Diablos y diablada
La mayoría de las teorías que defienden a Oruro como cuna de la diablada se sitúan en un periodo demasiado reciente, 1904. Yo estoy seguro que su antigüedad en la tierra de los urus es mayor pero...
Enfrentarse a Aullagas por primera vez es un impacto indeleble.
Incrustada sobre el puntiagudo Cerro Hermoso, a casi 4.700 metros sobre el nivel del mar, es una ciudad tan completa que, además de plaza principal, templo y cementerio, tiene su propio banco de rescates.
Sin embargo, Aullagas no está habitada. Probablemente su clima frío fue determinante para que la ciudad sea abandonada cuando se reportó el agotamiento de sus vetas de mineral. Se fue la gente pero se quedaron sus casas, sus huellas, testimonios de su tiempo de gloria.
El tiempo les quitó los techos pero nada pudo tumbar sus muros de piedra.
Desde lejos, lo primero que se advierte es su enorme parecido con Machu Picchu.
Es difícil encontrar una explicación coherente a la nula explotación de Aullagas como atractivo turístico. Además de su sorprendente arquitectura, en esta “ciudad perdida de los Andes” se puede encontrar no sólo testimonios sólidos de los tiempos de la explotación de minerales sino el origen de muchas manifestaciones culturales, entre ellas la diablada.
Desde 1983, Freddy Arancibia Andrade estudia el origen y alcance de la diablada. Ya ha publicado varios libros al respecto y logró imponer su tesis aunque, para ello, debió enfrentar la furia —muchas veces la ira— de gente que —¡oh, ironía!— considera un sacrilegio ubicar el origen de la danza en un lugar distinto a Oruro.
Pero el peso de las fechas es innegable.
La mayoría de las teorías que defienden a Oruro como cuna de la diablada se sitúan en un periodo demasiado reciente, 1904. Yo estoy seguro que su antigüedad en la tierra de los urus es mayor pero, por ahora, ese año queda ridiculizado frente al de la fundación de la última Aullagas de Chayanta, 1538.
Arancibia ubica también a ese año como el de la construcción del templo de San Miguel de Aullagas, que actualmente está todavía en pie, igual que el resto de la ciudad de piedra, y la consiguiente imposición del culto al arcángel sobre el de una divinidad andina, el tricéfalo Tanga Tanga.
Pero no se trata de menospreciar a nadie, mucho menos a una región. Arancibia dice que su investigación tiene “el único fin de fortalecer la diablada boliviana que se presenta en el carnaval más grande de América y el mundo: Oruro”.
Su teoría no sólo tiene sentido, y remonta los orígenes de la diablada a los pueblos prehispánicos, sino que, además de documentos coloniales, goza del respaldo de los restos de toda una ciudad, Aullagas.
En esta prueba arqueológica primaria está, además, un testimonio material inquietante, la tumba del diablo.
El autor es periodista, premio nacional en historia del periodismo
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA