Las buenas, las malas y las feas del Bertolt
Una semana intensa en Cochabamba, llena de lluvia y de teatro. Buen y mal teatro. Hagamos un recuento de lo visto. Pero antes, quiero destacar dos cosas.
Primero, el trabajo de los organizadores, y principalmente del Martadero, que pese al arcaico inmobiliario, es uno de los mejores espacios alternativos culturales que hay en el país, sin duda alguna.
Segundo, el Festival Bertolt Brecht no era el que conocí hace cinco años. Su nivel es muy alto y la cantidad de buenos grupos que participaron lo confirma plenamente. Pongo especial énfasis a la calidad de las obras infantiles que llegaron de Santa Cruz y La Paz que deberían ser incluidas en otros criterios de evaluación de parte del jurado, porque me parece injusto juzgar con la misma vara a las obras para niños que aquellas que no lo son.
Un par de cosas
He visto, en primer lugar una imponente presencia del teatro de Santa Cruz, gracias a su Escuela de Teatro que ya está a punto de sacar su tercera o cuarta promoción. El sello que ha dejado esa experiencia en Bolivia es algo que debemos agradecerle a su fundador, Marcos Malavia, que logró consolidar una verdadera carrera de teatro, que dura tres años y que tiene una malla curricular de padre y señor mío.
Ditirambo, Oasis Teatro-La Oveja Negra y El Baúl Teatro, fueron los elencos representantes de Santa Cruz en este Festival de Teatro me abstengo de mencionar al Teatro sin Telón por no estar a la altura del resto y su presencia dejó constancia, no sólo de que la Escuela funciona sino de que es importante que todos aquellos que por una u otra circunstancia se formaron de manera autodidacta hagan el esfuerzo de irse a Santa Cruz, tres añitos no más, y verán que los frutos se cosecharán. La prueba clara es El Baúl Teatro y la Oveja Negra. La versión boliviana de Walt Disney, el Ditirambo, también tiene un gran nivel, pese a que su obra fue una reverenda patada. Sin embargo, hay ciertas observaciones al trabajo de cada uno, independientemente de lo que aquí se dice del conjunto y que ya les aclaro a continuación en un recuento a manera de resumen de lo visto y no visto en este Festival.
Las buenas
Máquina Hamlet, Happy Days, El hombrecillo del azulejo, Seres de Palabras y En Trozos me parecieron buenas.
Happy Days, de Samuel Beckett, dirigida por Diego Aramburo. Es pues una obra que no deja dudas de su calidad en cuanto a puesta en escena se refiere, en cuanto actuación, iluminación, sonido, vestuario, escenografía, dramaturgia. Si se trata de eso, Happy Days es incuestionable. Lo malo es que es aburrida, muy aburrida. La actuación de Patrica García es magistral, lo digo y lo repito en honor a la verdad.
El Hombrecillo del azulejo, basado en un cuento Manuel Mujica y de un texto de M. Hardey y S. Prado, dirigida por Christian Castillo. El Baúl Teatro, de Santa Cruz presenta una obra infantil donde prevalece ante todo la armonía. En el ritmo de la obra, en la narrativa escénica y la actuación. La fofa actuación de su Hombrecito le dan un zarpazo a la atmósfera y hiere a la obra de muerte. Por lo demás, una bocanada de aire puro.
En Trozos, dramaturgia y dirección de Javier Soria. El gran mérito de esta obra ha sido el fragmentar la unidad espacial escénica en dos espacios, en los que transcurre la obra simultáneamente. Y para que no te pierdas ninguna, pasas de un espacio al otro y ves dos historias que en realidad son una.
Y esa intrépida propuesta del grupo paceño La Casa del Perro, amerita un aplauso. Buenas y mediocres actuaciones, un poco desordenada y mal sincronizada, pero nada grave para afectar la primera impresión.
Máquina Hamlet, de Heiner Müller, dirigida por Alejandra Lanza. Es una obra que exige una especial atención a los recursos escénicos, como el vestuario, la escenografía, los alambres, las púas, el fuego, las estructuras de metal, los efectos de sonido& . En fin. Es una osadía montar esa obra y Alejandra Lanza lo hizo muy bien, con todo un equipo por detrás, como no podría ser de otra manera. Salió muy bien.
Seres de Palabras, dramaturgia de Alejandro Molina, dirección colectiva. Es un divertimento muy original, corto y bien hecho que da risa de principio a fin, y en el que además se conjugan a momentos ciertos diálogos poéticos .
Las malas
Cuentos Japoneses, dirección y adaptación de Isabel del Granado. EL trabajo de Uma Jalsu destacó en este festival, pero lo hizo por malo. Me pareció una puesta en escena poco seria y que no tenía la suficiente pasión. Quizás si los actores si hubiesen esforzado otro hubiese sido el cantar. La adaptación es mediocre, poco poética y sin espíritu, no hay dedicación ni trabajo. Al menos, no se nota.
Romeo y Julieta, dirigida por Porfirio Azogue Talamás. El elenco de Santa Cruz, Ditirambo mostró una obra que deja mucho que desear. Por ejemplo, el mediocre tratamiento de un texto, la exagerada actuación de algunos de los miembros, las innecesarias referencias a canciones populares, entre muchas otras cosas descalifican a este elenco cuyo potencial es vastísimo. Es un desperdicio al cuadrado.
La mucha de los libros usados, Arístides Vega, dirigida por Claudia Eid. No es uno de los mejores trabajos de esta directora y carece de todo tipo de composición dramática. Más bien se sostiene en ejercicios escénicos típicos de taller para poder armar una puesta en escena que linda casi con lo colegial.
Las feas
El Rey y la Reina, de Rabindranath Tagore, dirigida por Alejandro Molina. Es una pena, pero la segunda obra del Oasis Teatro-La Oveja Negra, salió pele. Aunque tiene un manejo escénico bien logrado y se apoya en un gran texto hindú, la obra carece de espíritu se queda en un así no más .
Terapia, de Martín Giner, dirigida por María Peredo. Esta obra tiene el mérito de tener fino humor.
Pero cuando se junta un gran actor con otro que no lo es el desequilibrio es tan grande que deja caer pesadamente a la obra y la afea. Aunque tiene sus méritos, la obra se queda en el suelo.