Alardear o adecuarse a la realidad
Baste recordar al pintoresco y corrupto Hugo Chávez, cuyo régimen despilfarrador de chorros de petrodólares culmina hoy en la penosa situación económica y política de Venezuela. ¿Será que la megalomanía de los que mandan en Bolivia llevará por el mismo camino?
Miré la final del salto con garrocha en las Olimpíadas de Río de Janeiro. Es disciplina del atletismo masculino desde que empezaran tales Justas en 1896. Las mujeres compiten desde el año 2000, menos mal que aún sin “burkini” u otras imposiciones de religiones machistas. Suben la altura del listón para eliminar a las que no pueden transponerlo. Extrañé a la Isinbáyeva, guapa rusa que fue superando sus marcas desde 4.82 en 2003, a 5.06 metros en 2009.
Reflexioné sobre cuál es mejor para el progreso de los pueblos: si el alarde propagandístico que sitúa la vara bien alto, o adecuarse a la realidad como punto de partida desde donde se debe progresar. Unos despachos de prensa latinoamericana me inspiraron.
Es bueno recordar que el régimen de Evo Morales en Bolivia se cuenta entre los primeros. Baste recordar el alarde vicepresidencial de que en dos décadas el país estaría al nivel de Suiza. Ya van diez años y el ingreso per cápita boliviano sigue una pequeña fracción del que tienen los ciudadanos del país helvético. Hace poco menos de dos años cuando Álvaro García Linera declaraba que “a partir de hoy Bolivia pisa fuerte en el mundo y nunca más seremos un pequeño país lastimero ni mendigo”. Lanzaban al espacio el primer satélite boliviano, y lo lastimero eran las lágrimas en el hombro vicepresidencial de una que se distingue por su hosquedad y fanatismo defendiendo al Gobierno.
¿Bolivia pisa fuerte en el mundo?: quizá en palabrerío, porque en cifras no, no y no. ¿Cómo se va a tener ciencia y tecnología, si para ello se requiere educación y salud, rubros postergados en un país cuyo líder prefiere construir coliseos y canchitas de fútbol con césped sintético? Más bien, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), advierte que “Bolivia está bajo la amenaza de retornar a la pobreza, si en los próximos años no aplican políticas de nueva generación ante la ralentización económica que no es la única culpable de tal regresión”.
En realidad, el país es pobre y peligran 4.2 millones, el 40 por ciento de la población, que son económicamente vulnerables al encontrarse en el limbo entre la pobreza y la clase media. Es fundamental, dice el PNUD, fortalecer las políticas públicas de nueva generación que impidan retrocesos —canastas de “resiliencia” las llaman— capaces de absorber shocks y prevenir retrocesos en momento de ralentización económica. De aplicarse en el país se podría prevenir que entre poco menos y poco más de medio millón de bolivianos en situación de “vulnerabilidad económica recaigan en pobreza por ingresos” .
La propaganda unida al blablá demagógico altera el balance entre el engaño y la realidad. El satélite Túpac Katari es un buen ejemplo. Es bueno escarbar en la memoria para separar la fantasía de este proyecto que tantas ilusiones despertó, y la realidad que a veces golpea inmisericordemente.
La fantasía empezó con engrupir al pueblo boliviano. El Vicepresidente aleccionaba: “todos tendrán televisión gratis… Alégrense compañeros”; tendríamos Internet y televisión por cable. La realidad es que se necesitan “10 mil bolivianos para comprar un equipo completo para tener acceso a Internet satelital y entre 400 a 700 pesos adicionales para obtener un servicio promedio entre 512 a 1021 kilovatios por segundo (kbps)”. ¿Quién los tiene entre los miles de ciudadanos pobres que viven en el campo?
El mandamás de la Agencia Boliviana Espacial (ABE) declaraba que “el satélite Túpac Katari es mejor que otros satélites extranjeros”. Una fantasía de llevar agua a su molino si la realidad enrostra que los 302 millones de verdes invertidos son mucho mayores que el satélite peruano que costó 213 millones. ¿Adónde fueron los casi 90 millones de diferencia? ¡Ah!, pero el de Nicaragua costó 346 millones. ¿Será que es más fácil engañar a países del socialismo del siglo 21?
Si la mejoría se refería a calidad, la experta en satélites geoestacionarios Margaret Rouse está errada. Asevera que el Túpac Katari no beneficiará a la agricultura y la educación porque no saca fotos, no reconoce sembradíos y no mide variables meteorológicas para predecir inundaciones. O lluvias, diría yo en la actual sequía. El satélite sólo retransmite televisión abierta con calidad estándar (SD) y no HD (high definition) a sus subscriptores.
¿Para qué llorar sobre la leche derramada?, dirá alguno. Sin embargo, es provechoso abrir los ojos de un pueblo ingenuo. Ciertamente quizá hubiese sido más ventajoso invertir 300 millones de dólares en 30.000 kilómetros de fibra óptica (sólo faltan 9.000 Km), que transmiten una Internet de mayor calidad, a menor precio y que hubieran hecho al país el corazón de las telecomunicaciones de Sudamérica, añadidos a la cualidad de ser centro geográfico y pretender ser el nodo energético.
Quizá el engaño es característico de los Gobiernos del socialismo del siglo 21. Tanto mayor el trastazo cuanto más pretencioso y locuaz el mandamás. Baste recordar al pintoresco y corrupto Hugo Chávez, cuyo régimen despilfarrador de chorros de petrodólares culmina hoy en la penosa situación económica y política de Venezuela. ¿Será que la megalomanía de los que mandan en Bolivia llevará por el mismo camino?
El autor es antropólogo
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO