Nina, la niña que busca la manera de encontrarse
Desde la portada, este cuento me llamó la atención. Con un formato y sobre todo con unas ilustraciones bien logradas y sugestivas, que mezclan el collage, el dibujo, las texturas y el crayón, entre otras técnicas, Ana G. Balletta, autora e ilustradora de este cuento ilustrado, nos sorprende con una historia fuera de lo común.
Nina es una niña que desde muy pequeña se muestra diferente al resto de niñas: desde muy chiquita, ella se la pasaba mirando a la luna y tenía una relación muy especial con esta:
“Cuando Nina estaba sonriente era porque empezaba el cuarto creciente.
Cuando la Luna se llenaba toda la noche Nina reía y cantaba.
Cuando la Luna decrecía,
Nina poco a poco entristecía.
Y cuando la Luna no estaba en el cielo porque era Luna nueva
Nina lloraba y lloraba de pena.”
Con un texto rimado y con toques de humor, la autora nos va presentando a una Nina que tiene gustos y hábitos extraños: empieza a tomar leche con la lengua en un tazón, le empiezan a salir colmillos, sus uñas crecen demasiado. En la escuela, en vez de cantar empieza a aullar, solo come carne y no ensalada, y, por último, su rostro se cubre de pelo.
Es así como, en un momento dado, Nina descubre que su padre tiene el mismo aspecto y tanto este como su mamá le cuentan que en realidad todos los miembros de la familia de él son… ¡hombres y mujeres lobo! La única “normal” de la familia es la mamá.
Y entonces, la autora hace un giro que me gusta mucho: habla sobre las ventajas de ser loba y niña:
“Cuando en el cielo la Luna llena aparezca, podrás correr y saltar por el bosque hasta que amanezca”.
Ana G. Balletta nos muestra un personaje con el que resultaría difícil identificarse: una niña lobo, y, sin embargo, gracias a las ilustraciones y, sobre todo, al enfoque y tono que ella utiliza, el lector cobra simpatía por Nina y por esta familia semilobuna: una mamá relajada y feliz, promujeres lobo, que lee “Mujeres que corren con los lobos” (de Clarissa Pinkola) y un papá lobo que le cuenta a su hija las ventajas de ser lobo: treparse a los árboles, saltar por el bosque en el medio de la noche, tener los sentidos y las garras más afinadas.
La autora, utilizando esta “condición”, la cual no es una enfermedad, como ella misma indica, hace referencia a todos quienes se puedan sentir diferentes y segregados de alguna manera.
Y, sin embargo, esta característica permite a Nina ser alguien que puede disfrutar la vida de otra manera, cimentando más fortalezas que debilidades, alguien que puede entrar en el bosque de la noche, y ver la belleza desde allí, encontrando su lugar en este mundo.
No por nada en la dedicatoria Balleta escribe: “Y dedicado a ti también, que buscas la manera de encontrarte”.
Con una ilustraciones sugerentes y bien logradas, esta autora- ilustradora tiene el doble mérito de haber logrado una linda historia ilustrada novedosa que se acerca mucho al libro álbum. Bravo por esta iniciativa para la literatura infantil boliviana.