Joyas que narran la historia de Bolivia

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Publicado el 02/10/2023 a las 0h49
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Relacionadas con el poder, la riqueza, el amor, la gloria y las virtudes las joyas suelen causar especial fascinación en el común de las personas. Cada una parece encerrar una y varias historias a la vez. Por eso, un conjunto debidamente ordenado de joyas bien puede encerrar la historia de un país, digamos Bolivia. Sus proverbiales reservorios de oro, plata y gemas dan pie a recorrer no sólo los dos siglos republicanos, sino varios más.  

En este territorio es posible hallar joyas de hace más de un milenio. Se encontró, por ejemplo, tocados para la cabeza o narigueras y recipientes trabajados en oro amarillo, probablemente utilizados por destacados miembros de las culturas preincaicas. También no fueron escasos los hallazgos de joyas con formas de batracios y trabajadas en plata. Restos de las culturas chiripa, wari, mollo y, sobre todo, tiahuanaco que datan incluso de hace 2.500 años fueron descubiertos en la zona andina.

Claro, el esplendor de los incas (1197-1533) también se tradujo en oro, plata y otros materiales preciosos moldeados por artistas anónimos de aquel imperio. Como es sabido, aquel impresionante derroche de ornamentación aurea y argentífera fue precisamente lo que desató la codicia española del siglo XVI. Y así, sucesivamente, cada etapa de la historia nacional bien puede decirse que se ha escrito intensa y bellamente en joyas. Ese efecto parece mostrar de inmediato un texto que acaba de publicarse: “Historia de la joyería y la platería en Bolivia”, de Luis Alberto Asbún Karmy.   

Obra realizada en 45 años

Es un trabajo que hace honor a la perseverancia, pues fue realizado a lo largo de 45 años. El autor no lo desarrolló precisamente en la quietud de consultas bibliográficas o navegando por el ciberespacio, sino, sobre todo, allí donde se hallaban las joyas. Esa labor implicó decenas de viajes por todo el país y tantos o más periplos por el exterior. No siempre fueron experiencias gratas.   

Hubo algunas que incluso se muestran críticas, especialmente en el caso de las alhajas precolombinas. “Han debido fundir el 99 por ciento de las joyas que había en este territorio -explica el autor del libro-. Lo que hallaban de oro lo fundían. Yo durante muchos años fui mayorista de los joyeros, después me dediqué a la joyería. Pero cuando era mayorista, recuerdo que vi cómo fundían brazaletes de oro. Incluso alguna vez les rogué que no los quemaran, les dije: ‘Te doy 10 por ciento más de oro, pero no fundas esa pieza’, pero nada. Pienso que el 99 por ciento del oro que se halla de aquellas culturas es fundido”.

De aquel porcentaje que se salvó del fuego, han sobrevivido piezas como, por ejemplo, la denominada señor de “san Sebastián”. Se trata de un esqueleto humano que fue descubierto en Cochabamba y que estaba literalmente forrado en piezas de oro. La fotografía que se exhibe en el libro de Asbún invita nuevamente a sopesar aquel virtual umbral de El Dorado que fascinó a célebres expedicionarios europeos.

Y justamente la época colonial también dejó su testimonio en sus particulares estilos de joyas. La fuerza del catolicismo en el entonces Alto Perú se tradujo, por ejemplo, en candelabros y relicarios de plata e incluso de oro. Asbún documentó en su obra diversos ejemplos de estos soportes de la religiosidad del siglo XVIII. Entre ellos se halla un candelabro colmado de diversas figuras muy finas y pulidas, obra de los plateros potosinos destinada al intercambio en las misiones jesuitas del oriente.

Tiempos de oro y esmeraldas

Asimismo, en el texto se presenta un par de aretes de oro con dos juegos de diamantes que perteneció a la familia León de Oruro. Otra joya propia de una producción cinematográfica constituye un pendiente de marcado estilo rococo. Se halla manufacturado enteramente en oro amarillo y contiene una esmeralda con forma de corazón. De esos tiempos de esplendor colonial también figuran soperas y poncheras de plata. Una de estas, según precisa el autor, data de los últimos años de aquella etapa histórica y fue utilizada en un festín de José Manuel Goyeneche. Como es sabido, el teniente general Goyeneche fue el militar español con mayor poder en la región y quien sofocó las más importantes rebeliones independentistas.      

En el texto también se advierte los cambios en los hábitos de consumo entre aquellos años y los posteriores. Diversos libros de historia económica señalan cómo caravanas que llevaban plata, telares y coca hacia lo que hoy es Argentina retornaban con, entre otros productos, hierba mate. Es decir, en diversas ciudades y pueblos, como Santa Cruz, Charcas (hoy Sucre) y Cochabamba, se consumía masivamente aquella infusión. La “Historia de la joyería y la platería en Bolivia”, escrita por Alberto Asbún, lo ratifica con imágenes de lujosos poros y bombillas de plata.

La riqueza de las clases pudientes de aquellos tiempos incluso dio para brillantes piezas más utilitarias, como las bacinicas del metal argentado. El autor explica que en aquel tiempo los cuartos de baño se hallaban muy alejados de las habitaciones como para salvar ciertas urgencias nocturnas. Entonces, resultaba de rigurosa necesidad un instrumento que permita superar aquel problema. Así la joyería también fue requerida para que aporte receptáculos que estén a la altura de sus propietarios. 

