Valor y rebeldía: la “pitita” que despertó a otra Bolivia
Piedras, llantas, calaminas, palos, plásticos, bultos, peluches, banderas y pititas por doquier, pasaron un día de ser simples objetos a muros de contención que empezaron a copar las calles de diferentes ciudades centrales e intermedias del país. ¿De dónde salía esta protesta? ¿Por qué? ¿Quiénes estaban detrás de ella?
El 21 de octubre de este año, un movimiento sin precedentes se gestó en Bolivia, luego de que un día después de las elecciones el Tribunal Supremo Electoral (TSE) de manera sorpresiva anunciara una ventaja suficiente para la victoria en primera vuelta del entonces presidente Evo Morales, en base a los resultados de conteo rápido del sistema de Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP) a más del 90 por ciento.
La palabra fraude caló hondo y casi de inmediato se levantaron las consignas: defensa del voto, democracia, libertad. Quienes hasta ese momento parecía que no habían tenido un rol activo en la política boliviana, asumieron voz y actitud propias para expresar inconformidad.
Se estaba despertando una rebelión contra el silencio. Y los jóvenes la estaban protagonizando.
Wilfford Miranda, un dirigente estudiantil de la Universidad Católica Boliviana UCB, confiesa que cada día de esta movilización fue una experiencia que le cambió la vida. “Miedo, tristeza, ansiedad, eran muchas emociones juntas y siempre me veía sorprendido por la respuesta de la comunidad boliviana. No solo éramos los jóvenes, también las personas mayores se unían”.
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“Estos 21 días de lucha significó también dejar individualidades y vivir una etapa de autoevaluación y autoconocimiento”, añade.
La protesta estaba instalada y el pedido era claro: segunda vuelta. Esta posibilidad fue rotundamente negada desde el Gobierno ya que defendían la posición de que las elecciones se realizaron con transparencia y que la victoria en primera vuelta de Evo Morales era irrefutable. El país se polarizaba entre quienes lo respaldaban y quienes denunciaban de manera más contundente el fraude electoral.
EL DETONANTE
En medio de una situación cada vez más tensa y convulsionada, Morales, en conferencias de prensa y discursos, exacerbaba los ánimos con polémicas frases, pero una de ellas fue el detonante.
“Me he sorprendido, ahora dos, tres personas (están) amarrando ‘pititas’, poniendo ‘llantitas’. ¿Qué paro es ese (...)? Soy capaz de dar talleres, seminario de cómo se hacen las marchas a ellos, para que aprendan”, dijo en una concentración realizada en Cochabamba, el 24 de octubre.
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“Ese día estaba en mi casa cuando escuché la frase del presidente y mis amigos me empezaron a mandar a mis grupos las fotos y lo que dijo avisando que se estaba burlando de nosotros y de nuestros bloqueos. Esa declaración fue determinante. Al día siguiente contratamos volquetas y piedras y salimos a bloquear, fue contundente”, recuerda Sergio Céspedes, uno de los jóvenes que participó activamente de las protestas.
En este punto el pedido de segunda vuelta ya no era suficiente. Estos grupos cada vez más consolidados en las calles y en las redes sociales, ahora pedían la renuncia de Evo Morales.
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“El paro cívico comenzó con cuerdas de lado a lado de las calle, banderas y llantas usadas. Evo se mofó diciendo que no sabíamos, que jugábamos a bloquear con pititas y llantitas, 21 días después Evo renunció”, así explica el efecto de esta movilización “pitita”, Roberto Alvarado, otro joven protestante.
“Hemos sido una generación tildada de individualista por ser nativos digitales, que no podía pensar en conjunto. Demostramos lo contrario empoderándonos de esta lucha. Evo dijo que nos enseñaría a bloquear y se burló de las pititas. Y nosotros le enseñamos como unificar a un país”, asegura Wilfford Miranda, impulsor de la protesta estudiantil en Cochabamba.
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El objetivo de este movimiento ciudadano fue cumplido con la salida del expresidente Evo Morales del poder, sin embargo, la activación del movimiento aún está vigente.
¿TIENE FUTURO?
Para el analista político Jorge Komadina, esta “ha sido la movilización ciudadana más grande por su carácter democrático, alcance nacional y sostenibilidad”.
“Es singular el hecho de que haya sido una demanda con múltiples sujetos políticos. En Cochabamba habían muchos grupos de las clases medias y gente de la zona sur que no siguió una instrucción partidaria, fue espontánea, multiforme (…) eso demuestra que la democracia representativa está profundamente arraigada en la conciencia de los bolivianos”, indica.
Sin embargo, la socióloga y politóloga Vivian Schwarz considera que la protesta en las calles fue el momento más poderoso y que aunque ahora se haya diluido se ha dado paso a algunos nuevos líderes con estructuras diferentes.
“Creo que yo no esperaba que hubiera tanta fuerza en la sociedad civil y hay un trabajo fuerte de sanación que queda por hacer aún”, señala.
