La competitividad de los biocombustibles
La competitividad de los biocombustibles es hoy fuertemente cuestionada y sólo la producción de bioetanol a partir de caña de azúcar en Brasil es competitiva frente a la gasolina. En el resto de los países de Latinoamérica, su viabilidad actual y la continuidad de esta en el futuro, dependen de los altos precios del petróleo y de la existencia de generosa ayuda fiscal.
Más allá de lo que ocurre en el mercado del petróleo, el mercado de los biocombustibles se ve también fuertemente influenciado por los acontecimientos que ocurren en el mercado agrícola, ya que los costos de los cultivos energéticos es el ítem de costos más importante. Ambos mercados –el del petróleo (el energético en general) y el agrícola– constituyen mercados altamente distorsionados, por lo que al vincularlos se incrementan grandemente los riesgos adicionales.
La política de Brasil en torno a los biocombustibles comenzó en el año 1975 con el lanzamiento del Programa brasileño de alcohol (Proalcool) el cual creó las condiciones para el desarrollo a gran escala de la industria del bioetanol en base a caña de azúcar. El objetivo estratégico de este programa era la búsqueda de independencia de las importaciones de petróleo, debido a los altos costos presentados durante la crisis de 1970.
El programa obtuvo una buena respuesta, generando un rápido aumento en la producción de bioetanol y poniendo en las calles una gran flota de vehículos que funcionan en base a este biocombustible. Sin embargo, la caída en los precios del petróleo en 1986 hizo que el bioetanol dejara de ser competitivo, lo que generó un problema al no poder eliminar los subsidios temporales. Fue así, que en 1990 se realizó una revisión del programa disolviendo el Instituto del Azúcar y del Alcohol (IAA), el cual había regulado la industria por más de 60 años, lo que llevó a trasferir las actividades de producción, distribución y ventas al sector privado. Adicionalmente, se eliminó el acuerdo de distribución monopolístico de Petrobras, se liberalizaron los precios del bioetanol y se redujeron los subsidios a los productores de bioetanol para mezclarlo con gasolina.
En cuanto a los biocombustibles y sus vínculos con el medio ambiente, estos son complejos y puede resultar una variada combinación de impactos positivos y negativos que forzosamente deben ser considerados. Los principales vínculos incluyen temas como el balance energético, impactos sobre emisiones globales y locales, impactos sobre la frontera agrícola y la biodiversidad, impactos sobre disponibilidad y calidad del agua e impactos sobre la calidad del suelo.
El debate sobre el balance energético es probablemente uno de los primeros temas que surgió y se lo puede sintetizar en la energía utilizada en la producción del cultivo, en la transformación en biocombustible, energía obtenida de la combustión del biocombustible y de la utilización de coproductos. Al final, el debate se centró en los beneficios de utilizar la biomasa para quema directa y así producir bioelectricidad en lugar de procesarla para producir biocombustibles. Estudios recientes indican que producir bioelectricidad directamente es más eficiente energéticamente que producir biocombustibles líquidos y que, además, se generan menos emisiones de gases de efecto invernadero.
Pero el impacto mayor a considerar es sobre la disponibilidad y calidad del agua y del suelo. Así, la disponibilidad del agua, si bien ha sido un tema poco relevado en la problemática ambiental de los biocombustibles, hoy surge como un factor cada vez más importante para su producción. La caña de azúcar requiere de grandes cantidades de agua, un recurso que también es necesario a la hora de procesarla. Aún en Brasil, si bien gran parte de la caña de azúcar se irriga con aguas de lluvias, el riesgo es cada vez más importante. En particular, la caña energética, especialmente acondicionada para la producción de energía, necesita más agua y más fertilizante que la caña de azúcar convencional. A mayor nivel de irrigación y uso de fertilizantes se obtienen mejores rendimientos, pero también conlleva a la acidificación de los suelos y aguas superficiales.
El autor es ingeniero geólogo, jorgemarquezostria@gmail.com
Columnas de JORGE MÁRQUEZ OSTRIA