Las joyas de los libertadores

Las joyas también marcaron el nacimiento de la república. Goyeneche ya había prácticamente huido a España desalentado por el decaimiento de sus fuerzas y el escaso apoyo recibido. En agosto de 1825 nacía Bolivia y para destacar la gloria de los dos libertadores se elaboraron, claro, joyas. Según cita Alberto Asbún, a Simón Bolívar y José Antonio de Sucre las autoridades constituyentes de la naciente república les obsequiaron nada menos que 33 medallas. Algunas de ellas sobrevivieron al tiempo, aunque no precisamente en Bolivia. De eso fue testigo Alberto Asbún y hasta pudo lograr las pruebas fotográficas que enriquecen su libro. 

“Estaban rematando las medallas de Sucre y Bolívar en Nueva York -recuerda-. Intenté ganar aquella subasta, pero no tenía el suficiente dinero. Pero bueno, por lo menos tuve la oportunidad de sacarles unas fotografías a esas dos medallas que habían pertenecido a los libertadores y son las que están en el libro. Desafortunadamente muchas de las joyas bolivianas de otros tiempos se encuentran en el exterior del país”.

Así cada una de las etapas de la historia de Bolivia quedó grabada en joyas. Las cíclicas bonanzas que experimentó el país en función a los buenos precios de algún recurso natural exportado marcaron especialmente esta siempre brillante contraparte. “Cuando se vivió la era de la plata (1880-1900) traían las joyas desde Europa -relata Asbún y luego señala una fotografía de su libro-. En ese tiempo a los varones importantes también les gustaba lucir joyas y condecoraciones, como se ve en esta imagen del presidente Gregorio Pacheco. O también se nota en la cabecera de este bastón, que perteneció al papá del expresidente Mamerto Urriolagoitia, realizada por joyeros franceses. Varias familias de aquel tiempo, como los Arce, los Pacheco, los Urioste, los Argandoña, lucieron este tipo de prendas”.

Algo similar sucedió con quienes fueron directos beneficiarios en el Beni de la era de la goma. En el libro también presenta diversas muestras de los lujosos ornamentos que exhibió la familia de Nicolás Suárez, “el barón de la goma”. Sin embargo, también los momentos traumáticos de la historia boliviana dejaron su legado en metales preciosos. Uno de los austriacos que más se identificó con Bolivia influyó notablemente, por ejemplo, a principios de siglo.

Estilos de joyas bolivianas

Se trata del polifacético investigador, explorador y científico Arturo Posnansky. Fue tal el afecto que le tomó a Bolivia que incluso apostó sus recursos y combatió en la guerra del Acre (1900-1903). Posnansky lideró un sinfín de investigaciones en diversas áreas, pero, sin duda, su principal legado tiene un nombre de fama mundial: Tiahuanaco. Su afición por la arqueología resultó colmada por lo que halló en la célebre ciudadela preincaica y se convirtió en uno de sus mayores investigadores. Y la promoción que Posnansky impulsó sobre Tiahuanaco y sus enigmáticos símbolos y formas pronto inspiró a los joyeros bolivianos.

La imagen de Kon Tixi Huiracocha gravada en oro, pendientes con formas monolitos, puertas del sol o la luna, entre otros, marcaron su tiempo. Luego, dos hechos por demás traumáticos en la historia boliviana motivaron también el arte de los orfebres. Las medallas para los combatientes destacados y detalles en los cinturones de quienes marchaban al frente también tuvieron su espacio durante la Guerra del Chaco (1930-1933). Y, tras la Revolución Nacional de 1952, surgió el estilo incaico que se popularizó en las siguientes décadas. Así se destaca en el libro de Asbún en fotografías de aretes, pendientes y caravanas de los años 60.

Genes joyeros

Al hablar del presente, el autor señala que se hace esfuerzos por revivir las artes bolivianas antiguas. “Por ejemplo, estamos recuperando el uso de la samita, una piedra muy apreciada en el incario que se halla en las minas de cobre”, explica. Sin embargo, también advierte que en décadas recientes surgieron fenómenos negativos. “Por ejemplo, el narcotráfico arruinó mucho de la joyería boliviana -remarca-. Se venden joyas supuestamente italianas, pero, en realidad, tienen procedencia de países donde el trabajo es de mucha menor calidad y prestigio”.         

Lo dice con evidente pesar, propio de quien siente particular afecto por estas artes. Afecto que sobresale en la dedicatoria que hace en su obra. Luis Alberto Asbún manifiesta allí que su familia materna, desde tiempos inmemoriales, allí en Jerusalén, se dedicó a la joyería. Talento que luego los Karmy fueron desarrollando en diversas partes del mundo y de América. El autor considera que su dedicación y amor por la joyería sólo pudieron provenir genéticamente de su señora madre Alicia Karmy de Asbún.    

Y claro, otra de sus cualidades constituye la escritura. Esta obra suma el décimo libro que Asbún Karmy ha realizado acerca de diversos tópicos. Se trata de una edición traducida también al inglés, mérito de Samia y Mateo Asbún, esposa e hijo del autor. Si bien es “Historia de la joyería y la platería en Bolivia”, también, sin duda, constituye otra forma de contar la historia boliviana. Ese particular lenguaje que se traduce en formas gravadas, tejidos finísimos, incrustaciones y engarces, cada uno con su propia y profunda carga humana. 

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