Y también sinvergüenzas
Van cuatro meses que esperamos una respuesta del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) a la propuesta de recuperación de la primera Casa de Moneda que está en su poder desde 1915, cuando la Prefectura de Potosí les prestó el edificio que no largan desde entonces.
La última vez que logré contactar a su presidente, José Antonio Revilla, fue el 2 de agosto, cuando me dijo que la sala plena se reuniría el miércoles siguiente, día 7, para considerar la propuesta que hizo la gobernación de Potosí de ceder al Órgano Judicial un inmueble a cambio de la primera Casa de Moneda.
No sé nada más desde entonces.
La primera Casa de Moneda es un edificio público, un bien del Estado que, por eso mismo, no puede ser enajenado. Comenzó a construirse en 1572 y cumplió las funciones de amonedación hasta 1773, cuando estuvo terminada la segunda que es la que todos conocemos como el museo más importante de Bolivia.
Cuando dejó de funcionar como ceca, este edificio sirvió al banco de rescates que también lo desocupó a principios del siglo XX. Se estaba deteriorando sin uso cuando la prefectura de Potosí lo remodeló, usando incluso dinero de sus funcionarios, y se lo prestó a la institución que entonces se llamaba Corte Superior de Justicia. Era un préstamo pero el Poder Judicial olvidó todo el proceso histórico previo y, casi al terminar ese siglo, inscribió el inmueble a su nombre en Derechos Reales pese a que era, y es, un bien del Estado.
Para devolver el edificio, porque de eso se trata, el TSJ pide una compensación. La gobernación de Potosí ofreció cederle un inmueble a cambio y esa es la propuesta a la que la Sala Plena no puede responder hasta ahora.
¿Que es injusto ofrecer compensación por la devolución de un inmueble? Desde luego que sí. El problema es que el Órgano Judicial lo sabe pero, aun así, mantiene su actitud injusta. Cuando me entrevisté con el presidente y vocales del Tribunal Departamental de Justicia, además de un magistrado del TSJ, les dije que estaban reteniendo el edificio ilegalmente pero la respuesta de esas autoridades fue que los denuncie. “¿Ante quién nos vas a denunciar?”, me preguntaron y ellos mismos respondieron: “Ante nosotros mismos”.
Ese es el tipo de justicia que tenemos en Bolivia, una que no ve lo que está bien ni lo que está mal sino lo que se ajusta a sus intereses. Por eso es que no me extraña que se cuoteen los cargos del Órgano Judicial.
Lo que me extraña es que todos, ciudadanos y periodistas incluidos, nos quedemos tan tranquilos sabiendo lo que ocurre.
El autor es periodista, premio nacional en historia del periodismo
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