Centenario del nacimiento de Jorge Rojas T.
Jorge Armando Rojas Tardío hoy estaría cumpliendo 100 años, nació el 28 de marzo de 1916, partió hace 9 años dejando una estela de remembranzas que hoy recordamos con especial cariño y admiración.
Fue un hombre que puso dedicación y esmero en todas las tareas que desempeñó, desde sus inicios como estudiante en el colegio La Salle, pasando por muchos años de profesional exitoso y generoso, que no cobraba a la mayoría de sus pacientes, pescador y cazador entusiasta, hombre público en varios gobiernos, católico practicante, creador e impulsor del equipos de sus amores: Wilstermann, patriota y defensor de la democracia, querendón de su terruño, especialista en flores, experto en crianza de canarios, gran entrenador de perros de caza, y sobretodo amigo incondicional de todo aquel que supo acercarse con confianza y respeto.
Hasta el último día de su vida fue honesto, y siempre nos decía que ese era el mayor legado que se podía dejar a un hijo, que nunca nadie le pueda hablar mal de su Padre, sobre todo en éste país, donde los valores siempre han estado trastrocados. El mensaje que había aprendido de su abuelo Prudencio y su padre Víctor, lo repetía como parte de una enseñanza de vida: “hijo, no aspires a ser el hombre más rico del cementerio”.
Enumerar sus virtudes es tarea compleja, y con el paso de los años, los pocos defectos que pudo haber tenido, han quedado resumidos a nada comparando con lo positiva que fue su vida.
Quizás su mayor virtud fue ser consecuente con su manera de pensar, no improvisó nunca, y una vez que tomaba una decisión, no paraba hasta lograr su objetivo. Citando a Amado Nervo, él mismo repetía “…yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje la miel o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales, coseché siempre rosas”. Su vida fue así, en cada actividad de su diario vivir era intenso y notable.
Salir a pescar o cazar con él era una experiencia inolvidable. Comenzaba con la preparación de los aparejos que era tarea a veces de varios días, donde meticulosamente seleccionaba el señuelo correcto, la caña adecuada, la comida y la bebida de acuerdo a la duración de la aventura. El viaje podía ser muy largo, pero se tornaba corto escuchando sus historias divertidas, varias poesías que tenía guardadas en su memoria asombrosa, agradeciendo siempre a Dios y celebrando cada momento, desde el primer brindis al alba que llamaba desayuno escolar. Cómo no extrañar y acordarse de esos momentos tan gratificantes; escuchar una recitación de García Lorca frente a los farellones del Tunari, desafiando al eco con su potente voz.
Caminar a su lado por el jardín o por el campo era recibir un aula de botánica de primera mano, sabía el nombre científico de centenares de flores, plantas y árboles, y siempre recordaba y agradecía a sus grandes maestros; Martín Cárdenas y Víctor Rojas. Cuántas tardes pasamos a su lado escuchando silbidos e injertando nuevas variedades de rosas. Con la delicadeza de un cirujano cortaba y preparaba el ojo de la nueva variedad que sería transferido a una nueva planta en la que preparaba un milimétrico espacio de recepción en forma de “T” y después procedía a vendarlo con rafia remojada que dejaba el injerto asegurado y protegido, y era cuestión de tiempo para ver el fruto de estos trasplantes que siempre parecieron mágicos, porque en primavera se convertían en una sinfonía de colores.
Parte de su apostolado médico era visitar a los enfermos y a los pacientes recién operados, esa era una aventura que podía demorar varias horas. Era un paseo de todas las noches, y a veces los fines de semana, más de una vez era necesario ayudarlo en las curaciones, haciendo las veces de auxiliar, cosa que no siempre era muy agradable, sobre todo para los hijos que no heredamos las condiciones para la profesión, pero siempre fue interesante acompañarlo, y casi siempre las visitas concluían en alguna tienda para comprar jamones, quesos y otras delicias para compartir en familia.
Fue a estudiar a Chile, con su hermano Jaime, donde además de la profesión conquistó a nuestra madre, Juanita, la chilena más linda y querendona de Bolivia, y la convenció de venirse a vivir a Cochabamba cuando apenas tenía 20 años. Entre los dos criaron a nueve hijos distintos, pero con líneas de comportamiento muy definidas y muy apegadas a la religión católica. Jorge y Juanita fueron excelentes padres, no descuidaron la educación ni los mensajes a ninguno de los hijos en ningún momento, y hoy nuestra madre continúa manteniendo unido el núcleo familiar que creó con el único hombre que amó en su vida.
Debemos mucho a Dios, pero Él no actúa solo, utiliza para cumplir sus fines a personas especiales, y estoy seguro que Jorge Rojas Tardío fue una de estas personas elegidas. Por todos los lugares que pasó, dejó una marca indeleble, como él mismo afirmaba, no tenía enemigos, al contrario, era interesante salir a caminar acompañándolo por el centro de Cochabamba y ver cómo cada pocos pasos alguien lo saludaba afectuosamente. Hablaba perfectamente el quechua y gran parte de las personas que lo buscaban eran humildes campesinos que visitaban la casa y en agradecimiento llevaban quesillos, papa, gallinas, mote y alguna vez llevaron una oveja. El amor que recibió en vida, más allá de las condecoraciones y reconocimientos, fue el verdadero premio a su paso por este mundo.
Hoy queremos agradecerle de manera póstuma celebrando el centenario de su natalicio, por el buen padre que fue, por las enseñanzas que nos dejó y por ser el ejemplo de muchas generaciones. Juanita, los 9 hijos, 2 nueras y 5 yernos, 25 nietos y 27 bisnietos, y el fallecido Roberto Bayro, que pasó a ser nuestro hermano cuando murieron sus padres. Gracias Papá (Papi o Babo como le decían sus nietos y bisnietos) por todo el amor que nos transmitió y enseñó, por haber sido como fue, por su Corazón de Grillo, que le permitió ver la vida desde otra perspectiva, haciendo que los problemas más difíciles y complejos sean fáciles y llevaderos. Nunca lo olvidaremos. ¡Feliz Centenario Papá!