Pandillas: 5 años de violencia hacen sonar la voz de alarma
Durante el Corso de Corsos de 2004, los asistentes fueron testigos de la forma en que seis integrantes de la pandilla juvenil Los Gígolos mataron a golpes a un sastre (incluso existe un vídeo de esta golpiza). Desde entonces y hasta 2008 sólo se supo de más peleas entre pandillas, sobre todo en La Recoleta.
También emergieron en Quillacollo y Vinto con un tinte delictivo. Llegó 2008 y volvieron a desatar su violencia, esta vez en El Prado.
Los Adictos Al Sexo (ADX) y Mentes Criminales (MC) libraron un duelo a muerte que acabó con dos vidas por las que hoy el líder de los ADX, Sergio Arce, alias “El Lucifer”, purga una condena de 20 años. Este año entraron en escena “Los Californianos”, tres de ellos hoy detenidos acusados de haber tomado parte en la violación y muerte de Noelia Ayala Fuentes (13). El último episodio violento ocurrió el pasado 19 de octubre. La sociedad volvió a estremecerse con el homicidio del estudiante Álvaro Leaños (17), presuntamente cometido por Reinaldo Balderrama Castro (18), conocido en el mundo de las pandillas como “El Pichón”.
Más violentas
Cierto, las pandillas en Cochabamba cada vez son más violentas y han abierto fisuras profundas en una sociedad en crisis, desde hace cinco años. Cierto, sus integrantes, narcotizados, trafican, roban y matan a cualquiera. Cierto, sus crímenes son la antesala de “un desmembramiento del tejido social”, según analiza el filósofo y sociólogo de la organización Infante, Miguel González.
Desde la lectura de González, la agresividad de las pandillas puede desencadenar más violencia, pero además refleja que “estamos asistiendo a un desmembramiento, que estamos en una transición que no se sabe a dónde nos llevará porque los valores están en crisis. Urge pensar en soluciones estructurales”.
Cada crimen de las pandillas provoca revuelo, pero su accionar violento es cotidiano. Los registros de los hospitales y los reportes policiales testimonian su historial delictivo. Sólo en el hospital Viedma ingresan cada mes más de cien víctimas apuñaladas y unos cinco heridos de bala con antecedentes de droga, asalto o peleas callejeras.
Libertad malentendida
Al respecto, el analista precisa que a veces hay confusiones: “La libertad es malentendida. Algunas actitudes juveniles denotan que pueden hacer lo que quieran, pero se olvidan de que su libertad se acaba donde empieza la libertad del otro. Es un error tremendo combinar a los jóvenes con drogas porque no todos se drogan, pero sí son vulnerables”.
Desafío a la creatividad
Más allá de víctimas y culpables o de parches, como “llenar las calles de policías, hacer más cárceles o leyes que persigan, hay que trabajar en la prevención”, agregó.
Es un desafío a la creatividad, pero hay que empezar con soluciones novedosas que combatan el desempleo, la migración y la desintegración familiar.
“Hay que asumir medidas concretas, por ejemplo, en la educación, que parece estar desligada de estos problemas y abocada a acumular conocimientos, pero no motiva a los jóvenes en los deportes o la creatividad”, concluye.
Mil personas apuñaladas por año, la mitad jóvenes
Cada año más de mil personas son apuñaladas en la ciudad. Más de la mitad de las víctimas son jóvenes entre los 18 y 25 años, heridos en reyertas callejeras, locales nocturnos y asaltos. Gran parte de las agresiones ocurren por la noche y bajo la influencia de drogas como el alcohol, clefa, marihuana y cocaína, mientras que una veintena es herida con armas de fuego.
Aunque la Policía no ha establecido si los ataques están conectados con pandillas, explicó que detrás de las agresiones hay antecedentes de drogas y que también se conoce de grupos que dopan a las adolescentes para violarlas, en discotecas o en el transporte público como trufis y taxis.
El Viedma, hospital a donde llega gran parte de las víctimas, atendió en 2008 a 1.464 víctimas de armas blancas y en lo que va de 2009 recibió a 1.030 pacientes con estas características. Por ello, se estima que a fin de año los casos se duplicarán. En los cuadros expuestos a la derecha se dan algunas de estas cifras, donde se ve que en 2009 se incrementan los casos.
SEGÚN EL ANALISTA, LAS ASIMETRÍAS SOCIALES SON UN ESCENARIO PROPICIO PARA LA CONFRONTACIÓN
Psicólogo: generación en encrucijada
El psicólogo social Harold Albornoz interpela a la sociedad a la hora de hablar de la violencia juvenil vinculada a pandillas y drogas. Desde su análisis, esta generación está en una encrucijada. Por un lado, se le exige atributos competitivos y, por otro, se la condena por su agresividad.
Según Albornoz, “la agresividad en la sociedad es valorada. Ser emprendedor, audaz, desafiar el riesgo, trabajar bajo presión incluso son atributos buscados en el mundo de la competencia. En los adolescentes de nuestras ciudades ser parte del grupo y mostrar autonomía con rasgos de agresividad para vencer desafíos es lo esperado”.
Agrega que, “el tornarse agresivo es parte de lo esperado, en nuestra sociedad, el machismo, la masculinidad, la autonomía tienen relación con esta agresividad y rebeldía”.
Esas demandas, sin embargo, conviven en un espacio marcado por la desigualdad. Por ello, “es importante el contexto social más amplio donde nace el grupo. Familias empobrecidas y con muchas dificultades para satisfacer necesidades o familias acomodadas sobre una estructura cultural, social y económica capitalista y burguesa siempre pueden ser referentes para los procesos sociales de confrontación, rebeldía contra el poder establecido y la confrontación de los aparatos ideológicos y de control ”, agregó.
“Hay un aprendizaje del comportamiento violento” porque el grupo es fundamental en el proceso de socialización.
“El territorio, en el adolescente, empieza en la extensión de su propia piel, de su propio cuerpo. Ya no es un cuerpo capturado por el cariño de la madre, básicamente como un espacio que ofrece otros significados: tatuajes, percing, cicatrices, fortaleza, sensualidad, provocación, irreverencia… Es decir, el cuerpo como espacio de asentamiento de una nueva identidad, como espacio de libertad, de provocación y de fortaleza frente a la violencia”, prosigue.
Albornoz pregunta: “¿Hasta dónde nuestra cultura adulta, elitista, consumista e hipócrita podrá dar lugar a los grupos de jóvenes para que tengan otras oportunidades de ser reconocidos? Pues, teme que se esté criminalizando a los grupos.