OPINIONES
"Confieso que movilizarme por el respeto a la Constitución me ha permitido sentirme digna en esta ciudad por primera vez en la vida, aún así todo lo que sucedió después me ha quitado tanta tranquilidad y salud mental que estoy tardando un montón en recuperar".
Tania Imaña- La Paz
"La sensación de incertidumbre y el temor de estar rodeada de una muchedumbre que no te conoce y piensa que eres el enemigo, "vendido"... les dio derecho a agredir. Ese sentimiento se volvió una sombra impregnada en las calles".
Yvonne León- Cochabamba
CREATIVIDAD EN LAS CALLES Y EN LAS REDES
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Miles de jóvenes en el país, pero sobre todo en el eje central establecieron sistemas de organización que se manifestaron en creativas formas de resistencia en las calles. Aquí la tecnología jugó un papel trascendental sobre todo WhatsApp que era el medio más instantáneo y eficaz para comunicarse.
“Nos avisábamos todo por el WhatsApp, aunque al inicio era difícil, mucha desinformación, la gente se alarmaba porque llegaba todo tipo de noticias. Después nos ordenamos, primero armamos grupos en el barrio, luego en la universidad con 10 personas por cada uno, las que iban a salir a las calles y a partir de ahí todo fue más organizado”, explica Céspedes.
Para el docente universitario y consultor en tecnologías de la información y la comunicación, Marcelo Durán, la “generación pitita”, como luego se autodenominaron, es la respuesta a la negación en la que se ha mantenido a los jóvenes durante mucho tiempo, pensando que solo se podían quedar en el celular. “Nos demostraron que también podían tomar las calles”.
Durán considera que se gestó un termómetro de la indignación que no solo incluyó millennials, sino también centennials, es decir, una generación entre los 16 y 21 años que eran los que iban a votar por primera vez y los que también querían ser escuchados.
Si bien los jóvenes asumieron la responsabilidad de la protesta, no fueron los únicos que la sostuvieron, pues se gestaron otros lazos.
“Nos reuníamos desde las siete de la mañana y bloqueábamos hasta las diez de la noche, luego levantábamos para que pase el transporte pesado, así cada día, pero recibimos ayuda. El surtidor de la zona nos dio sillas, toldos, mesa y recuerdo bien que casi todos los días, doña Elsa, nos lo cocinaba, nos traía sándwiches (…) apoyábamos a las señoras y ellas también confiaban en nosotros”, relata Niky Berkhan, que desde Pacata, camino a Sacaba, uno de los puntos más críticos del conflicto, fue protagonista de una experiencia que marcó su vida para siempre.
“Ahora nuestra esquinita es simbólica. Conocí a gente de mi barrio que ni siquiera sabía que existía, como lo que mis papás me contaban antes, no pensé que podía pasar esto”, añade Niky.
La generación "pitita" en 53 historias
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Desde la voz de los protagonistas, “El libro de las pititas” recopila historias testimoniales de actores de la protesta de diferentes lugares del país.
La idea según cuenta, Alejandro Canedo, consultor en comunicación estratégica e impulsor de esta iniciativa, “al principio solo se nos ocurrió hacer un texto colaborativo para que cualquiera pueda escribir su historia y todos puedan consultarlas en línea, luego con la colaboración de algunos pudimos grabar el audiolibro y ahora lo imprimiremos”.
El libro cuenta con 53 historias, se imprimieron 500 ejemplares y esta semana se comienza a distribuir en todo el país.
“Estamos sorprendidos por la recepción que ha tenido el libro, además todo a sido ciudadano y colaborativo”, enfatiza Canedo.
Las historias son diversas, pero una de las que recuerda Canedo con particular afecto es la de un ingeniero que hizo la inspección de todas las actas, encontrando fallas y errores. Él relata su trabajo técnico y el esfuerzo que le tomó verificar todo hasta comprobar el fraude. Una vez que llega a esta conclusión, decide dejar su computadora y salir a la calle a luchar.
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#Pitita
La #pititatwittera tiene la obligación de corroborar la información antes de compartirla, con la imparcialidad que la caracteriza.
La generación #pititatwittera es aquella que con la bandera boliviana en la espalda defendió su voto y bajo la consigna: Nadie se cansa, nadie se rinde,
Es un movimiento que se generó a partir de que muchas cuentas bolivianas, especialmente las que tenemos pocos seguidores, son tachadas de "bots". Así como nos unimos con una #pitita por 21 días, nos unimos ahora con la #pititatwittera para que dejen de bloquear nuestras cuentas.
El movimiento en general ha dejado enseñanzas, explica Canedo. “Ahora sabemos que hay una generación altamente consciente y valerosa, hemos logrado que el poder entregado como un obsequio en blanco haya vuelto al verdadero soberano y en adelante cualquier político que quiera hacer algo lo va a pensar dos veces (…) La palabra pitita ya es una señal de alerta”.