Gabriel Mamani: “Hay que entenderse a uno mismo como un aprendiz”

Economía creativa Evolución en Cochabamba
Publicado el 25/11/2019 a las 0h00
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Apenas ha pasado los 32 años y ya ha ganado la mayoría de los principales premios nacionales de literatura, siete para ser más precisos. Allí resaltan desde el concurso de cuentos Franz Tamayo 2018 y el Premio Nacional de Novela 2019 hasta los premios de Novela Juvenil 2010 y de Literatura Infantil 2012. Sin duda, el paceño Gabriel Mamani Magne es una de las mayores revelaciones en las letras bolivianas de las últimas décadas. Con verbo preciso y conceptos claros conversó con OH! sobre su vida y proyectos.

 

- Usted ha sido uno de esos vecinos paceños que crecen en las terrazas de la hoyada y sé que le apasiona el fútbol. ¿Cuánto de esa infancia y juventud le ha inspirado a escribir sus obras?

- Soy hijo de dos auditores y el mayor de tres hermanos. Crecí en una avenida muy larga que se llama Periférica, en el norte de La Paz. Cerca de mi casa había una cancha de tierra que estaba en la cima de una montaña. Yo iba a jugar allí, pero, sobre todo, me gustaba ir a ver los partidos con mi padre. Lo peculiar era que, cuando alguien pateaba muy fuerte, la pelota salía de la cancha y bajaba por la montaña. Entonces era divertido trabajar como pasapelotas, correr tras la pelota durante minutos entre su salida de la montaña y su llegada a la avenida.

Constituyen un escenario súper importante en el cual baso mis narraciones. En la mayoría de mis textos siempre están presentes mi infancia y mi adolescencia, el barrio, la geografía, mi relación con mis padres... Obviamente, no en forma directa, no intento hacer una obra autobiográfica. Simplemente tomo eventos, retazos, elementos, como el fútbol. Siempre me gustó el fútbol, lo jugué y miré mucho, creo que miro fútbol mejor de lo que juego.

Por ejemplo, en mi novela ganadora “Seúl, Sao Paulo”, el fútbol está presente a partir del gusto de los personajes por ese deporte. En algunos pasajes evoco momentos importantes de la historia del fútbol. Soy hincha del The Strongest, pero más que nada soy hincha del fútbol en general. Me gusta la estética del fútbol, me gustan, por ejemplo, las ligas alemana e inglesa.      

 

- ¿La literatura, el escribir, fue algo innato o en algún momento especial nació la vocación?

- Desde que fui niño siempre me atrajo la lectura, me gusta mucho la calma, amo el silencio. Entonces siempre tuve predisposición para el trabajo literario. Ahora, cómo desarrollar la técnica, cómo escribir de forma ordenada, cómo escribir cada vez mejor, eso sólo se logra con práctica. No creo que sea algo innato.

Todos nacemos con la capacidad de narrar, somos seres de narraciones. De niños nos gustan los cuentos, luego las películas…todo el mundo tiene una vocación narrativa. Ahora, otra cosa es cómo gestionas esa vocación. En mi caso esa gestión se produjo sólo a partir del trabajo.

 

- ¿Por qué entonces estudió primero derecho y no literatura?

- Por temor. La educación boliviana no te prepara para que tengas el valor de escoger la carrera que te gusta. Hemos monetizado las pasiones. Cuando los de mi generación teníamos 18 años pensábamos antes de en “qué amo hacer” en “qué me va a dar de comer” o “qué me va a dar más plata”. Tenía esa dicotomía a la hora de pensar en la literatura o el derecho, por una cuestión de influencias me incliné por el derecho.

Fue un desastre porque si bien el derecho, como ciencias jurídicas, es bellísimo, como práctica es lo más repugnante que hay en este país. Sin embargo, luego de acabar derecho, hice una maestría en literatura y con ella pude llenar algunos huecos respecto al acontecer de la literatura.     

 

- ¿Y cómo pudo financiar esa vocación que en el país resulta difícil convertirla en un trabajo?

- Hay que ser estratégico porque no es un secreto que en Bolivia se lee poco. Empecé a publicar en 2010 cuando gané el premio de literatura juvenil con la novela “Academia Europa”. Eso me abrió las puertas no sólo por el beneficio del premio, sino que usé el dinero del premio como base financiera para poder dedicarme a la escritura en los años siguientes. A partir de entonces empecé a escribir por encargo, reportajes, crónicas, en periodismo, también en edición. Uno va construyendo lazos, el trabajo va hablando por vos y se va haciendo más fácil.

Actualmente, además de la escritura de ficción, me dedico a la escritura de crónicas. He trabajado con el diario Página Siete. También gané fondos y becas. Durante los dos años que escribí la novela ganadora del Premio Nacional, en Brasil cursaba una maestría de una beca financiada por el Gobierno brasileño. También imparto talleres de escritura creativa y realizo traducción de textos del portugués al español y edición de libros.

