Se apagaron los fuegos, comienzan las lluvias
Todos los años, con la misma claridad con que se anuncia la inminente llegada de la próxima temporada de lluvias, comienzan por estos días a oírse las primeras advertencias sobre la posibilidad de que lleguen los más diversos “desastres naturales”.
Inundaciones, riadas, avalanchas de lodo, derrumbes, accidentes, pérdida de sembradíos y ganado, además de la ya consabida contabilidad anual de vidas humanas perdidas son algunas de las calamidades que suelen llegar a Bolivia, todos los años, junto con las lluvias.
Ante un pronóstico tan contundente, corroborado además por las primeras lluvias del año, lo lógico sería que todas las instancias estatales –central, departamentales y municipales– dediquen sus mejores esfuerzos a tomar los recaudos imprescindibles.
En el caso de Cochabamba, lo menos que cabría esperar, dado lo terrible que fue la traumática experiencia sufrida en Tiquipaya, es que los municipios más vulnerables concentren sus recursos y energías en la adopción de medidas preventivas. La limpieza de las torrenteras que bajan de la ladera sur del Parque Nacional Tunari, por ejemplo, tendría que ser un asunto de máxima prioridad.
De nada han servido las vidas perdidas, ni el sufrimiento de decenas de familias cuyos bienes fueron destruidos por el aluvión de piedras y lodo que bajó de la cordillera del Tunari. Estériles también fueron las advertencias de quienes, por su conocimientos en materia geológica, hidrológica o por simple sentido común, no se cansan de advertir sobre la posibilidad de que el desastre se repita, con mayor intensidad, en esta temporada.
El aspecto más peligroso del problema es el relativo a las numerosas urbanizaciones construidas sobre la franja de seguridad del Parque Nacional Tunari y las 39 cuencas y microcuencas que bajan de la cordillera, desde Sacaba hasta Sipe Sipe. Pero también, aunque con efectos menos desastrosos, no se debe desdeñar el caso de los desagües pluviales de nuestra ciudad.
Es necesario insistir, por ejemplo, en que Cochabamba sigue siendo una ciudad privada de servicios básicos suficientes, como desagües y alcantarillado. La parte principal de la red con que nuestra ciudad cuenta para esos fines fue construida hace más de 50 años, a mediados del siglo pasado, en el casco viejo y sus alrededores. En esa zona se ha multiplicado y sigue aumentando a un ritmo vertiginoso la construcción de edificios, lo que claramente es una bomba de tiempo que tarde o temprano explotará.