La cohesión social, los terremotos y el turismo
Cuando se produce un terremoto, la vida de la sociedad se pone a prueba y se tensionan todas sus capacidades y valores. En el momento del evento, a veces unos segundos, se imponen el dolor, la destrucción y el caos, y es a partir de esa realidad que se inicia el proceso de reconstrucción y de resiliencia. Las sociedades que enfrentan esta situación comprueban el grado de fortaleza de los lazos humanos, los liderazgos, la solidaridad y la cohesión social que han acumulado. En esos momentos, no puede haber improvisación y la carencia de esas cualidades se comprobará inmediatamente en la capacidad y oportunidad de las reacciones.
Las tareas que le son consecuentes deben alinearse en el objetivo fundamental del salvataje, la vida, la protección de los socialmente débiles y, en última instancia, los bienes. Existen protocolos que deben cumplirse colectivamente siguiendo las experiencias de las sociedades afectadas para evitar que los daños sean mayores, pues su incumplimiento dificulta las labores de sobrevivencia y luego de mitigación y de reconstrucción.
En Bolivia no tenemos pruebas permanentes de esta naturaleza y los recuerdos de algún evento similar no son gratos. Quizás un incendio urbano, algunos aluviones con inundaciones, sequías, el incendio de la Chiquitania en 2019 y la pandemia de Covid son lo más cercano para explicar el fenómeno, pues estamos librados de soportar erupciones volcánicas y aquellos que tienen origen en el mar.
La enseñanza final de todos ellos es que por el dolor y la muerte las sociedades deben recomponer su vida y reiniciar la reconstrucción de su destino estableciendo acuerdos colectivos y tareas imprescindibles para lograr resultados.
En nuestras investigaciones hemos encontrado una situación positiva que puede adquirir un carácter similar en sus elementos básicos de sumar energías, establecer compromisos, desarrollar acciones concertadas y ejecutarlas de manera consciente y colectiva. Ya no desde el dolor sino desde la inteligencia. Ése es el turismo.
Cuando estudiamos las interacciones que deben cumplir los actores ligados a él, más de 20 de manera directa, pero la sociedad global en su conjunto como parte de compromiso, comprobamos el carácter encadenado de los sujetos y las acciones. El transporte, la hotelería, la gastronomía, la artesanía y los servicios en su amplitud total demuestran la vulnerabilidad frente al incumplimiento de alguno de ellos y las consecuencias negativas de la ausencia de compromisos colectivos. La importancia de este fenómeno enriquece la denominada Economía Naranja que se complementa con cultura, educación, tecnología, conectividad e inteligencia.
Hemos comprobado los beneficios colectivos del turismo desde la generación de excedente económico en el mejoramiento de las condiciones de vida de la sociedad en su conjunto, y el excedente simbólico que se enriquece con el duende de la cultura y del territorio. Hay países y sociedades que viven del turismo.
Nuestro último hallazgo es la producción de café ligado al turismo. Y, en ese campo, también tenemos condiciones y ventajas. Está llegando la hora.
Columnas de CARLOS HUGO MOLINA