Hay modos para hacer que tu vida gire en torno al mundo del libro. Me parece que no es necesario renunciar a eso. Si bien uno no puede vivir de sus libros, se puede vivir alrededor de la literatura.

 

-  Creo que un punto clave es la disciplina para escribir. Parece que más de un escritor ha chocado con eso. ¿Cómo Gabriel Mamani se organiza en ese sentido?

- Cuando se trata de mis proyectos personales, intento trabajar escribiendo dos a tres párrafos por día. Muchos me han dicho que es muy poco, pero para mí es bastante porque soy muy minucioso con lo que hago. Ahora, cuando se trata de algún encargo, una edición o una traducción, o algún reportaje, allí acelero el paso. Trabajo como tres horas al día y una página y media por jornada. 

 Lo ideal es no dejar de trabajar cada día y cada día leer, leer bastante.

 

- ¿Cómo se escribe bien? ¿Cuáles son sus claves personales para ese fin?

- No hay una receta, de principio. Hay tantas formas de escribir como escritores. En mi caso ha sido cuestión de disciplina. Para escribir bien antes hay que haber escrito mal. En la literatura, como en cualquier oficio o profesión, todo es cuestión de práctica. Hay un momento en que el escritor se siente frustrado porque no consigue darle forma a lo que quiere contar. Sin embargo, luego de muchos intentos, se puede lograr.

Lo principal es no claudicar y entenderse a uno mismo como un aprendiz. Sólo con los ojos de un aprendiz uno tiene la voluntad de mejorar.

 

- Ha ganado premios en diferentes géneros, como cuento, novela, reportaje… y con diversos estilos. ¿Cómo maneja esa versatilidad?

- Soy narrador, es decir, me gusta contar historias. Cada historia me va exigiendo un género o formato, cada tema te va susurrando una forma. Entonces me enmarco en ella. Escribo narrativa, o sea, cuento, novela y crónica. Entonces la transición entre cada género no me resulta tan complicada porque pienso mucho antes de escribir. Leo mucho, me voy armando de elementos para que en el momento de escribir no me quede en blanco.

 

- Leí declaraciones suyas en las que relativiza el valor de los premios. Señala que no resultan garantía de que alguien sea un buen escritor. En ese marco, ¿cuán gratificantes han sido para usted esos premios? ¿Cuál de sus obras es la que más le ha gustado?

- No es que relativice, sino que trato de ser realista. Ni los premios ni los aplausos ni las buenas críticas del momento garantizan que tu obra vaya a sobrevivir. Por ello, no es bueno enceguecerse con consideraciones tan brillantes, hay que pisar tierra.

Todas mis obras han sido muy gratificantes. Les agradezco mucho a las entidades que organizan esta clase de concursos porque sin ellos el trabajo de la literatura sería más difícil de lo que es. Ahora, valoro mucho el Premio Nacional de Novela porque, además del tema pecuniario, puse mucho en la novela que escribí. Hasta creía que me había quitado demasiado. Pero ahora siento que la novela me está devolviendo todo lo que le di.

 

- ¿Ya ha apostado a algún premio internacional?

- Todavía no, pero sí quiero hacerlo. Es importante que los autores bolivianos sean conocidos afuera. Es importante no sólo por una cuestión de oficio, sino porque la mirada boliviana es única en el mundo. La mirada argentina, la mirada china, la mirada peruana, etc. son únicas en el mundo. Mientras nuestra mirada sea más conocida afuera el mundo más nos va a comprender.

Hay una mirada anglosajona para todo. Se lee, se escribe tanto en inglés que ya ha logrado capturar eso. Hay una mirada argentina también para todo porque los argentinos han publicado tanto y se los lee tanto que el mundo entiende esa mirada. ¿Pero qué pasa con la mirada boliviana? Por eso, quiero postular a algún premio internacional y que muchos autores bolivianos también lo hagan.

 

-¿Qué proyectos tiene en mente o en marcha?

- Tengo un libro de cuentos casi listo donde abordo mucho el tema de la adolescencia y la infancia. También está en curso un libro ilustrado con una artista. Quiero además escribir algunas crónicas sobre todo lo que ha pasado en el país en estos días intensos y oscuros.

 

- ¿Y algún proyecto a largo plazo?

- Quiero escribir algún día un libro sobre los clásicos de fútbol. Un clásico te habla mucho sobre una ciudad. Me gustaría ver lo que hay detrás de cada clásico y no sólo en Bolivia, tampoco sólo en los clásicos muy conocidos, sino en clásicos de ciudades lejanas, poco conocidas y distantes.  

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