¿Reemplazará la inteligencia artificial al profe Chávez?
La inteligencia artificial (IA) es un hecho innegable de la realidad. Entró con fuerza a todos los ámbitos humanos y actividades económicas, empresariales y científicas, en especial, en el área académica. Hay muchas dudas, cuestionamientos y miedos sobre la IA. Tal vez, la más aterradora es que substituya algunas profesiones. En mi caso, que me reemplace como profesor de economía y ramas anexas.
La IA coloca desafíos complejos pero motivantes para el proceso de enseñanza/aprendizaje. En las varias clases que doy en la universidad he decidido incorporar IA. Es decir, usar el ChatGPT, Bard o Bing.
Esta reflexión sobre cómo usar la IA en las clases también se enriquece de un debate que llevamos adelante varios académicos bolivianos y extranjeros que, en vez de negar, prohibir o asustarse con la IA hemos decido “pagar para ver” como se dice en el póker: ¡Qué piutas, IA!
Recuerdo una frase de Mario Benedetti, que decía: “Cuando teníamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas”. Durante toda nuestra vida, a los profesores nos preocupó que los estudiantes sepan las respuestas, sin embargo, ahora el desafío es que hagan las preguntas, las antiguas y las nuevas. La IA prácticamente tiene todas las respuestas. Según ChatGPT: “La IA ha ampliado nuestra capacidad para obtener respuestas y soluciones más rápidas y precisas a través del procesamiento de grandes cantidades de datos”.
Pero ahora estamos frente al desafío de hacernos otras interrogantes más profundas y trabajar, con los alumnos, para que ellos cambien las consultas, reinventen las interrogantes, profundicen las inquisiciones, que, en suma, creemos juntos, la nueva ciencia de las preguntas.
Pongamos un ejemplo sencillo. Uno le puede preguntar a la IA que nos proporcione recetas de comida saludable. Esta simple interrogante tendrá una respuesta también bastante primaria.
Las cosas cambian si a la IA, se le pregunta de la siguiente manera: “Suponga que usted es un médico de dietas con 20 años de experiencia y que trabaja en América Latina. Las recetas saludables que requiero son para una persona que es diabética, intolerante a la lactosa, que no le gusta el pollo, que prefiere cocinar todo en horno, que tiene 50 años y ya sufre serios problemas de gastritis. ¿Cuál sería el menú, por días, de esta dieta equilibrada que ayude también a perder peso de manera efectiva? Dime ¿qué pasos concretos debo seguir si soy un adulto sedentario?”.
Frente a esta interrogante, la respuesta será súper sofisticada. Esta técnica de preguntar se llama Contexto, Información, Diseño e Implementación (CIDI). Hay decenas de manera de hacer preguntas a la máquina, inclusive existe una profesión llamada prompt engineering, que enseña el arte y técnicas para interactuar con modelos de lenguaje como el ChatGPT
Por supuesto, la IA también te puede ayudar a hacer este tipo de preguntas, pero en ese proceso, profesores y estudiantes leemos las anteriores respuestas, contextualizamos mejor el desafío, nos informamos más sobre el tema y buscamos soluciones prácticas. Se produce una interacción mucho más dinámica entre personas y entre algoritmos y personas. Según ChatGP “Un algoritmo es una serie de pasos que te dicen qué hacer en un orden específico para obtener un resultado deseado”. Es como una receta para un queque de plátano.
La IA también puede aumentar significativamente la productividad del profesor y del alumno. Ambos pueden leer muchos más libros o trabajos con la ayuda de la IA y si, en base a esa información, se promueve debates críticos, el proceso de enseñanza/aprendizaje se hace mucho más poderoso.
Por supuesto, estamos dando los primeros pasos en este nuevo mundo de la IA aplicada a la enseñanza. Estas son algunas ideas preliminares que toman en consideración la idiosincrasia tanto de profesores como de estudiantes en Bolivia. Sin duda, el debate está abierto.
Existen desafíos y consideraciones éticas muy complejas con la IA. En el ámbito universitario están: la pérdida de habilidades de lectura y escritura, el plagio, la manipulación de la información, la privacidad de los datos, las dudas sobre las respuestas de la IA, la equidad en el acceso a la tecnología y la necesidad de una supervisión humana adecuada para garantizar resultados confiables y justos.
Sin duda alguna, la IA tiene información y conocimiento mucho más amplio que mi persona, pero todavía puedo diferenciarme de ella por mi experiencia, por mi capacidad de motivar e inspirar a los estudiantes, por crear un espacio de empatía y de apertura mental frente a nuevas ideas, por desarrollar pensamiento crítico, por aprovechar habilidades de comunicación y conexión humana y, también sin duda alguna, porque la IA no podrá reemplazar mi humor sureño, ni la pasión que pongo en cada clase.
“No tan rápido simple mortal, por el momento no hago buenos chistes”, me responde la AI ChatGPT, “pero al ayudarte a escribir este artículo has entrenado mi algoritmo del veneno y el humor”.
El autor es economista
Columnas de GONZALO CHÁVEZ Á.