Esclavitud siglo XXI
Hay varias formas de ser esclavos en el siglo XXI. Ahí están los diplomados. Básicamente una forma elegante de disfrazar las falencias académicas que tuviste en tu formación universitaria y son la actual forma obligatoria para acceder a un trabajo. Porque no “contentos” con pedirte una carrera universitaria, debes tener un diplomado o una maestría, lo cual académicamente no está mal, pero esos títulos no deben servir sólo para tener un trabajo, sino para ampliar tu calidad académica.
Asimismo, la esclavitud moderna está en las pasantías porque tu carrera universitaria incluye un semestre de prácticas profesionales. Esos practicantes, en la mayoría de los casos, son vistos como materia humana barata y calificada, gracias a la cual un jefe puede contratar personas por tres meses para que hagan todo el trabajo duro y se evite contratar personas por más tiempo, soslayando responder a la gran carga social que implican sus ítems.
Otra forma de servidumbre es trabajar por objetivos sobre todo porque la tecnología hoy te pide estar siempre conectado por si pasa “cualquier cosa”; así que estás disponible sábados, domingos, enviando un informe a las 3:00 porque estás a un paso de tu teléfono. Entonces los bordes entre la vida personal, familiar y laboral se van borrando precisamente por esa idea de “tengo que estar conectado, tengo que estar disponible y si no lo estoy, soy un mal trabajador”.
Y hablando de carga social resulta curioso que, en la fila que hice, mientras esperábamos a que nos hicieran el test de antígenos, me encontrara con una mujer que me dijo que si ella daba positivo les daría lo mismo a sus jefes, no le darían baja médica y más bien le iban a pedir que use cinco barbijos encima de su boca y nariz, para obligarla a ir a trabajar. Al parecer en su trabajo esta enfermedad viral no es tomada en serio y no es considerada peligrosa ¿Dónde trabaja? Sí, en el Estado.
Y ahí aparece la ominosa figura del aparato burocrático estatal, donde van a parar nuestros impuestos. Pagamos a un aparato estatal en Bolivia muy grande que tiene cosas tan inservibles como un Viceministerio de Coordinación. Y esa estructura estatal crece cada vez más, con empresas nuevas con terminaciones “bol”, llenas de empleados cuyo director general tiene chofer, mensajero, ujier, técnico uno, técnico dos, supervisor uno, supervisor dos y ahí se van millones de bolivianos en salarios al año.
En empresas inútiles, como la estatal petrolera. Este primer semestre de 2022 los datos del Servicio de Impuestos Nacionales revelan que en el mercado interno el aporte de la cerveza llegó a Bs 730,7 millones mientras que la exploración, explotación, producción, refinación, transporte y comercialización o distribución de hidrocarburos estatal pagó Bs 364,2 millones. En otras palabras los amantes de la cerveza sostienen al aparato burocrático estatal.
Y el resto estudia, trabaja, hace pasantías, está disponible a cualquier hora y se ha transformado en un esclavo en el siglo XXI.
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER