre asesinatos, asaltos, corrupción, narcotráfico, estafas y otras monstruosidades como si fueran hechos “normales” encalleciendo el alma y la conciencia de los ciudadanos al punto que ya ninguna atrocidad ni cinismo llama la atención. La morbosidad es el pan de cada día. La sociedad está acostumbrándose a vivir en una Sodoma y Gomorra.
No se trata de ser un santo, porque nadie lo es, pero tiene que haber un límite a tanta brutalidad, desvergüenza, amoralidad y simulación.
La falta de trabajo, la pobreza están empujando a que se venda y se compre conciencias, que se ingrese en el siniestro mundo del crimen, de lo rampante, de la falta de vergüenza personal y desde luego de la politiquería. Todo se compra y se vende. Casi todo tiene precio y no valor.
Pero ¿cuáles son las “causas” de tanta atrocidad?, de ellas casi nadie quiere hablar. Corriendo todo riesgo de mala interpretación vayamos a un ejemplo sobre un tema que no tolera análisis: el feminicidio, palabra incorrecta al menos dentro de las Ciencias Penales.
Forzando situaciones, el feminicidio debería entenderse como la muerte que da un hombre a una mujer por odio al sexo femenino. Necesariamente el autor sería un misógino. Consecuentemente, el homicidio o asesinato infligido por un hombre a una mujer por celos, ambición de dinero o lo que fuera no es un feminicidio, es estrictamente un asesinato o un homicidio; por eso el Código Penal siguiendo la doctrina universal del Derecho Penal tipificando al asesinato y al homicidio dice genéricamente “El que matare a otro, será sancionado con…”, no especifica el sexo del autor ni de la víctima, pues para el caso en el que una mujer mate a un hombre llegaríamos al absurdo de decir que se produjo un “masculinicidio”.
El caso del “infanticidio” es diametralmente distinto al feminicidio porque está claramente establecida la “causa” y la “finalidad” de este delito el que se produce cuando “la madre” (no cualquier persona) da muerte a su hijo hasta tres días de haber nacido “para encubrir su fragilidad o deshonra” (Art. 258 del Código Penal). Si el autor es otra persona es un asesinato u homicidio.
Entonces ¿de dónde salió o quién o quiénes son los inventores del término “feminicidio” y para qué lo crearon? Dados los límites de un artículo periodístico, postergamos las repuestas para próximas oportunidades, bástenos decir provisionalmente que la “causa” para la utilización de esta incorrecta palabra responde a finalidades únicamente políticas, no emerge de las Ciencias Penales, tal es así que hasta existen movimientos sociales políticos en función de este invento.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA