Carcinoma boliviensis
La paciente, nerviosa, entró a la consulta. “El resultado es positivo”, dijo el médico. “Usted padece de cáncer. Comenzó hace 17 años y se fue extendiendo por su cuerpo. Ahora tiene una mancha negra que cubre gran parte de su cuerpo”. Ella no dijo nada, sólo pensó “me duele mucho. Es insoportable. Al principio no creí que la cosa fuera tan grave y se me ocurrió que podía ser una falsa alarma. Pero tengo cáncer y se manifiesta con incendios que se propagan por toda mi piel.
Me perforan con la idea de encontrar alguna cura, pero en realidad quieren oro. Y en lugar de curarme, además, me tiran mercurio. Mis pulmones no dan MÁS”.
Y hablando de MAS. Hace 17 años muchos pensaron que el gobierno de eso partido sería la cura para los más olvidados, para los más pobres, para los más desfavorecidos. No lo es.
Hace 17 años que me han enfermado, y son un gobierno de menos. De los menos propensos a respetar las leyes, a desarrollar industrias que no contaminen, a abandonar el extractivisimo, y los menos situados en posiciones de salvamento.
Este cáncer lo propagan servidores públicos. Lo único que hacen es llenar sus bolsillos, corromper a sus bases y saquear tierras a cambio de “agilizar trámites”.
El saqueo del oro por las empresas chinas, ocultas como socias de las cooperativas mineras auríferas de la región del Madidi, es una actividad que data del primer año del régimen de Morales, que permitió que las cooperativas mineras de esa región consoliden sociedades con chinos y colombianos, por 30 años, para incrementar su producción utilizando mercurio para “mejorar la extracción”.
Hoy, el Gobierno de Arce elude la responsabilidad de declaratoria de desastre en las zonas castigadas por los incendios debido a los cálculos políticos que conllevan las transferencias de recursos a alcaldías y gobernaciones opositoras. Es más fácil pedir a diosito que llueva y apague los incendios, que, tener autoridades con sentido común.
Me han diagnosticado “carcinoma boliviensis”: los empleados públicos consumen todos los recursos, pensando que son infinitos. Luego, el mal se expande con asfalto, cemento, contaminación, autos chutos, tractores, tala de árboles, ríos llenos de mercurio y aguas servidas del “progreso de las ciudades”. No hay tratamiento. Me quedan pocos meses de vida, los cuales viviré haciendo lo que más me gusta: bailar en convites y bloquear calles, mientras sueño que un día tuve mucha biodiversidad, que un día, gente como Noel Kempff trató de sanarme.
Un médico arriesgado dice que “se puede extirpar el cáncer aún”, pero es demasiado tarde, él cree que eso podría suceder en las siguientes elecciones, pero no llegaré viva a 2025. Con suerte me recordarán por lo que un día fui: Una gran nación.
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER