Bolsonaro reaparece después de casi un mes, pero guarda silencio
Desde que perdió la reelección frente a Lula, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, permanece en silencio, aunque el sábado antepasado, 26 de noviembre, rompió más de tres semanas de reclusión y participó de un acto en una academia militar.
Pero el mandatario, que deja el poder la medianoche del 31 de diciembre, no dirigió una sola palabra a los casi 400 aspirantes a oficiales y demás presentes en la sede militar.
Lo mismo ocurrió el jueves último cuando asistió al acto de promoción de 10 nuevos generales en Brasilia, con semblante serio, permaneció en un completo silencio.
“Militares de dentro y fuera del gobierno de Bolsonaro califican de ‘error’ su silencio, especialmente en los eventos de las FFAA en los que ha participado (…) Su lectura es que, con el silencio, el futuro político del presidente está cada vez más frágil”, señaló el viernes el diario carioca O Globo.
Inquietante atmósfera
Hasta hace nueve días Bolsonaro estuvo recluido en la residencia oficial de la Alvorada, en Brasilia, sin dar explicaciones, creando una inquietante atmósfera de vacío de poder en el más alto escalón del Estado.
Sólo después de más de dos semanas de encierro —interpretado por analistas como el signo de una furiosa incapacidad para aceptar la derrota— se divulgó una primera explicación oficial de los motivos de su reclusión.
El aislamiento de Bolsonaro, de 67 años, en el Palacio de la Alvorada desde el 30 de octubre, se debía a una erisipela, una infección bacteriana de la piel que afecta una de sus piernas, aseguró el miércoles 16 de noviembre su vicepresidente, Hamilton Mourao.
“Ponerse pantalones”
“Tiene un problema de salud. No puede ponerse pantalones. ¿Cómo va a venir en bermudas?”, explicó el Vicepresidente al diario O Globo, información aún sin confirmar por parte de la presidencia.
El propio vicepresidente había dicho poco antes al diario Valor que Bolsonaro estaba recluido para “un retiro espiritual”.
El general Mourao incluso dio a entender que el encierro de Bolsonaro podría durar hasta el final de su mandato.
“Yo no soy el presidente. No puedo entregar la banda presidencial a Luiz Inácio Lula da Silva”, dijo al periódico Valor.
Agenda reducida
La noche de su derrota por poco más de dos millones de votos contra Lula, Bolsonaro prefirió irse a la cama sin reconocer la victoria del líder de izquierda.
Dos días después reapareció para un breve y enrevesado discurso, reconociendo a medias su derrota, mientras evocaba “la indignación” y “el sentimiento de injusticia” de sus seguidores.
Sus cuentas en las redes sociales, hiperactivas bajo su presidencia, llevan casi cuatro semanas prácticamente en silencio.
El presidente de la mayor nación de América Latina se ausentó de la cumbre del G20 en Bali y de la conferencia del clima COP27, ambas, durante la segunda quincena de noviembre.
Tampoco asistirá a la cumbre del Mercosur que tiene lugar hoy y mañana en Montevideo. Su vicepresidente lo reemplazará.
Como ya lo hizo para la presentación de las cartas credenciales de varios embajadores.
Su agenda oficial, comunicada por la presidencia brasileña, es muy escasa: apenas reuniones de media hora con ministros o asesores, siempre en el Palacio de la Alvorada.
Bolsonaro también abandonó su tradicional transmisión de los jueves por la noche en Facebook, donde solía cuestionar el abordaje de los medios a temas de actualidad y defender su gestión, hablándole directamente a los brasileños.
El “ego herido”
Para Oliver Stuenkel, de la Fundación Getulio Vargas (FGV), el silencio presidencial es ante todo político.
Bolsonaro “no puede reconocer oficialmente el resultado (de la elección), pero tampoco puede impugnarlo explícitamente por temor a problemas con la justicia electoral”, dijo a la Afp.
“Guardar silencio es la mejor solución” para el presidente, apunta el profesor de la FGV. “No quiere perder el apoyo de sus partidarios más radicales que se manifiestan frente al cuartel general del Ejército” a favor de la intervención militar. “Y funciona”.
El martes 15 de noviembre, feriado en Brasil, miles de manifestantes tomaron las calles de las grandes ciudades contra la victoria de Lula que consideran “robada”.
“Deprimido y apático”
En las redes sociales, los internautas se inclinaron más por la hipótesis psicológica para explicar el silencio del mandatario ultraderechista.
“Está deprimido y apático. Su derrota destruyó su inmunidad”, bromeó un usuario de Twitter. “¿Pero dónde está esa lesión que impide que Bolsonaro trabaje?”, preguntó otro, “¿en la pierna? ¿en el ego?”.
Sylvio Costa, del sitio Congresso em Foco, no descartó que “la negación se haya convertido en depresión” en Bolsonaro, que “dejó de trabajar”.
“Esta es su primera derrota después de nueve victorias electorales” en más de 30 años: fue elegido concejal de Río, siete veces diputado y luego presidente.
“Sus amigos lo abandonan, es objeto de una decena de investigaciones y teme la cárcel, creo que se siente perdido”, dijo Costa.
¿Qué puede pasar
Bolsonaro puede “quedarse confinado, o reaparecer con un discurso golpista y crear la mayor turbulencia posible” para el gobierno de Lula, evalúa Costa.
Mientras tanto, Lula fue recibido como si ya fuera el jefe de Estado en la COP27 en Sharm el-Sheikh, Egipto, y multiplicó las reuniones de alto nivel: “¡Brasil está de regreso!”, exclamó.