Digitalización y pandemia
En el marco del doctorado en estudios sociales del CESU-UMSS, vengo desarrollando desde hace un par de años la investigación titulada Proceso de digitalización en Bolivia (1980-2020). Este proyecto tiene como objetivo evaluar, en perspectiva histórica, el proceso gradual de apropiación social de las tecnologías digitales en Bolivia, lo que en último término implicará ponderar las posibles reconfiguraciones de sus macro esferas (Estado, mercado y sociedad civil).
Si bien nuestro país es periférico tecnológicamente, ello no implica que no participemos de los procesos globalizadores desde nuestras propias condiciones sociales y referencias culturales. Si hacemos el ejercicio de comparar las experiencias de distintas generaciones, podemos encontrar diferencias importantes en las formas de interacción, trabajo y participación pública debido al crecimiento de las mediaciones digitales.
Esta realidad, no obstante, no se puede captar desde concepciones de sociedad disciplinares, estáticas u homogéneas. La digitalización se trata más bien de un proceso tecnosocial que va penetrando gradualmente y de forma desigual en todo tipo de interacciones sociales, por lo que corta con las tradicionales fronteras de las ciencias sociales y los discursos políticos simplistas.
Su expansión no es reciente. Se inicia con la masificación de la computación personal en la década de 1980, pasando por la aparición de la web en 1990, las redes sociales digitales en los años 2000, la computación en la nube, el Internet de las cosas y los smartphones alrededor de 2010 y, actualmente, con el nuevo impulso de la investigación en inteligencia artificial. Si bien estas tecnologías se han ido extendiendo y usando en forma desigual en diferentes áreas de nuestro país, sobre cada una de ellas ya podíamos encontrar usos y potencialidades interesantes.
Con la pandemia del coronavirus de este año este proceso de digitalización se ha acelerado. Ha habido una mayor contracción de la interacción tradicional en los espacios físicos: del tercer espacio (lo público) y segundo espacio (el trabajo) hacia el primero (el hogar), pero de allí, gracias al hiperespacio digital, intentamos vincularnos hacia uno y otro. Nos lanzamos ahora sí masivamente a la educación en línea, al teletrabajo, a los rituales virtuales y hasta a las protestas digitales.
Sin embargo, dada nuestra realidad con desigualdades sociales y brechas digitales, este proceso no es igual para toda la población. Aquí es importante ponernos de acuerdo y trabajar para que los beneficios de las tecnologías digitales lleguen a todos, teniendo también conciencia clara de sus posibles peligros.
El autor es sociólogo digital
Columnas de ALEX OJEDA COPA