En defensa de Sir Lord Keynes
Ni los gatos se salvan de la polarización ideológica y de la vulgarización del debate económico. En un comentario sobre redes sociales, al paso y sin ninguna pretensión propagandística o de posicionamiento ideológico, mencioné que mi gato se llama: Sir Lord Keynes.
Como dice la letra de ese tema de música chicha: “Maldita hora...” que lo mencioné, más aún que publiqué una coqueta foto del micifuz. Más rápido que inmediatamente, feligreses de la iglesia de los últimos santos liberales, libertarios, neoliberales y otras hierbas aromáticas y loritos del jardín conservador comenzaron a atacar al pobre gato. Los epítetos reproducibles fueron: gato maula y gastador, pillo del erario nacional, despilfarrador consuetudinario, obeso ineficiente, uñas largas y gato comunista para sólo mencionar lo más suaves y así no herir a la audiencia de los mininos.
Y lo curioso es que, para exorcizar al gato de sus supuestos diablos intervencionistas en la economía, los devotos de la mano invisible sacaron a la procesión de críticas, a sus santos contemporáneos más lustrados y mediáticos: Gloria Álvarez y Javier Milei. Dos predicadores que defienden, por ejemplo, el cierre de los bancos centrales y que juran que el populismo mal organizado y cleptómano en Venezuela, Bolivia o Nicaragua es la reencarnación del comunismo o lo que es lo mismo, del keynesianismo
Tuve que contener al felino que quiso salir a refregar la ignorancia supina de sus detractores. Estaba todo erizado y en apronte de salto a la yugular, pero como sé que se mueve dentro de los códigos de la lucha libre, para calmarlo le lance un clásico del “agárrate como puedas”, el cachascan: “No te calientes manteca, esos bofes no son para ti”. Mejor, le dije a Sir Lord Keynes: ¿por qué no guarda las uñas y saca a relucir sus ideas para ir más allá de las caricaturas y las consignas, de bajo vientre, que circulan en los sótanos de las redes sociales?
Al fin y al cabo, cruzando mares de ideológicos, los hechos de la realidad muestran que Keynes ha vuelto para intentar rescatar los diferentes capitalismos en crisis por la pandemia. De Estados Unidos a China pasando por Rusia o Bolivia se están implementando enormes paquetes financieros para sostener a la economía. Sir Keynes me lanzó una mirada de chanfle y me dijo, en un pulido inglés británico: You are right, my darling. I am back. Y esta es la prueba que tengo siete vidas. ¡Miau! Cats rule the world. Volvemos a mandar en el mundo.
El sentido común, que es el menos común de los sentidos, asocia toda intervención estatal en la economía (empresas públicas, todo tipo de regulación, planificación centralizada, nacionalizaciones, y un largo etc.) al pensamiento keynesiano. Bloody hell! that's wrong! ¡Nada que ver! ¡Doble miau! La preocupación central de Keynes fue, y es, impulsar la economía cuando comienza a desinflarse y reducir las posibilidades de que ocurran choques graves. La crisis económica y financiera de 1929 requería de políticas fiscales flexibles, a saber: aumento tanto del gasto, como de la inversión pública y reducción de impuestos, y políticas monetarias expansivas, aumento de la liquidez y reducción de las tasas de interés. La preocupación central de Keynes fue con los ciclos económicos o vaivenes del Producto Interno Bruto (PIB) y, sobre todo, el desempleo.
La vulgarización del debate económico acusa a Keynes de ser un apóstol de los déficits presupuestarios permanentes. Nosy parkers! ¡Banda de chismosos! El economista inglés estaba preocupado por la destrucción del aparato productivo y el desempleo, sostenía que, para contrarrestar aquello, en el corto plazo se deberían aceptar déficits públicos, pero con la reactivación de la economía, éstos se revertirán con el aumento de los ingresos fiscales. También pensaba que había que hacer tributar a los más ricos en momentos de bonanza. Pasada la tormenta recesiva, proponía equilibrios fiscales, e inclusive superávits.
Keynes impulsaba la inflación. You lost the plot? ¿Perdieron la chaveta? Bloody miau. En los momentos de crisis recesiva no tiene sentido preocuparse con la inflación, cuando los precios y la producción están en caída libre. Sin embargo, una vez estabilizada la economía, es indispensable, que los gobiernos estabilicen los precios limitando el crecimiento del dinero. Hello Chicago Boys, I mean, cheeky boys. Jovenzuelos mal entretenidos. ¿No les suena a Milton?
Según Robert Skidelsky, uno de sus grandes biógrafos, Keynes tampoco consideraba que todo el desempleo fuera causado por el fracaso de la demanda agregada. Cómo Milton Friedman, creía que la existencia de personas sin trabajo, se debía a la inflexibilidad de salarios y precios. Pero éste no era el caso en 1929 como tampoco parece ser la situación en 2020.
Keynes abogaba por la intervención del Estado en momentos de crisis recesivas. Buena parte de su teoría se enfoca en la estabilización de la economía. Nunca hablo de un Estado regulador, protector, prestador de servicios o emprendedor.
Dicho esto, y pasado el susto, mi gato, Sir Lord Keynes, recobró su gesto de beato en misa de domingo y me dijo: Oh it’s lovely! Your friends are so nice! ¡Tus amigos son tan agradables! Pero ahora, for god's sake! ¡Por el amor de Dios! Déjame en paz cazando mis ratones, estas mansas crías de Hayek, y pensando en mi gata preferida: Joan Robinson.
Escribí este artículo recordando los periodos maravillosos que pasé en Manchester y mis queridos amigos ingleses que amaban los gatos y admiraban a Keynes.
El autor es economista
Columnas de GONZALO CHÁVEZ A.