¡Saludos, Vinto!
Vinto es esa hermosa campiñita de manzanas y maíces, que a 17 kilómetros de la ciudad de Cochabamba aún conserva su encanto natural, su tímido progreso y su cultura singular, que es un sincretismo de lo urbano con la tradición rural.
Su nombre viene del quechua wintu (esquina, recodo), y justamente en la historia ha demostrado ser la esquina del trayecto a occidente, una esquina con su bucólico paisaje, que se conserva pese a la avalancha urbana.
Vinto es tierra de la papa, maíz, verduras y frutas, y un símbolo vinteño era el ferrocarril, al que, durante el siglo pasado, cargaban de alimentos para el traslado a las minas.
De hecho, Vinto, a diferencia de los demás pueblos, no creció alrededor de una plaza, sino con epicentro en la estación de ferrocarriles. Su plaza principal llegó recién en los años 90, en la periferia de la zona urbana, junto con el nuevo templo de la Virgen del Rosario.
Vinto aparecía por mucho tiempo como un satélite de Quillacollo, aunque lentamente fue reclamando autonomía y hoy brilla con luz propia.
Dista mucho de ser ciudad. Y ojalá nunca lo sea, ojalá conserve siempre su característica natural y rural. Aún se puede disfrutar de los ceibos de Pairumani que enrojecen en octubre, la cestería de cañahuecas en Cercado y Chulla y la oferta de guarapo en San Jorge. Anocaraire, ombuyo y Pairumani resisten al fuego al pie del Tunari.
Vinto celebraba su aniversario el 23 de diciembre, pero al ser esta fecha vísperas de Navidad, el municipio trasladó su aniversario al 5 de septiembre. Y hoy, como humilde vecino vinteño aprovecho estas pinceladas para felicitar a mi tierra. ¡Felicidades Vinto!
Columnas de LUIS FERNANDO AVENDAÑO