Las oposiciones
Hay varias oposiciones. La que involucra a expresidentes o a los aspirantes más conocidos, la de los supuestamente nuevos que suma también a exautoridades de gobierno y algunas figuras regionales, la solitaria de Manfred Reyes Villa y la de otros, francamente intrascendentes que, para decirlo rápido y con respeto, hacen bulto.
Los expresidentes y un exministro han estado muy activos. Los tres visitaron a un gobernador detenido y los tres comenzaron a hablar de un posible proyecto de unidad. Es tiempo de redes sociales y ninguno pierde la oportunidad de compartir trayectorias, gustos, pasiones y hasta comidas.
El exministro quiso tener la primicia y aprovechó la presentación de su plan contra la crisis para revelar que ya hubo reuniones y que muy pronto se conocerán los resultados.
Se sabe sobre los acercamientos, pero todavía no hay acuerdo sobre cómo se elegirá al afortunado. De lo que sí se puede hablar con certeza es que de ese grupo privilegiado no saldrá una mujer. Mientras en otros países la historia cambia, en Bolivia la política continúa siendo el muy exclusivo y masculino club de Toby.
La discusión entre los precandidatos parece estar centrada en el cómo. Una encuesta es por ahora la única posibilidad, aunque tendrán que ponerse de acuerdo en la empresa responsable y si será boliviana o del exterior para evitar las susceptibilidades. Cuando se pongan de acuerdo en ese primer elemento, vendrá el cuándo, que puede ser, si bien les va, en el primer trimestre del próximo año.
La unidad pende siempre del hilo de los egos. Todos creen ser los mejores candidatos y seguramente les costará aceptar sin más el veredicto de un estudio cuantitativo, pero habrá que darles el beneficio de la duda.
El candidato solitario ha comenzado a perder el norte. Su mejor campaña era el silencio. Ahora habla mucho, pero dice muy poco. Ataca a sus eventuales adversarios y ofrece, en medio del panorama desolador de la crisis, un paraíso inalcanzable.
El debate sobre los viejos y los nuevos, los tradicionales y los renovadores, ha perdido un poco de impulso. Es como cuando las abuelas comentaban sobre el sexo del bebé: “que sea lo que sea, pero sanito”. Lo que pasa es que algunos nuevos no han dado realmente la talla y eso parece haber dejado en el camino a otros que venían con juventud y buenas intenciones.
Ya nadie se preocupa del programa. Es más, a la gente no le interesan mucho las propuestas. Que alguien diga que resolverá la crisis en 50 o 100 días suena a engaño. Tampoco la aparición de nuevas reservas de gas será cosa de magia y no estaremos entre los líderes del mercado del litio sólo porque alguien lo haya propuesto. Todo tomará su tiempo en un país donde las urgencias son cada vez más grandes que la paciencia.
¿Qué ofrecer entonces en un mercado electoral de escépticos? Tal vez menos soberbia y más sinceridad, además, claro, de mayor sensibilidad para identificar no lo que quieren las bolivianas y los bolivianos en general, sino las particularidades de las demandas, las diferencias generacionales, de género, de región, de comunidad y cultura, es decir todo aquello que es absolutamente imposible leer en una encuesta donde se pregunta sólo ¿por quién vas a votar o cuál es el principal problema del país?
Las oposiciones están aprovechando, unas mejor que otras, la decadencia de los liderazgos oficiales, pero todavía no encuentran el discurso que provoque, el liderazgo que seduzca, la señal que acerque y marque lo distinto en un escenario en el que todavía abundan los apáticos y desilusionados.
Columnas de HERNÁN TERRAZAS E.