70 años de danza y pasión: el legado de Lila Arzabe en escena
En este mes de la Danza, se rinde gratitud a Lila Arzabe de Irigoyen, quien durante siete décadas, fue mucho más que una maestra de danza, se convirtió en una arquitecta formadora de generaciones y una pionera que llevó el arte del movimiento a los escenarios, las aulas y los corazones bolivianos. Este 26 y 27 de abril, el teatro Achá se convierte en un espacio de memoria viva, donde exbailarines y músicos rinden homenaje a quien cambió el destino de la danza en nuestro país.
Arzabe fundó el Ballet Municipal de Cochabamba en 1954, una hazaña impensable para una mujer en tiempos donde pocas se atrevían a soñar con pisar escenarios. Su obra se extendió desde la danza clásica hasta la creación de un lenguaje propio dentro del folklore boliviano escénico.
Fue la primera en presentar obras completas, como El Cascanueces. También fue la primera en llevar la danza folklórica boliviana al escenario con una visión artística, consolidando el teatro-danza folklórica en el país. Su obra Romance Campesino es un ejemplo de su capacidad creativa, en la que plasmó las tradiciones y costumbres del pueblo boliviano a través de la danza y la música.
Paola Rivero, directora de la Academia Danzares y una de sus exalumnas, subraya que Arzabe de Irigoyen fue más que una mentora. “Ella sembró la semilla de la danza en Cochabamba”, afirma en una entrevista con la Revsta OH!
Desde su ingreso como estudiante al Instituto Eduardo Laredo, Rivero fue testigo del renacimiento del ballet Folklórico en 1988 bajo la dirección de Lila. Recuerda que, durante 12 años, viajaron por toda Latinoamérica —Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Brasil— llevando con orgullo la danza boliviana al mundo. “Hemos bailado y disfrutado del folklore y de compartir con otros países”, expresa.
Además de su talento como coreógrafa y gestora, la maestra Lila logró construir una comunidad apasionada por la danza. En 1993 y 1995, organizó el Festival internacional Sol de Septiembre con el apoyo de la Alcaldía de Cochabamba, una plataforma para el encuentro de compañías de danza de América Latina.
Arzabe también dejó su huella en la educación artística, ya que, desde su ingreso al plantel docente del Instituto Laredo en 1961, transformó la enseñanza de la danza en Bolivia desarrollando la especialidad de danza. Más tarde fundó su academia Ana Pavlova, y en 1978 viajó con sus alumnos a Estados Unidos, ampliando los horizontes de una generación de artistas.
A lo largo de su trayectoria, formó a numerosas generaciones de bailarines y maestros cochabambinos, entre ellos Mario Leyes, Hortensia Salamanca, Stella Pando, Martha Levy, Melo Tomsich, Sylvia Fernández, Paola Rivero, Carola Rivero, Mónica López, entre muchos otros. “Ella no solo nos enseñó a bailar, nos enseñó a vivir con disciplina, con entrega”, afirma Rivero, quien tomó la posta de la danza folclórica en Laredo desde 1996, tras la jubilación de su maestra.
En 2004, Rivero fundó Danzares como un espacio donde esa tradición siguiera viva, manteniendo el legado de su gran inspiración. “Este año quisimos hacer una convocatoria a todos los bailarines de la época de oro. Nunca pensamos que íbamos a tener tanta respuesta. Todos están emocionados, ensayando como si volviéramos a los años noventa”, destaca.
Lo que hace aún más especial el homenaje que se preparó durante semanas, es que cuenta con la participación de 30 exbailarines del Ballet Folklórico del Instituto Laredo. A ellos se suma el elenco estable de Danzares y músicos reconocidos, como el Grupo Yacu, Gilka Gutiérrez y Giovanna Antezana.
MÁS QUE DANZA
La historia de Lila es también la historia de la lucha femenina en las artes. “En los festivales internacionales, ella era casi siempre la única mujer directora de una compañía. Eso nos marcó, nos hizo ver que podíamos”, cuenta Paola. Desde los años cuarenta, cuando sus padres le construyeron una sala de danza en casa y traían maestros desde La Paz y Buenos Aires, hasta su consagración como referente nacional, Lila rompió esquemas.
Su legado se expande hoy más allá de sus propias coreografías, considerando que sembró bases sólidas para la danza contemporánea en Bolivia, siendo formadora de artistas como Melo Tomsich, quien desarrolló una escuela propia de investigación del movimiento. También dejó su huella en la danza clásica y en la formación integral de artistas que ahora brillan en el extranjero.
“El mayor desafío que enfrentamos hoy es preservar la esencia del folklore, la tradición y cultura”, sostiene Paola, más aún en tiempos donde lo visual y lo rápido dominan. “Lila siempre nos inculcó que el folklore no puede perder su alma. Podemos estilizarlo, pero no cambiar su esencia”, añade.
Además, para Rivero, el arte no es solo una carrera, sino una herramienta de vida. “La danza te enseña disciplina, constancia, respeto por el otro. Son valores que te acompañan siempre, seas o no artista el resto de tu vida”. Por eso, cree que debería ser parte de toda formación escolar.
El homenaje en el teatro Achá será más que un espectáculo, será un acto de gratitud colectiva, una forma de decirle a doña Lila, en vida, que su obra no fue en vano. “Queremos que Cochabamba vea todo lo que hizo y cómo marcó nuestras vidas. Que sepa que esta ciudad es hoy un centro de danza gracias a ella. Que la recuerden como lo que fue: una pionera, una visionaria, una mujer de otro tiempo”, concluye Paola con emoción.
Hay personas que no necesitan estatuas para ser eternas, basta una melodía de cueca, un vestido en movimiento o la vibración de un zapateo en el escenario para que su espíritu siga bailando. Lila Arzabe es, sin duda, una de ellas.