Mondacca y Andrade “Delirio de Lara”: Un espectáculo visual
Willy Óscar Muñoz (*)
Mondacca Teatro puso en escena “Delirio de Lara”, dramaturgia de David Mondacca y dirección de Claudia Andrade. La puesta en escena dramatiza la vida del pintor orureño Raúl Lara y muestra la obra pictórica. El texto de Mondacca es el resultado de una investigación minuciosa sobre la vida y obra del autor, guión que incluye tanto la crítica valorativa de la obra de Lara como también la de sus detractores. Para este propósito contó con el valioso apoyo de la familia Lara. Con este material Andrade hace un montage visual: proyecta las pinturas de Lara como parte integrante de la acción.
La puesta en escena sigue las técnicas brechtianas de representar la acción episódicamente, en la que un episodio es independiente del otro. Esta técnica produce dos efectos: primero, gracias a la utilería –luz y sonido—se logran construir diferentes atmósferas, las que van desde lo triste, la represión política hasta lo alegre y festivo. Segundo, permite el rápido y efectivo cambio de tiempo y espacio. Puesto que el propósito es dramatizar toda una vida, los 12 actores interpretan múltiples papeles. En realidad no se singulariza a ningún personaje, sino que ellos representan al pueblo; son el referente de las pinturas de Lara. En cambio, Mondacca hace de narrador y también de Raúl Lara. Con vista al público narra los momentos decisivos de la vida del pintor orureño, desde su niñez hasta su muerte.
Lo significante de la puesta en escena de los diferentes episodios es la proyección de las pinturas de Lara, en tres pantallas, estrategia que complementa la acción en el tablado mismo. Andrade aprovecha el lugar de origen de Lara, vinculado al famoso Carnaval de Oruro. Los personajes con máscaras de carnaval, con vestimentas y objetos propios de esa fiesta dan vida a las pinturas, estrategia a la que también contribuyen los colores de los tules que se traen a escena, los que coinciden con los colores de las pinturas, resultando así una continuidad entre la acción en el tablado y las proyecciones pictográficas. Vale la pena repetirlo, los actores representan al pueblo que Lara pintó a través de su vida. Y, como un apoteósico final, los actores reproducen en escena una de las pinturas de Lara. El personaje que lo representa, se pasea entre las personas de esa pintura, como despidiéndose de su obra antes de partir al más allá, al lugar habitado por nuestros famosos pintores y los de otros lares.
Hubo algunas fallas, especialmente en la coordinación entre la música y el parlamento de algunos personajes ya que la música tapaba la voz. En otras ocasiones los actores no proyectaban la voz, la que se perdía en un teatro que de por sí tiene una acústica mediocre. Sin embargo, Delirio de Lara no es una obra para ser oída, sino para ser vista.
Andrade da un ejemplo de cómo se debe poner en escena la vida de un pintor: pictóricamente, a todo color.
(*) El autor es Ph.D. en Literatura, escritor, crítico y miembro del PEN filial Cochabamba.